Capítulo 8

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Si los asuntos sin resolver son los más peligrosos, la indiferencia, tal vez es la (no) reacción más temida por los seres humanos. Se suele recurrir a ella como un mecanismo de defensa contra todo aquello que busca perturbar un estado de calma, no era lo más digno, pero tratándose de él, la palabra dignidad poco más valía.

Era aún oscuro cuando salió de la posada en la que se estaba hospedando, las palabras de su amigo lo golpearon de pronto, ¿Oportunidad para qué? No entendía con qué intenciones lo decía, aunque tampoco entendía por qué había reaccionado de esa forma, era solo una misión como las cientos de misiones que había realizado antes, no era nada del otro mundo, sin embargo; un sentimiento de intranquilidad se había posado en su pecho, como si tratara de advertirle que saliera de ahí, que diera la espalda y solo se alejara.

Las enormes puertas de Konoha se alzaban a su vista, una mujer con capa beige estaba recostada contra una de las puertas acompañada por dos ninjas que identificó de inmediato como los que hacían la guardia de la entrada principal a la aldea, un visible humo salió de los labios de la chica mientras se reía de algo que no logró escuchar, acto que le recordó el clima frío que estaba haciendo, aunque su cuerpo estaba bien acostumbrado a los diferentes ambientes, ese día en específico había sentido escalofríos recorrer su cuerpo de manera exagerada, no creía estar enfermo, pero tampoco atribuía sus espasmos al clima.
Sus pensamientos se disiparon cuando unos ojos jade se posaron en él, de pronto una mirada seria de nuevo lo hizo estremecer como si una ventisca lo hubiera envuelto.

-Buenos días- habló la joven con cortesía.

-Buenos días- contestó de forma automática.

- Bueno, es hora de partir, nos vemos- habló con una sonrisa mientras se despedía de los dos jóvenes que le hacían compañía.

- Cuidese mucho doctora- habló uno de ellos ignorando por completo al pelinegro que estaba ahí.

La pelirosa le dedicó una sonrisa que desapareció al dar la vuelta y emprender su camino.

-Si vamos a un bueno ritmo estaremos allí en unos seis días, he marcado la ruta más conveniente- dijo mientras le pasaba un mapa- probablemente ya has estado por esos lugares así que, si conoces otro camino que reduzca el tiempo puedes decírmelo e iremos por ahí- terminó de hablar esperando una respuesta pero sin detener los pasos.

- Esa ruta está bien, aunque hay otras opciones, suelen ser caminos de grupos renegados, lo mejor es evitar al máximo cualquier confrontación- respondió meditando las posibles alternativas mientras le devolvía el mapa.

- Está bien- dijo recibiendolo y guardandolo en la mochila.

Sin decir ni una palabra más ambos aumentaron la velocidad de sus pasos, aún era muy temprano y era mejor aprovechar la frescura de la madrugada, antes que el sol los obligara a ir más lento.

Llevaban casi dos horas de recorrido y la chica no había pronunciado palabra alguna, él por su parte tenía la intención de decir algo, pero francamente no encontraba algo adecuado que pudiera salir de sus labios, no estaba acostumbrado a hablar de más y era extraño que tuviera que hacerlo ahora, y más con sakura, ella era quien siempre hacia salir sus palabras no al contrario, además; no entendía qué le pasaba, si bien aceptaba que su compañera era todo un misterio que en pocos días había ido descubriendo, la última vez que hablaron se mostró con una actitud diferente. Nunca fue un experto con las mujeres, lo más cercano al lado femenino fue Karin, pero nunca le prestó mucha atención como para entender su comportamiento.

- Si seguimos este camino estaremos saliendo del país del fuego en cuatro días, al llegar a la frontera ¿crees que es mejor pasar por la montaña katsuragi o cruzar en barco?- habló por fin la chica.

Efecto MariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora