9. LODO Y POLVO

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—Así que dejaste la casa de los Koharu por ese motivo...

El tono con que mencionó esas palabras era aún de consternación.

Cómo si desaprobara mis decisiones, pero yo nada más podía hacer al respecto, solo aceptar que las cosas estaban hechas.

—Si, no tengo más que ese propósito ahora, ese, y tratar de hallar a Sota.

El ratón asiente con un gesto preocupado.

—¿Sabes?, probablemente hayas dejado atrás el lugar más seguro que pueda haber en todo este mundo, pero aun así tienes el valor de seguir adelante, eso es admirable niño.

Siento un aire de respeto en sus palabras que me reconfortan.

 —De ahora adelante hay que colaborar y estar unidos —dice Frederick con un tono entusiasta.

Esbozo una sonrisa breve mientras lo miro.

—Gracias señor Frederick.

—Tratar de hallar al primogénito de la familia Koharu no resultará sencillo, lleva perdido décadas, ¿De verdad quieres buscarlo? —pregunta el roedor un tanto inseguro.

La verdad, sabía que era poco probable que pueda siquiera encontrar algún rastro directo de él, pero ahora después de lo que recuperamos en casa del coleccionista, surgieron interrogantes que alimentaron mi espíritu de investigador.

Ahora tengo una ferviente necesidad por hallar la verdad.

Además, existe también otra razón para buscarlo.

—Hay alguien que se alegrará mucho si encuentro a ese niño, lo haré por él —digo bajando la mirada.

En mi mente la figura de Charlie resurge vivamente.

Cuando lo dejé atrás en aquel muelle, vi en su expresión, el dolor de una persona que había perdido mucho, como si no fuera la primera y última vez que despide a alguien.

¿Quién soy yo para producirle tal tristeza a Charlie?

Quizás, y solo quizás, el motivo sea que soy la primera persona que ve en décadas, después de Sota.

A veces me pregunto cómo habría sido la despedida entre el niño y el mayordomo, igual de triste, o incluso mucho más melancólica.

—Estoy seguro de que quiero intentar encontrarlo —respondo finalmente.

Mi roedor amigo asiente con más confianza pues algo en mis ojos ha visto que le ha dejado satisfecho.

Nuestras convicciones y voluntades habían sido puestas sobre la mesa, ya todo estaba claro.

Solo quedaba poner manos a la obra y es así como tomando la primera iniciativa, me dispongo a rebuscar en mi mochila aquel preciado e intrigante contenido.

Esos objetos que fui sacando uno por uno, aquellos que con tanta dificultad conseguimos hurtar de la guarida del coleccionista.

Tratándose entonces de estos en cuestión, teníamos en nuestro poder un extraño juguete de madera con forma de "dinosaurio", el cual tenía tallado el nombre de Sota por un lado.

También entre las cosas recuperadas estaban en una tonalidad más siniestra, las fotografías de mis familiares manchadas de una especie de tinta negra.

Al observarlas no pude evitar sentir cierto repelús.

Simplemente al tomarlas para observarlas de cerca, y al mirarlas con detención, las imágenes de mi madre, mi padre y mis hermanos se tornaban extrañas ante mi contemplación.

CUENTOS DE LUNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora