7. EL CARGUERO

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Habíamos conseguido huir de aquel peligro andante que nos había atacado con ferocidad. 

Con lo justo y a punto de ser cazados, está vez corrimos con suerte y escapamos de las garras del coleccionista.

La mirada tímida de mi compañero y mis leves temblores exponían lo intensa que fue la carrera que hicimos, mis piernas a un paso de sufrir calambres y mi pequeño amigo, seguramente aún trataba de asimilar lo sucedido.

Cómo sea, aún corríamos peligro, estando en territorio de aquel ser maligno, podíamos ser fácilmente ubicados en cuestión de tiempo.

Ya era extraño que no haya ido tras de nosotros, pues seguramente algo tenía en mente, algo más astuto que simplemente seguir nuestros pasos echando tiros al aire.

—Hay un puerto cerca de aquí, al menos eso recuerdo.

La voz de mi compañero me toma por sorpresa y más aún sus palabras.

Era curiosa la forma en la que las vivencias de temor compartidas hacían que las mentes de un conjunto se pongan de acuerdo.

Mr. Frederick, también estaba pensando en que el coleccionista no estaba muy lejos de darnos caza.

Había que tomar un decisión pronto y alejarnos lo máximo posible de él.

—¿Un puerto? —pregunto tratando de pensar.

Por supuesto, si hay un puerto, es probable que haya barcos, navíos que nos lleven a ciudad Luz plateada.

—Señor Frederick, tenemos que ir allí, pronto.

El pensativo roedor se sube a mi cabeza y señala una hilera de humo elevarse a cierta distancia.

—si no me falla la memoria el puerto estaba en esa dirección, sigue el humo, chico.

En pleno recorrido nuestras miradas se cruzaron, pues algo en mente teníamos para preguntar uno al otro. Después de lo que habíamos conseguido juntos, ¿quizá ahora era momento para al menos preguntarnos a donde íbamos?

Frederick murmulla pensativo.

—¿a donde quieres ir exactamente niño? —pregunta el roedor muy curioso.

Analizo la pregunto y no tengo otra respuesta que dar, estaba seguro de mi destino.

—ciudad Luz plateada es mi próximo destino sr. Frederick.

—¿Por qué vas allí? —cuestiona mi colega con preocupación.

No entiendo la expresión de su rostro pero parece asustado.

Pienso sabiamente en mis respuestas, pero concluyo en que hay una verdad que podría tranquilizar a Frederick.

—La brújula me ha guiado a ese destino, y se que allí puedo encontrar un camino a casa —respondo mas tranquilo, seguro de mis pensamientos, seguro de mi mismo.

O al menos eso quiero pensar...

Después de oír mis palabras mi compañero no pregunto mas, la duda no escapo mas de sus labios; sin embargo, un suspiro sospechoso fue echado al viento, algo le preocupaba, algo no estaba bien del todo.

Nuestra caminata siguió su rumbo hasta terminar de atravesar el bosque pantanoso.

El último árbol que nos despidió también fue el mismo que vimos antes de quedar sorprendidos por la inmensa cantidad de agua frente a nosotros.

Camino casi hipnotizado para contemplar el inmenso mar, aquella brisa marina, ese olor fresco y esa sensación de libertad.

—Mira Benjamín, el agua es totalmente negra, no recuerdo este lugar así...

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