Día 6

122 28 9
                                    

¡Al fin alcancé una de las agujas del reloj!

Las horas han pasado, pero mi secuestrador no ha llegado, lo que me dio tiempo de conseguir la aguja. Esta no me sirve con la puerta, así que decido ocultarla debajo de la almohada de la cama.

Si él no volviera nunca, sería muy feliz, aunque jamás podría salir de aquí y moriría de hambre. Ninguna de las dos opciones es buena, nada aquí lo es.

Ya es muy tarde, la luz debajo de la puerta no se refleja, lamentablemente, mi esperanza de no verlo hoy se esfuma cuando la cruza.

—Buenas noches. —Llega con una bolsa diferente, no es la que trae siempre—. ¿Me extrañaste? Estas serán las mejores horas de tu vida, nos iremos preparando para el día siete, no falta nada.

Trago saliva.

—O sea que...

—Me quedaré a dormir aquí, ¿no es grandioso?

Apoya la bolsa en la mesa y empieza a sacar algunos objetos. Veo sogas, cinta, una fusta, un dildo y un vibrador, algunos precintos, también hay un cuchillo. Sin contar otros objetos sexuales, los cuales no reconozco.

—Estás muy callada —pregunta y me sobresalto—. ¿Quieres comer antes de ir a la cama? Todavía tenemos tiempo.

Trago saliva.

—Ya comí.

—Me encanta que te portes tan bien, entonces ve al cuarto y espérame ahí.

—Por favor... —Mis ojos se humedecen—. No me hagas daño.

—Ve al cuarto, Magaly —repite.

Me acerco hasta él, me arrodillo y se lo ruego.

—Por favor, por favor... te lo pido, no me hagas esto. —Las lágrimas mojan mi rostro—. Déjame ir.

Toma mi barbilla y me mira desde arriba.

—Magaly, si no sabes lo que te voy a hacer, mejor ve al cuarto —aclara.

—Vas a violarme, ¿verdad?

No contesta.

—Vas a torturarme, ¿cierto?

Más silencio.

—¿Vas a matarme? —Lloriqueo, cerrando los ojos con fuerza y cuando se ríe los vuelvo a abrir.

—Vas a tener que averiguarlo tú misma. —Suelta mi rostro—. Ahora se una buena chica, ve al cuarto y recuéstate en esa cama. —Agarra uno de los cuchillos—. Vamos, haz lo que digo.

Me levanto, despacio, mientras me apunta con el arma blanca y retrocedo, yéndome al cuarto. Me subo a la cama, del lado que tengo la aguja del reloj, escondida. ¿Puedo hacerlo? Tengo tanto miedo.

Mi secuestrador llega al cuarto, solo con la soga, y me sonríe.

—Bien, apoya tu espalda en el colchón y las manos en el cabezal, vamos a conocernos un poco antes de que sea el día siete. —Se forma un silencio en el que me quedo quieta—. Magaly, ¿quieres que te golpee? Haz lo que te digo. Buena chica —me felicita cuando lo obedezco y se aproxima a atar mis manos.

Siento su respiración a centímetros de la mía y cierro los ojos.

—Eres hermosa —susurra en mi oído y se sube sobre la cama—. Quiero conocerte. —Toca mis piernas.

Abro los ojos.

—¡No me toques, asqueroso!

—¿Qué pensaste que haría? —consulta y recorre mis muslos—. No te resististe mucho, la verdad. Al final eres como las demás.

Mi pecho sube y baja, respirando agitada.

—Si hago lo que quieres, ¿me dejarás ir?

—¿Y qué es lo que quiero? —Me aplasta con su físico y chillo—. Dime, Magaly.

—Mi... mi cuerpo.

Se ríe.

—Seis días juntos y todavía no entiendes lo que quiero. —Empieza a desabrochar su camisa—. Tu expresión de incertidumbre es lo que quiero, lo sexual es solo un complemento para este acto.

—Termina con esto de una vez, por favor. —Lloro con desesperación—. No aguanto más.

—Pero si todavía nos quedan algunas horitas, disfrutemos. —Me agarra de las rodillas y me abre las piernas—. ¿Qué piensas que pasará aquí? ¿Te penetraré, te meteré algún objeto divertido o quizás me convierta en un sádico y te clave con un cuchillo?

Me quedo sin aire.

—Te lo ruego, no hagas eso.

—¿Cuál de las tres? —Se relame los labios.

Intento cerrar las piernas sin resultados.

—No mires.

—Esa no era una de las opciones. —Vuelve a reír—. ¿Qué tal unas nalgadas? —Me junta las piernas para levantarme como si fuera un animal y me da algunas, así que gimoteo—. Esos son buenos sonidos, ¿sabías que son gestos involuntarios de tu cuerpo? No te sientas culpable de sentir placer. —Me da otra.

Presiono los dientes, ya más que frustrada. Vuelvo a tomar aire y lo miro fijo a los ojos.

—¡Haz lo que se te venga en gana, no me importa!

Se me acerca, enfadado, tomando con fuerza mi rostro y aproxima el suyo al mío.

—Magaly, deja de hacerte la fuerte, que tú misma dejaste que te atara.

Lloriqueo de forma continua, así que me suelta. Luego se levanta de la cama y me anuncia.

—Voy a buscar algo para que llores de verdad —expresa, molesto, y veo que se va al comedor, cierra de un portazo.

Reacciono, no pierdo tiempo y busco la aguja del reloj, intento cortar la soga. La fortuna está de mi lado porque logro arrancarla. Cuando oigo la puerta, escondo mis manos bajo la almohada. Él entrecierra los ojos al cruzar la entrada. Trae el vibrador y el dildo, uno en cada mano.

—Pensaste que traería el cuchillo, ¿verdad?

—¿Quieres que adivine lo que vas a usar? —pregunto, respirando agitada.

Sonríe, satisfecho.

—Al fin entiendes lo que deseo. —Camina, se sube a la cama, poniéndose en frente de mí, luego tira los objetos a un costado, abre la cremallera de su pantalón y observa el reloj de su muñeca—. Ya van a ser las doce, deberíamos deshacernos de esa tela.

Quiere deshacerse de la única protección que he tenido durante días. Es probable que ya no me la deje utilizar más a partir de este momento, pero es mi instante decisivo, voy a defenderme. Esta puede ser mi última oportunidad. Son las cero horas, la hora de comenzar de nuevo. 

¡Este es el anteúltimo capítulo, qué nervios!

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¡Este es el anteúltimo capítulo, qué nervios!

¿Magaly logrará salvarse? Yo ya sé la respuesta, pero quiero ver cuánta fe hay en mí 😂

Saludos, Vivi.

Siete días de vulnerabilidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora