5. SEÑUELO

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Ruidos a la lejanía y el constante chirrido de los grillos, cantando a orillas del lago.

La niebla, había sido constante compañera en la travesía, y finalmente aparentaba disiparse.

Mis ojos viendo la orilla, a la luz de la luna, se mostraba apacible y con abundante vegetación.

Alumbré con el faro todo hacia alrededor y no pude hallar más que árboles frondosos, arboles que daban inicio a un espeso bosque pantanoso.

El ambiente lucía igual de sombrío y aparentemente desolado.

Al menos daba gracias al cielo por no estar más en ese horrendo lago.

Por mi mente cruzaron las memorias de Beatriz y ahora recientemente las de Lucio.

Suspiré al sentirme más aliviado al pensar que por poco no conseguía cruzar el lago, pero había seguido los consejos de Beatriz al pie de la letra por lo que ahora tan solo tenía que encontrarme con ella.

Ahora , ¿Cómo la encuentro?

Deambulé con pasos tímidos por el pastizal.

A cada paso sentía la humedad, pues yacían entre el pasto algunos charcos de agua los cuales salpicaban y resonaban en el ambiente.

Éramos el farol, el bosque y yo.

Habiendo tomado las cosas del bote, me armé de valor para ahora andar a paso cauteloso bajo la mirada de los sauces, sin saber exactamente hacia donde ir.

Fue entonces que acudí a mi brújula, la cual está vez no sonaba como las veces anteriores, aquellas veces en las que si tintineo llamando mi atención.

Ahora era distinto, pues el silencio era su mensaje predilecto.

Acaso, ¿Dejo de funcionar?

Destapé la herramienta de orientación y al ver las flechas de la brújula, note que extrañamente esta apuntaba sin sentido alguno hacia el camino de dónde venía, precisamente de vuelta al lago.

Carraspeé extrañado.

Imposible, esta cosa no está funcionando.

Era absurdo que señalara nuevamente al lago, después de todo lo que tuve que atravesar para llegar a tierra, no tenía sentido alguno que indicara que el camino era por allí.

—No, no puede ser...

Nuevamente me sentí perdido, la misma sensación que sentí cuando navegaba sin rumbo, empezaba a devorarme.

Tenía que pedir ayuda.

—¡Beatriz! —exclame tratando de obtener respuesta alguna.

Me negaba a creer que el camino era otro, Beatriz tendría que estar por aquí cerca en algún lugar.

El bosque tenía como cielo las copas de los árboles, el cielo azul noche estaba ocultó tras las ramas y las hojas de cientos de árboles frondosos.

Si ella estuviera volando por la cercanía no podría verla.

—¡Beatriz!

Mis llamadas hacían eco entre los árboles pero más allá de poder oír mi propia desesperación, no obtuve respuesta, no al menos durante los próximos diez minutos en los que deambulé perdido por la maleza.

Mis pasos cada vez más pausados, casi como si arrastrara los pies. Solo vaticinaban lo precaria de mi situación.

Beatriz...

Una salida, un camino, necesitaba un camino.

Charlie...

Tenia el andar de un muerto viviente, tan cansado, sin ánimo alguno que rebose de mi ser, me sentía decaer.

CUENTOS DE LUNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora