XXII: Abandono

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Calor, sudor, pasión y aroma a sexo había en el despacho del Diablo, en el subsuelo del enorme e interminable infierno.

Si, Minho lo había estado deseando hace rato: Tener a su esposo desnudo sobre sí, saltando sobre su erección, besándole todo el cuerpo y que sus gemidos hicieran eco en su despacho. Todo esto estando sentado sobre su trono, sintiéndose un verdadero rey.

Le acarició los glúteos mientras lo hacía detener los saltos al estar muy cerca. Quería disfrutar más de aquellas sensaciones, de tener el pequeño cuerpo, desnudo y sudoroso sobre el propio, el cual estaba cubierto con su ropa, pero con sus pantalones bajos, por supuesto.

Tomó su cabello en un puño, tirando hacia atrás para alzarle el rostro y atacar directo a aquellos labios rojizos y levemente hinchados. Felix gimió, respondiendo como podía. Se sentía sin aire, con mucho calor y placer. Las manos del Diablo estaban por todas partes, sus besos lo hacían estar más cerca del límite, y las palabras sucias que le susurraba al oído lo hacían sentir un chico muy, muy malo.

Lo amaba tanto.

Minho ordenó entre un beso los movimientos de Felix, y éste nuevamente reinició los movimientos de sus caderas, los saltitos sobre la erección de su príncipe, su esposo, su rey. Su todo.

El joven rodeó el cuello del Diablo con sus brazos, aferrándose y mordiendo su labio inferior, con sus ojos cerrados y ceño levemente fruncido. El Diablo llevó sus manos a la cintura de Felix, presionándola para ayudarlo a subir y bajar más deprisa. En aquella sala reinaron nuevamente los gemidos, los jadeos y chasquidos de los besos. Todo era solo demasiado, y ninguno pudo soportarlo por mucho tiempo. Llegaron al clímax casi al mismo tiempo, con sus cuerpos temblando ante las descargas de placer mezclado con alivio. Felix manchó la vestimenta del ente con su esencia, y lo notó casi de inmediato.

Se quedó abrazado al cuerpo de su esposo, el cual le besaba húmedamente el cuello.

—Lo siento... —se disculpó entre respiraciones agitadas.

Minho le mordió juguetonamente el cuello en aquella área donde el chico tenía cosquillas, haciéndolo reír adorablemente y retorcerse un poco en sus brazos, los cuales se estrecharon de manera más firme.

—Deberías de tener una cama aquí...

—Deberíamos —corrigió el Diablo—. Esto es tuyo, también. —Un cosquilleo se hizo presente en el abdomen de Felix a la vez que recibía un beso en su oreja—. Aunque me gusta hacerte mío en mi trono —dijo bajo, y le apretó las nalgas, provocando que gimiera apenitas audible.

El Diablo se apartó tan solo para alzarle el mentón y besarlo en los labios. Las lenguas de ambos se encontraron de inmediato, frotándose entre sí, formando húmedos sonidos y más calor en el pecho de ambos. Minho se apartó con una suave mordida en el labio inferior del chico, y entonces abrió los ojos para verlo.

Cabello despeinado, mejillas sonrojadas, labios rojos y ojos brillosos, dilatados. La mirada del joven pasaba de estar embobado a estar entre confundido y avergonzado.

—¿Qué sucede? —preguntó ladeando levemente su cabeza, con su ceño frunciéndose apenitas.

—Te ves condenadamente bien —halagó el Diablo, provocando que su esposo se sonroje y no evite reír silenciosamente en una exhalación, bajando la mirada y negando lentamente. Las cejas del rey se alzaron por unos segundos—. Oh, vamos. Dime que el niño favorito no sabe que es precioso.

Una vez más, el pequeño negó, sin alzar la mirada.

—No...

—¿Me estás contradiciendo? —La boca de Minho volvió a acercarse a la oreja del pequeño—. Porque, verás, yo soy mentiroso... pero no necesito serlo con mi esposo. —Lamió el lóbulo de su oreja antes de sostenerlo mejor contra su pecho y observarlo—. Deberíamos de volver. En tu casa no tardan en despertar, y sería extraño si te ven en la escalera con los ojos vendados por uno de tus calcetines.

Dancing With The Devil | MinlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora