Día 5

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Un nuevo intento de alcanzar el reloj y nada, ni con la mesa es posible. Por el pavor que me provoca que me descubra, acomodo todo como estaba y vuelvo al cuarto. Hoy no he oído a nadie a través de las paredes, mis esperanzas de que me hayan escuchado ayer empiezan a ser nulas.

Me paralizo cuando oigo la puerta, pero rápido reacciono y salgo de la habitación. Mi captor me sonríe al verme venir, está satisfecho con que lo vaya a recibir. Nada más alejado de la realidad, solo no quiero estar a solas en un cuarto con él, en especial si hay una cama. Aunque calculo que sospecha que ese es mi pensamiento.

—Buenos días, Magaly, me di cuenta que dijimos de conocernos y aún no tuvimos conversaciones triviales, todas fueron profundas. Me parece primordial que ambos hablemos de nuestros gustos, sobre todo para el séptimo día. Debemos estar preparados para lo que sea.

—Bien —digo no muy convencida—. ¿No me vas a decir tu nombre? Debes tener uno, ¿no?

Se ríe.

—Generarle una identidad a tu captor no me parece algo que debas desear ni necesitar. No necesitamos empatía entre nosotros, Magaly.

Trago saliva.

—¿No querías que nos conozcamos?

—Iniciemos por algo tranquilo. —Camina, agarra una silla y se sienta, luego hace una señal para que yo haga lo mismo—. Adelante.

Hago lo que me pide, sin soltar ni un segundo la tela que me cubre, entonces me siento a una distancia prudente.

—Listo.

—Me encanta que estés tan obediente —me felicita—. Aunque no puedo adivinar lo que estás pensando —opina sobre mi gesto sin expresión.

—Intento cooperar, ¿no es lo que querías?

Tal vez se aburra de mí si obedezco, y se termine retirando, entonces me daría más tiempo a solas, para poder buscar una salida.

—Estás muy silenciosa, pero en sí, en realidad no es lo que busco —contesta a mi pregunta y se acerca un poco a mi rostro—. Tú sabes que a mí lo que me interesa es tu incertidumbre, esas reacciones de miedo. Si cooperas sin reaccionar, ¿qué sentido tiene esto? Sin embargo, nadie puede en este tipo de situación decir que no siente nada o empezar a acostumbrarse a vivir de este modo, sobre todo porque es solo el día cinco. Todavía tienes esperanzas, es muy pronto.

Frunzo el ceño con angustia.

—¿No era que íbamos a hablar de conversaciones triviales?

—¿Qué colores te gustan? Decoraré la cama —declara de repente.

Quedo en shock.

—No sé.

—Supongo que el beige, eso llevabas puesto antes de tu llegada aquí.

—No... no lo recuerdo.

Siendo sincera, no me acuerdo cómo llegué aquí. Aunque ahora que lo menciona, es cierto, llevaba un saco y una falda de color beige. Mi remera era azul, me la regaló mi madre en un cumpleaños. Estaba yendo a una entrevista de trabajo, pero no recuerdo si asistí a esta.

—Yo... —murmuro.

—A mí me gusta el lila, como habrás notado, aunque el blanco te queda especialmente bien —me cuenta datos que ni me interesan—. Dime ¿Te gusta el romance? Yo soy medio tosco con esas cosas. Mi novia Keysi alguna que otra vez se ha quejado, porque solo me satisfago a mí. Es muy tímida y manipulable, así que me lo reprocha muy poco.

—¿Tu novia? —Reacciono—. ¡Tienes una novia! ¿Acaso no te das cuenta de lo que haces? Piensa en ella al menos.

Se ríe.

—¿Te pones feliz buscando mi conciencia? Pero no prestaste atención cuando aclaré que es manipulable y abuso de su timidez, algo que claramente puede decírtelo una persona perversa.

—Pe... pero...

Apoya su dedo en mi boca y luego lo aleja.

—Shh, tranquila, te lo explicaré. Keysi es como tú, pero de manera legal, podría decirse. A menos claro que se dé cuenta de mi abuso, pero es media tonta, ya sabes. De seguro tú te hubieras percatado, te ves más perspicaz y astuta. Aunque es probable que luego del día siete, empieces un poco a bajar la cabeza y te vuelvas tan aburrida como ella.

No debo dejar que me atemorice. Cierro los ojos al tomar aire y luego los abro, para tranquilizarme.

—¿Ya terminamos de hablar cosas triviales? —pregunto, pero suena más a un pedido para abandonar la conversación.

—Calentemos un poco esta charla: ¿te gusta por detrás?, ¿estar arriba?, ¿qué te aten?, ¿o quizás algunas nalgadas?

—No... no pienso responder eso, menos a un desconocido.

—¿A tu ex si se lo responderías?, ¿o a tu hermano borracho? Cuando tu madre vivía, ¿hablaban de estas cosas? Bonita expresión —aclara lo último al ver mi gesto de desconcierto—. Sí, estuve averiguando más de ti, ya que no me cuentas mucho.

—¡Ya basta, cállate! —exclamo, alterada—. ¡Eres un asqueroso, vete!

Me acaricia la barbilla, así que muevo mi cara para que no me toque.

—Puede ser, debería irme, para que tu mentecita siga intentando entender: qué haces aquí, si fue tu culpa o cosas como esas. La mente puede ser muy traicionera. Aunque deberías aprovechar, este es el gran momento de las preguntas, debemos saber todo de nosotros.

Presiono los dientes, angustiada, y sintiéndome impotente.

—Ya que hablas tanto de mi familia, cuenta de la tuya, ¿no? Tu madre debe estar decepcionada de ti.

Se ríe.

—No tengo padres, así que no, pero tengo amigos. Ni se imaginan que te mantengo encerrada en este sitio, piensan que voy a visitar a mi amante cuando les hablo de ti. Les cuento nuestros momentos más íntimos y se los creen, les digo sobre la culpa que tengo por traicionar a Keysi, y me dan consejos. Incluso algunos me regañan, pero otros quieren saber lo bella que eres, Magaly. Son unos tontos, imbéciles.

Mis ojos se abren en grande por el shock.

—Eres un enfermo, asqueroso.

—Ah, ¿Quieres seguir hablando de mí? Sabía que te encantarían mis anécdotas. Doy clases de vez en cuando. Le ofrecí a una alumna subir su nota a cambio de sexo y accedió. Curioso, ella también hace lo que quiero, como mi novia. Al final, todas las mujeres que conozco son iguales, solo me pregunto cuánto tiempo te tardarás en convertirte en una de ellas. Todo esto me parece muy divertido. Por eso disfrutemos estos momentos en que pareces una guerrera, ¿no?

No debí haber insistido ni cooperado en esta conversación, no llego a nada. Quiero que termine de una vez por todas, quiero que se vaya. Necesito que se largue y que me deje pensar tranquila. 

 

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Siete días de vulnerabilidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora