Día 7

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Siento el tacto de mi captor en mi piel, desliza los dedos por mi clavícula hasta llegar a la tela. Presiono la aguja en mi mano, la cual me lastima, entonces cuando toma la seda, no me queda otra que apuñalarlo con el objeto punzante. Termino dándole en el cuello, gracias al dolor que siente, se aparta. Lo empujo para quitarlo de encima y me voy corriendo del cuarto. Busco en la mesa las llaves, pero cuando sale de la pieza lo primero que tengo a mano es el cuchillo, así que lo agarro y lo apunto con este.

—Magaly, no seas tonta. —Se toca la herida—. Mira lo que hiciste.

—Aléjate, desagradable. —Las lágrimas caen, mojando mi rostro, pero mantengo mis ojos bien abiertos—. No evitarás que me vaya. —Observo de refilón las llaves.

—Sentenciaste tu propia tumba, eres un peligro para esta relación.

—¡¿Qué relación?! —grito—. ¡Qué asco!

—No iba a matarte, Magaly, pero debido a esto... —Se palpa la sangre que borbotea—. Voy a tener que deshacerme de ti. —Sonríe de manera siniestra—. Si me das el cuchillo, podría reconsiderarlo, solos tú y yo en ese cuarto, sin un objeto letal, lo prometo.

—¡¡Ni mierda me voy a meter ahí otra vez contigo!!

—¡¡Entonces tendré que violarte de la peor manera posible!! —Agarra el cuchillo y forcejeamos con este—. ¡¡Te golpearé hasta que mueras, verás las consecuencias de tus actos!!

—¡¡No!!

Seguimos luchando con el cuchillo y logro quitárselo, ya que él se está desangrando, así que corro con ventaja. Me vuelve a atacar, me defiendo. Me ciega toda la adrenalina, entonces le clavo el cuchillo, una y otra vez, sucesivas veces, hasta que cae al suelo, pero continúo.

—¡¡No, no, no!! —repito y lloro hasta que me detengo al oír unas sirenas de policía.

Quedo en shock al darme cuenta de que estoy sobre un cadáver.

—¿Hola? Somos de la policía, su vecino llamó por algunos disturbios.

Permanezco callada por un buen rato, luego me levanto, muy despacio. Miro que estoy cubierta en sangre, pero sigo en movimiento. Voy hasta la llave y la agarro a una velocidad bastante leve.

—¿Hay alguien? —Golpean a la puerta otra vez.

—Volvamos después —dice su compañero.

Toco la manija y con la mano temblando abro la puerta, llego al pasillo, entonces cruzo la que falta. Veo como los policías se están alejando y mi voz no sale. Abro mi boca, pero no hay sonido. Lloro, así que puedo oír mi voz, puedo alzarla y llamarlos.

—Ayuda... —Caigo de rodillas—. ¡Ayúdenme!

Los hombres se detienen, entonces se giran a mirarme.

—¡Señorita! —Corre uno hasta mí.

—Creo que es Magaly Borein... —El otro utiliza su radio—. Encontramos a Magaly Borein, la chica que estaba desaparecida hace siete días.

Siete días han parecido una eternidad.

—Oh, por dios. —Comenta al entrar a la casa a inspeccionar—. Señorita, usted...

—Está llena de sangre, Gómez, es obvio.

Llegaron tarde, tan tarde.

Pero si no lo hubiera hecho, si no me hubiera defendido, quizás se hubieran ido, quizás seguiría ahí dentro. Tal vez estaría muerta o continuaría en ese infierno. Me siento tan diferente ahora, ya no soy yo.

—Él tenía razón —murmuro.

—¿Señorita? —consulta el que me sostiene.

No llegó hasta el final, pero siento que me dejó un trauma para toda la vida. El miedo de la incertidumbre es algo muy potente, la vulnerabilidad en la que te convierte es tan perceptible y, sin embargo, todavía estando muerto, me dejó esa horrible incógnita.

¿Quién eras y por qué decidiste destruirme el alma?

El fin.

Siete días de vulnerabilidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora