Los días pasaban y mi relación con Laura se hacía más cercana, si bien aún no formalizábamos como tal un noviazgo, parecía que bastaba con el cariño que nos demostrábamos.

Muy pocas veces entraba a la cafetería, no quería distraerla y que por mí la regañaran, así que aprovechábamos las mañanas para platicar un poco y las noches para ir a cenar juntos.

Laura siempre comía muy poco, a veces yo terminaba por comerme lo que ella dejaba en el plato pues había ocasiones en que apenas y probaba la comida.

Una noche le pregunté si seguía pintando.

Su respuesta fue afirmativa, así que le pedí que pintara algo para mí, lo que su corazón sintiera.

Sonrió y me dijo que lo haría.

A veces la sorprendía con girasoles, y me encantaba ver ese semblante encantador que tenía cada que las miraba.

Con los días, ya casi no la veía triste, y digo casi porque si había algunas noches en que no hablaba y se portaba cortante, siempre supuse que eso era normal en las mujeres, o por lo menos en ella.

Una noche decidimos cenar en su departamento, pedimos una pizza y rollitos de queso, terminado nos sentamos a ver una película. Tardamos más tiempo en elegir el título que en besarnos después de que empezara la misma.

Caricias en la espalda, respiración agitada y besos en el cuello que no llegaban a nada, y es que cada que parecía que tendríamos relaciones, ella simplemente huía, a veces me decía que me fuera de su departamento, a veces solo se quedaba callada viendo a la nada, y otras veces se iba a la regadera a ducharse con agua fría y llorar, como aquella primera vez que me quedé con ella.

No es que yo la estuviera presionando, incluso alguna vez le pedí que me dijera si no estaba lista, pero ella siempre me cambiaba el tema.

Una mañana después de dejarla en la cafetería, Luz volvió a confrontarme.

- ¿Ya le dijiste que te iras?

- No he encontrado el momento, pero lo haré. – y me alejé caminando rumbo a mi trabajo.

Luz se quedó observando mi caminar, se notaba molesta, un poco más que la primera vez que hablamos.

En el trabajo todo pasaba tan rápido, mi oficina ya casi estaba vacía, solo quedaba un escritorio y algunas cajas llenas de archivos que posiblemente nadie nunca vaya a leer.

Faltaban solo 7 días para el cambio de domicilio, yo ni si quiera había preparado mis cosas, mucho menos le había comentado algo a Laura. No sabía por dónde comenzar.

Después del trabajo, como cada tarde me dirigí a la cafetería para ir por Laura, quien ya estaba afuera esperándome, pero esta vez no estaba sola, Luz estaba con ella.

- Axel, ella es Luz, es mi terapeuta, bueno, no me cobra, pero aun así me apoya. – dijo Laura

- Nos hemos saludado un par de ocasiones. – comenté mientras miraba a Luz intentando adivinar sus intenciones.

- Así es, bueno Axel, le comentaba a Laura que me encantaría que los dos estuvieran conmigo en una sesión, hay cosas que les quiero contar, algunos consejos y dinámicas para que su relación siga así de funcional como hoy. – dijo antes de despedirse y de pedirnos que fuéramos a la maña siguiente antes de comenzar con nuestras actividades laborales.

Era obvio que la terapeuta había organizado esa sesión solo para que yo le dijera a Laura que me iba a ir, y aunque se me hacía algo inapropiado de su parte, dentro de mí sentía un poco de miedo al imaginar la reacción de Laura.

Aquella noche solo caminamos hasta su casa, ambos nos notábamos pensativos, por un momento sospeche que Luz le había contado a Laura lo de mi trabajo y que por eso ella estaba así, pero las palabras de Laura me hicieron ver que no era así.

- Pase lo que pase mañana, prométeme que no me vas a juzgar. – me dijo mientras me tomaba de las manos.

No le respondí y solo la abrace, parece ser que, en esa sesión, no solo sería yo el que contaría algo importante.

Las Últimas Lágrimas De Laura Donde viven las historias. Descúbrelo ahora