prólogo

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El día en que nos conocimos
...

— ¡La tengo! — La castaña saltó alto e
inmediatamente golpeó su mano contra la
pelota de voleibol creando un fuerte sonido
como de bofetada que resonó en el gimnasio.
Vió como la pelota volaba instantáneamente
hacia abajo y golpeaba contra el suelo de
madera haciendo que una sonrisa se formara
en sus labios.

— ¡Otro golpe! Bien hecho, Marsh!–Oyó los
elogios de su entrenadora desde las líneas
laterales. La chica de pelo naranja que estaba
al lado de la castaña le dio una palmada en el
trasero.

— Esa era mía, Danielle. — gimió la más
pequeña, ganándose una carcajada de la otra.

— Tienes que ser más rápida que eso Hyein. — se burló antes de volver a su formación.

— ¡Es la todopoderosa Hyein en la cancha,
perra! — gritó Hanni, la mejor amiga de Danielle en tono de burla hacia Hyein.

Danielle sacó la lengua infantilmente con un
guiño burlón.

— Y es Daddy Danielle para ti - dijo provocando la risa o las arcadas de su equipo.

Hyein jadeó y se puso la mano en el pecho,
fingiendo una mirada de traición.

— ¿Me equivoco?– Preguntó.

— Sí. Extremadamente. Al cien por cien.

— ¡Nunca te has equivocado tanto en toda tu
vida!

Danielle sólo pudo mirar a su equipo antes de
reírse con ellas y enviarles el dedo corazón a
cada una, empezando por sus mejores amigas de la infancia, Hyein, hasta Hanni, Ryujin,
Chaewon y Jennie.

Pero sus bromas fueron rápidamente
interrumpidas por el silbido de la
entrenadora.

— ¡Chicas! Sólo porque sea un entrenamiento
no significa que puedan aflojar!

Todas se aguantaron la risa antes de hacer una reverencia a su entrenadora disculpándose y diciendo simultáneamente:

— ¡lo siento entrenadora Irene! — antes de volver a concentrarse en el equipo contrario con seriedad.

Danielle miró la pelota en su mano antes de dar unos pasos, lanzando la pelota hacia arriba y golpeando tan fuerte hasta el punto de que voló por encima de la red de forma impecable.

— ¡Gran servicio! — Fue lo que dijo la
entrenadora una vez más, pero Danielle ignoró el cumplido y se concentró únicamente en sus competidores de práctica y en la pelota en el aire.

— 1, 2...-susurró para sí misma. En cada
partido, contaba las veces que la pelota era
golpeada, eso la mantenía alerta. Y en el
momento en que susurraba tres, sabía que
la pelota superaría la cantidad de veces que
había sido golpeada, o ese tercer golpe sería
la razón para que la pelota fuera lanzada de
nuevo hacia ellos. — ... 3 —susurró.

Y tenía razón. Vio como la pelota volaba por
encima, preparándose involuntariamente
para otro golpe. Ella esperaba hacerlo perfecto como siempre.

Pero lo que no esperaba era que, mientras
se arrodillaba y se preparaba para saltar y
golpear la pelota, la puerta se abriera por el
rabillo del ojo, haciéndola volver su atención hacia la puerta. La luz del exterior la cegó
durante un segundo, pero en el momento
en que ajustó sus ojos, su corazón aceleró su
ritmo.

Era una simple silueta de una chica baja, pero
una vez que su rostro quedó claro, fue como
si todo lo que rodeaba a Danielle desapareciera.

No era por lo perfectamente esculpido que
estaba el cuerpo de la chica ni por la forma en
que el cabello de la pelicastaña fluía con gracia al entrar en el lugar. Fue el frío de ojos felinos que hicieron que la respiración de Danielle se agitara ern la parte posterior de su garganta y que sus rodillas se doblaran.

Los afilados ojos marrones parecían fríos,
aunque tímidos, hacían un contraste
extravagante con su cabello de color
marrón. Su piel cremosa era suave y parecía tan delicada y frágil al tacto.

La forma en que sus delgados dedos colocaron un par de mechones detrás de su oreja hizo que la piel de Danielle se pusiera de gallina. La curva de su pequeña nariz y el suave color rosado de sus labios hizo que apareciera el calor en sus mejilas. Y no era por el juego de práctica.

La chica entró con la cabeza levantada
como si estuviera en la cima del mundo.

¿Quién era esa chica?

— ¡Danielle! ¡Cuidado!

Y antes de que Danielle se diera cuenta, la pelota aterrizó directamente en un lado de su cabeza, haciéndola caer al suelo y deslizarse fuera de la cancha.

Apretó los ojos con fuerza y dejó escapar un
gemido al sentir que un dolor sordo crecía en
un lado de su cabeza.

— Bueno, eso pasó — susurró para sí misma
divertida, sin querer levantarse del suelo por
vergüenza. Sin embargo, al oír un carraspeo, abrió lentamente los ojos.

Enarcó las cejas confundida y ladeó la cabeza
viendo la pelota justo delante de su cara,
cubriendo el rostro de quien la sostenía.

— Aquí tienes — Dijo una voz suave y melosa.
Desde el suelo, Danielle levantó la mano y
tomó la pelota y cuando lo hizo, su corazón
empezó a acelerarse una vez más.

La chica miraba fijamente a Danielle con una pizca de curiosidad, pero los ojos seguían pareciendo fríos y oscuros.

Debería haber asustado a Danielle por la
forma en que la chica se alzaba sobre
ella mientras estaba inmóvil en el suelo. Sin embargo, a Danielle sólo le pareció simpática
la forma en que la cabeza de la pelimarrón de
cabellos largos se inclinaba hacia un lado
con las cejas fruncidas, como si quisiera
comprobar si había alguna herida en la
pelicastaña.

Especialmente ahora que su cara
estaba más cerca. ¡Adorables mejillas de
mandu!

Danielle sonrió a la chica.

— Bueno, hola preciosa.

Los ojos felinos de la gatita se abrieron de par
en par.

— ¿Disculpa?

Que comience nuestra aventura.

Tócame -DaerinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora