➤ 15. Internada

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Yo nunca había llegado a la vereda, no había pisado la calle, entre los arbustos me había perdido y había entrado a un dogma diferente a nuestra realidad.
No estaba tan segura de lo que estaba pasando, pero si estaba segura que lo que había enfrente mío no era humano. Un hombre alto y completamente blanco, sus largas brazos iban a rodearme, ese era lo que me decía mi instinto; sin embargo no lo hizo, ya luego me desperté con toda la gente al rededor mirándome, finalmente el pinchazo en mi corazón.

Mi cuerpo me dolía, en especial el cuello, me martirizaba el ardor, además del sudor en mi frente, tenía sed
Tengo sed

—¡Ah! — gemí, mis ojos seguían cerrados, pero ya podía ver y oír, lentamente abrí mis ojos y lo vi, Masky estaba a mi lado — Tim

—Shhhh, no hables, te debe de estar doliendo el cuerpo...—susurró, me acarició la mejilla con su pulgar y yo me sonrojé — Ya estás bien, no te va a hacer nada él

¿Cómo sabía lo de él?

Tim, lucía cansado, no llevaba su máscara, podía admirar por más tiempo su rostro, patillas y cejas pobladas, con aquella cicatriz en sus labios, ojos profundos y de un color hermoso, era guapo a sin dudar

¿Por qué lo sigo repitiendo?

—¿Cómo s-sabes de él? — pregunté con dificultad, mi boca estaba seca y el tubo dentro mío me hacia atragantar, como si él me leyera la mente fue hacia una mochila y sacó una botellita de agua, me la puso en la boca y me ayudó a tomármela — cofgh...ah...

—Tranquila preciosa, yo también pasé por lo mismo, al que viste es a mi jefe, pero creo que solo te quería asustar — me respondió, quitó la botella y se sentó en la silla de al lado — Si no le cayeras bien ya te habría matado, hace ya varias semanas

Semanas...ya es un mes y medio desde que conocí a Masky y me mudé a Westfield.
Mes y medio y estoy en el hospital
Mes y medio y ya me gusta un chico

—Me tengo que ir, tú....no digas nunca lo que vistes, sino terminarás como yo — me advirtió, en sus ojos había terror

—¿Seguro? Si atrapan a esa cosa, tú serías libre Tim — insistí

—No _______, no te creerán y no digas eso de mi jefe, no es como parece — su voz cambió, estaba molesto, me acomodé en la cama y él me ayudó, me dolía todo el cuerpo

—Si tienes dolores de cabeza, me avisas para darte más pastillas, pero mídelas, porque puedes envenenarte — me dijo, pero ¿De qué pastillas hablaba?

—Cuídate mucho —murmuré y el me sonrió, de un momento a otro él se acercó a mí, fue algo repentino, pero cuando sentí sus labios sobre mi rostro casi me desmayo

—Adiós cachetes — se despidió para irse, me quedé sola

Mi respiración estaba agitada, mi cuerpo me dolía aún, pero lo peor de todo era el dolor de mi pecho, parecía que era un dolor agudo, como si fuera un cólico, pero en el corazón

—Mierda... ¿Qué me pasó? — susurré para mí

La puerta se volvió a abrir, esperé a que fuera Masky, pero era Gonzalo
¿Gonzalo?

—¡Despertaste! — vino corriendo a mí — ¿Te duele el pecho?

—¿Cómo supiste? — me sorprendí porque había acertado con su pregunta

—Sufriste una taquicardia, es lo mínimo que te provoca eso — vino y me tomó el pulso, lo hizo con el reloj que tenía en su muñeca, uno negro con franjas doradas, esperó al minuto establecido y dijo — Tu pulso sigue acelerado, llamaré a una enfermera, cualquier emergencia llama al botón rojo

MASKY Y TÚ (Westfield)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora