Día 3

132 26 11
                                    

El sonido del agua goteando en el baño se escucha como golpes en mi oído. No me he animado a ducharme, pensando que él podría volver en cualquier momento. Al final he comido, poco, pero lo he hecho. Solo ruego de que lo que ha traído, no tenga nada extraño. Lo único que me permití hacer con total libertad es tomar agua, pero creo que dañé el grifo, ese sonido me está taladrando la cabeza.

Quizás solo me estoy volviendo loca.

Oigo el sonido de la puerta, entonces me estremezco. Respiro con agitación al verlo volver. Cierra con llave, sé que hay un pasillo del otro lado, así que no sé cuántas puertas debería cruzar en realidad para salir de aquí. Permanecer en este horrible sitio, me ha hecho memorizar cada ambiente, pero de la que sospecho que es la salida no tengo ninguna información.

¿Acaso viviré aquí para siempre?

El chico observa en dirección al baño. Cuando se acerca allí, pasa por mi lado, así que retrocedo. Visualizo que ajusta el grifo del lavabo y luego vuelve hasta mí, me sonríe.

—He notado que no te has bañado, mira tu cabello todo grasoso.

—Preferiría hacerlo en mi bañera, gracias —expreso con la voz temblorosa.

Se me acerca y retrocedo unos pasos.

—¿Sabes lo tentadora que es la tensión que hay entre nosotros?

—¡¿Qué tensión?! —exclamo, alterada.

Se ríe.

—Me encanta que imagines lo peor de mí. No te he tocado ni una sola vez, pero te imaginas el peor escenario.

—¡¡Me secuestraste, creo que es suficiente motivo!!

Mantiene esa sonrisa perversa que me da tanto miedo, pues no tengo idea de lo que está pensando, y él sabe que eso me causa incertidumbre, la cual me destruye por dentro, el miedo a que me dañe es potente.

—Lo sé —se limita a decir—. Por eso lo hice. Deberías estar agradecida, me he tomado tus gritos, muy calmado.

Cierto, pudo haberme golpeado o reaccionado mal, pero no lo ha hecho.

—No te emociones, soy capaz de lastimarte, pero me gustan otros métodos. —Alza el dedo índice y me señala—. Justo ese, ese gesto de pavor y confusión, generar esta expresión es mi especialidad o al menos es lo que busco lograr. El miedo a lo desconocido es el peor terror.

—Te lo ruego —expreso, angustiada—. Déjame ir, no le diré a nadie.

—¿El cliché de la víctima que se guarda el secretito? —Enarca una ceja—. Por favor, Magaly, eres mejor que eso.

Suspiro para relajarme, tomo aire.

—Al menos dime tu nombre.

—¿Ahora quieres empatizar conmigo? No te preocupes, no busco que seamos cercanos, esta relación es un mero entretenimiento.

—¿Soy un entretenimiento? Por todos los cielos, soy una persona, déjame ir —le ruego otra vez—. Si me tratas como un juguete, te aburrirás de mí, debes liberarme. —Intento usar su lógica.

—Sabes, Magaly, ya me aburrí de hablar, ve a bañarte, apestas.

Me ignoró.

—Yo... —Trago saliva—. No lo haré.

—Claro que sí, y será con la puerta abierta.

—¿Qué? —Quedo en shock—. No haré eso —insisto.

—Tuviste tu oportunidad cuando no estuve, ahora debes ir a esa bañera.

—No lo haré, no iré —repito.

Sonríe.

—¿Quieres arriesgarte a que te ataque? No es mi estilo ser tan directo, pero si no me haces caso...

Oigo mi corazón con fuerza por los nervios y el miedo.

—Está bien —lo interrumpo con mis labios temblando—. Me ducharé con la puerta abierta.

—Buena chica, como obsequio te regalaré una tela nueva. ¿Qué color te gusta? Creo que el lila te quedaría bien.

No le contesto y nada más me dirijo al baño. Me sigue con la vista, entonces cuando entro, hace un gesto para que desate la tela. Cierro con fuerza los ojos y lo hago, esta cae al suelo, dejándome expuesta. Abro los ojos, así que veo como sigue ahí parado a unos pasos del baño. Intento ignorar su mirada perversa en mí y me giro para abrir la canilla, entrando a la ducha, luego comienzo a enjuagarme con el jabón. Intento hacerlo lo más rápido que puedo.

Me siento tan vulnerable y desprotegida, no tengo idea de cómo llegué a esto.

Termino y cierro la canilla. Él ya no está en la puerta, en mi línea de visión. Salgo de la bañera, entonces inclino mi brazo para agarrar la tela blanca que dejé en el suelo.

—Espera. —Oigo su voz y me paralizo. Alzo la vista, está en el baño conmigo. Me sonríe, entonces me alcanza una tela lila—. Cúbrete con esta, es limpia.

La agarro rápido y me la ato. Para evitar que siga viendo mi desnudez.

—Eres una buena chica, Magaly —me aclara cuando permanezco callada—. Lo sabía, te queda muy bien.

¿Cuándo se va? Necesito que se vaya, necesito que acabe este día, por favor.

¿Cuándo se va? Necesito que se vaya, necesito que acabe este día, por favor

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Siete días de vulnerabilidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora