Desperté poco a poco, el lugar estaba en penumbras pero aún así podía distinguir la cabaña vieja y mohosa con una extraña disposición hexagonal del espacio. Yo estaba recostada en una cama sin sábanas, con un abrigo negro sobre mi.

Los sucesos de la noche anterior volvían como flashes a mis ojos junto con una ola de angustia y pánico por lo que había de venir.

Había una luz tenue en todo el lugar pero no lograba distinguir puertas o ventanas, solo un pequeño tragaluz triangular en el centro del tejado.

Me puse en pie y mi cuerpo parecía gritar ante cada movimiento, todo dolía, hasta el alma misma.

Había una hamaca de tela color verde claro en medio de la estancia donde descansaba él, como si nada hubiera sucedido. Me acerqué en silencio y lo observe mientras dormía, tenía un brazo lastimado envuelto en unos apresurados vendajes ensangrentados que supuse eran de alguna sábana vieja de este lugar.

Necesitaba irme, no podía siquiera procesar lo que había vivido. Ahora no tenía a nadie, me sentía huérfana en el mundo, en MI mundo, el único que conocí y el único que pensaba conocer. No podía arrancar de mi vida y todo lo que conocía, debía irme o morir, lo que suceda primero.

Revisé a mi alrededor pero no había un arma o algo que pueda utilizar para defenderme, nada, absolutamente nada útil y ninguna manera de escapar. Empecé a dar vueltas por el lugar intentando encontrar la manera mientras mi corazón se aceleraba.

— De nada te servirá intentar escapar —Dijo con voz ronca y me hizo dar un brico, él aún con los ojos cerrados sonreía petulante.

—Creí que... no importa. —

— Creíste que si tu padre contrataba a alguien para que vaya al otro mundo a buscar a su hija ¿No se aseguraría que sea el mejor? ¿En serio creíste que como tu protector me dormiría así sin más? —

— Dije que ya no importa— Contesté y me dejé caer en el suelo.

— Estaba esperando que te recuperes —Dijo bajando de la hamaca y ajustando un cinturón con dagas que corría por su torso. Sus ojos azules resultaban más particulares en medio de la oscuridad pero detestaba la compasión que había en ellos.

— ¿Qué me recupere yo? Si tu eres el lastimado. —

— Y por qué crees que yo estoy lastimado y tu no, princesa. —

— Mi nombre es Katria—

Deje pasar su sarcasmo para concentrarme en lo que estaba viendo, abrió sus palmas y comenzó a mover sus manos casi en una danza, aunque cada movimiento era preciso se notaba el dolor que le producía en sus heridas recientes, y luego una neblina espesa recorrió el centro de la cabaña como una serpiente mostrándonos parte del bosque a nuestro alrededor a través de su espesura, había otros elfos, vestidos de rojo y dorado, patrullando muy cerca de aquí pero la cabaña, nuestra ubicación estaba bajo tierra.

— ¿Qué pasó? –

— No quieres saberlo, por suerte te desmayaste. —

— No pero... me refiero a ¿Qué pasó conmigo? ¿Por qué ahora me persiguen seres de otro mundo? — No pude evitar que mi voz me fallara, todo esto era un mundo de sensaciones.

Él me miró con extrañeza, bajo sus manos, la niebla se disipó y solo estábamos nosotros en el centro de la habitación.

Me miraba como a un enigma, sin embargo suspiró, caminó hacia la cama, tomó una caja de madera debajo de esta y la trajo hacia mi. Se sentó y la abrió, ni hizo falta mucho más para que mi estómago rugiera aunque sólo sea una sopa y pan lo que había dentro, caliente y con un olor fantástico, debido a la magia supongo.

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