II

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Cú Chulainn suspiro, la frustración se arremolino con fuerza en su cuerpo, mientras su entrecejo se fruncía al mirar la escena que contemplo con atención.

Su suerte en vida no fue la mejor, en realidad para cualquier otra persona su suerte seria denominada mala, después de haber sido atacado por el perro de la familia Culann, y haberlo matado en defensa propia el apelativo perro había adquirido un nuevo significado para él cuando se convirtió en el perro guardián de los Culann y el nombre Sétanta se perdió.

Sin embargo, nunca imagino que su "nombre" y su mala suerte lo seguirían después de la muerte, como para atraerle problemas una vez más al volver al plano físico tras ser invocado en la era moderna.

No solo había perdido a su maestro, la persona que había hecho el ritual que lo trajo de vuelta para lo que confería una guerra azorada entre los guerreros más fuertes que alguna vez caminaron en el mundo humano como para volverse mitos y leyendas que aun el hombre narro.

Sino que había sido tomado por un hombre deplorable y detestable, su propia imagen causo molestia en su rostro cuando lo vio por primera vez, un hombre alto, demasiado alto como para hacerlo mirar hacia arriba a pesar de que él mismo era reconocido por su gran altura, su cuerpo también era mucho más grueso que el suyo y a pesar de la túnica que portaba encima, no se pudo ocultar del todo su condición como guerrero. Ese hombre no solo había levantado el puño o manejado un arma, ese hombre tenía las manos manchadas de sangre.

Junto al hombre, un olor particular sobresalió, uno que le hizo hacer una mueca agria, porque detrás de la apariencia -casi- humana pudo sentir algo extraño en él, sin embargo lo que más le cabreo a Cú Chulainn había sido su mirada.

Ojos negros como un abismo eterno, Cú se vio reflejado en ellos recordando así como alguna vez se encontró en la nada cuando su cuerpo caía al suelo por el cansancio tras el término de la lucha, muchos de sus compañeros dijeron que era una bestia en el campo, sin embargo ¿Que guerrero no ama la lucha? El placer que se cierne cuando se chocan espadas, la felicidad que se irradia mientras todo se determina con el filo de una hoja.

Cú no recordaba esos instantes donde se perdía en medio del campo de batalla, pero si recordaba ese instante cuando perdía el conocimiento y se encontraba en medio de la nada, sin embargo no fueron sus ojos tan negros como la propia noche, y huecos lo que le irritaron sino la sonrisa que se perfilaba en sus labios, una que confería no solo burla sino secretos, que podrían ser una molestia para él si jugaba mal sus cartas.

Pero Cú Chulainn sabía que la suerte que ya había sido echada solo podía seguirse bajo un flujo donde los daños pudieran ser minimizados.

Por ello, a pesar de que sus manos se apretaron con fuerza y el deseo de invocar su lanza arremetió con fuerza, sepulto el deseo de matar a su nuevo maestro en ese instante en pos de algo mucho mayor.

Vengar a la mujer que lo había traído en primer lugar, no sería fácil por supuesto, los tres hechizos de comando que estaban a su disposición le habían hecho quedar bajo su resguardo, con ese poder fácilmente podría enviarlo al trono de los héroes, así que obedeció a regañadientes. Aun así no oculto la ira que corrió en sus venas ni mucho menos su deseo de sangre.

—Cuando termine esto, te llevare al mismo infierno aunque deba ir contigo también.

No había sido una advertencia, sino una promesa y cualquier otro hombre debió haber tomado sus palabras con cautela, sin embargo su maestro no lo hizo.

No hubo miedo, ni mucho menos ira, para ser su maestro, ese hombre que se paró con la espalda recta no pidió más allá de lo que solicito: —¿Trabajaras conmigo?

Esposa a la fuerzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora