3. PUNTO DE PARTIDA

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Luces parpadeantes, leves temblores y una extraña sensación de acecho, hacía que mi corazón se acelere al presenciar el extraño suceso.

Charlie, quien se había puesto a buen recaudo me llama desde la distancia.

—Joven Benjamin...

Voy hacia él y me escondo tras unas cortinas.

Al poco tiempo los temblores cesaron pero las luces, ellas expiraron dejándonos a oscuras.

Un ruido extraño proveniente del jardín frontal de la casa llamó nuestra atención.

El andar errante de alguna entidad que merodeaba el exterior nos paralizó.

Podía ver su sombra a través de las ventanas de papel, una extraña criatura de grandes proporciones, el sonido que hacía era realmente repulsivo, similar al sonido de un cerdo pero más extraño y a juzgar por lo que podíamos oír, daba la impresión de que estaba olfateando algo.

Me está buscando...

Me sentí vulnerable al ver que incluso el mayordomo trataba de esconderse, esa cosa era un verdadero peligro.

Mis ojos lo siguieron hasta que ya no lo pude ver más, se habría alejado lo suficiente tal vez, al menos lo suficiente como para que las luces de la casa volvieran a iluminarnos.

Charlie ya se encontraba frente a mi con un gesto de preocupación.

En su forma de puerta procuro poner la entrada bajo llave y una vez listo se acercó a mi.

Para mí sorpresa esta vez lo hizo en su forma real.

Aquella forma que vi en el cuadro pintado ahora estaba parado frente a mi.

—Charlie... —pregunto invadido por el temor—. ¿eres tú?

El mayordomo asiente.

Su rostro inexpresivo y aquel porte elegante me transmitían vibras deprimentes y de nostalgia.

—Que no te asuste mi apariencia, soy lo que ves, también se perfectamente que no eres de aquí joven Benjamín.

Mis ojos se abren de sobremanera al oírlo.

—¿cómo?

—Este mundo no es para los vivos —responde él al mismo tiempo en que se contempla con desilusión.

—entonces yo...

Charlie mueve la cabeza en son de negación.

—No Benjamín, no estás muerto, y es por eso que esa cosa vino en cuanto dijiste que no pertenecías aquí.

Sus palabras más que responder las dudas que tenía , ahora me generaban más interrogantes.

—Esa cosa que viste se llama Baku, está aquí porque tiene hambre, si en algún momento llegas a olvidar que esto no es un sueño, el volverá.

—Pero, no entiendo Charlie, ¿Por qué me mentiste al decir que no sabías de lo que hablaba?

El mayordomo baja la cabeza, en su mente parecía tener un dilema mental que no lo dejaba tranquilo; sin embargo, una decisión parecía estar a la vista.

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