IV

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—No es necesario que sigas viniendo a este lugar, Emiya Shirou —Shirou sintió que la caja que estaba bajando del estante de arriba casi se le resbalo de las manos, por fortuna logro reforzar el agarre antes de que cayera su contenido, sus ojos siguieron al frente y permaneció estático encima del banco de madera sin pronunciar palabra alguna— La guerra del santo grial prácticamente se ha cancelado, si no fuese por las formalidades, se podría decir que en realidad ya termino, así que no veo el caso sobre que-

—Yo —paso algo de saliva, Shirou sintió los ojos clavados en su espalda, consciente sobre que no podía permanecer para siempre en esa posición, bajo su pie derecho primero— Lo sé muy bien, pero —giro su rostro y sonrió tímidamente— Parece que necesitas algo de ayuda extra. Además... —dije que te protegería, pensó tímidamente, sin hilar sus palabras a sabiendas de la dura y áspera respuesta que recibiría. Después de todo, no parecía haber un peligro real, además de su insana forma de trabajo.

Kotomine Kirei, alzo una ceja, los brazos que por lo regular se mantenían detrás de su espalda, esta vez se cruzaron por encima de su pecho, mientras que su mirada seguía clavada sobre él, sin ápice alguno de sentir la incomodidad que por lo general una persona común sentiría al mirar abiertamente a otra persona, Shirou no se atrevió a apartar la vista a pesar de la vergüenza que empezó agolpar su cuerpo al sentirse observado de esa forma.

Kotomine Kirei tenía una presencia fuerte, que no muchas personas pudieron tolerar, Shirou intuyo que se debía en parte a su estatura, la cual no rayaba en lo común estándar para un japonés promedio, Shirou varias veces se preguntó si crecería así de alto en su último estirón si seguía tomando suficiente leche, aunque muy en el fondo sabía que la estatura de Kotomine era por supuesto antinatural de alcanzar para un japonés.

Sumando a ello, el hecho de que siempre vistiera con su ropa de sacerdote le dio un aura sombría que de alguna forma género que la gente a su alrededor se deprimiera con su sola presencia, sin embargo ¿Los sacerdotes podían vestir de otra forma además del traje sacerdotal? Shirou no conocía a otros sacerdotes, mucho menos había ido a otras iglesias. El cuerpo de su padre había sido cremado y para luego tener una ceremonia tradicional a cargo de la familia Fujimura.

Sin embargo lo más inquietante no fue su altura, o su ropa, sino su comportamiento, Kotomine Kirei a ojos de cualquier persona parecía un sacerdote común que ejercía su profesión con diligencia, impartió las misas de forma puntual, leyó y recito los textos de memoria, oró y bendijo, como perdono los pecados de la gente que fue a su confesionario en el nombre de dios.

Con la gente que iba a la iglesia siempre se comportó de forma amable, al menos hasta el punto en que la rectitud de su profesión se lo permitió, sin embargo, cada uno de sus gestos, por más que parecieran ser la respuesta correcta que una persona haría, en él parecían una serie de pasos a seguir de forma automática y claramente falsa.

Cada gesto, y acción que el padre de la iglesia de Fuyuki dirigió a alguno de sus visitantes fue falso, una mentira, como si el fingir fuese su segunda naturaleza.

Y eso, de alguna forma generaba en la gente un extraño sentimiento que no podía dilucidar o comprender del todo, pero Shirou intuyo que se podría definir como el instinto que todo hombre y mujer tenían ante el peligro y que les exigía alejarse de él. Y fue lo mismo que le había hecho sentirse realmente enojado con su sola presencia, sin embargo con el paso del tiempo también pudo observar algo que no parecía mentira detrás de la máscara que siempre solía poner con los demás.

Kotomine Kirei era una persona curiosa, que siempre trato de entender las cosas que se le presentaron de frente, a pesar de que estas pudieran ser simples y banales. Como un niño tratando de absorber todo del mundo. Algo por supuesto completamente contradictorio, que género en Shirou una especie de preocupación ante la inocencia detrás de su malicia.

Esposa a la fuerzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora