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Por algunas mañanas me ausenté de la cafetería, tenía trabajo extra ya que las cosas en la empresa no iban del todo bien pues tenían problemas legales y se rumoraba el cierre definitivo. Leo se veía afectado, pues recientemente se enteró de que iba a ser padre y aunque en sus ojos se notaba la alegría, no se podía ocultar la preocupación por el futuro. Si bien, que la empresa cerrara también me afectaría, mis pensamientos solo estaban en Laura.

Habíamos hablado muy poco después del suceso en su departamento, ella se negaba a atenderme y siempre era la señora Norma la que lo hacía, pero algo no estaba bien en mi interior, veía más pálida a la chica de ojos tristes y su semblante empeoró, lucía más delgada y ya ni si quiera se ponía sus audífonos.

- ¿Sabes qué le ocurre? – me preguntó la señora malhumorada.

- No, realmente le iba a hacer a usted la misma pregunta.

- Lleva días así, se ve que no duerme bien. Tal vez deberías hablar con ella, aunque me pidió de favor que yo te atendiera cada que estuvieras aquí, creo que tu podrías poner más de tu parte, si es que te interesa.

Esta vez el rostro de la señora Norma no era de enfado, se notaba algo angustiada por Laura.

Me dejó un número telefónico anotado en una servilleta seguido de la letra "L".

Sentado en el sofá de mi casa, solo podía ver aquel papel lleno de números, no sabía si estaría bien llamarle a Laura, ella comenzó a alejarse y eso de invadir espacios nunca ha sido de mi agrado.

Los minutos pasaban y aquella servilleta se deterioraba, saqué una cerveza del refrigerador y tomé un poco para darme valor, sin querer derramé un poco de líquido y cayó en la servilleta, afortunadamente pude rescatar el número.

Marqué.

- Hola – reconocí aquella voz y sentí como mi corazón revivía.

- Hola Laura, soy Axel, conseguí tu número y... bueno, solo quería saludarte. – con voz tímida dije.

- Vaya manera de hacer las cosas, ¿Por qué no me lo pediste a mí? – preguntó con enfado.

- Pensé que no quería hablar conmigo.

- ¿Eso piensas?

- Te alejaste

- Para Salvarte – me dijo

- ¿De qué? – pregunté

Un silencio interrumpió la agresiva conversación y se escuchó que Laura trago un poco de saliva.

- De mí. - colgó.

Pasé toda la noche mirando mi lámpara, la prendía y apagaba por instantes, el insomnio se apoderó de mí.

A la mañana siguiente decidí cambiar mi rutina, dejé mis típicas camisas oficinistas abandonadas en el closet y me puse una sudadera y ropa cómoda, look de domingo entre semana.

Salí más temprano de casa y le pedí prestada su bicicleta a Alberto, mi vecino, era una bicicleta estilo vintage con doble asiento, ideal para ser usada por dos personas, después me dirigí a la cafetería.

Llegué y para mi fortuna, el lugar aún no abría y no había rastro de que alguien ya estuviera dentro. Vi llegar a la señora Norma, quien ingresó inmediatamente y a un par de cuadras logré reconocer la silueta de Laura acercarse. La intercepté.

- ¿Linda mañana verdad? – pregunté mientras le sonreía.

Me miró de pies a cabeza, después observó la bicicleta y respondió.

- No tan linda como tu peculiar manera de ir a trabajar – hizo una mueca

- Estaba pensando en proponerte algo. – le dije mientras se escuchaban las rejillas de la cafetería subir.

Las Últimas Lágrimas De Laura Donde viven las historias. Descúbrelo ahora