22.

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Solté otro gemido encima de sus labios, de esos carnosos y deliciosos labios. Sam rió suavemente y empezó a hacer los movimientos más y más lentos. Me di vuelta y volví a morder sus labios mientras él empezaba a sacar su mano y yo a desabrochar la bragueta de su pantalón.


– Me gusta el sexo de reconciliación.


– Me encantaría experimentarlo.


Metí mi mano para tocar su masculinidad y acariciarla de arriba abajo mientras admiraba sus gestos retorcidos. 


– Te has hecho mejor en esto del sexo – admitió mientras enarcaba la ceja.


– Se necesita de un buen profesor para aprender este tipo de cosas – dije sobre su rostro. 


Me sonrió pícaramente y apartó mi mano su miembro. Me besó y empezó a tocar mis senos por encima de la sudadera; la desabrochó y los pellizcó causándome una sensación de placer inmensa. Cerré mis ojos y me dejé llevar por las caricias de Sam, que me llevaban a experimentar cosas nuevas. 


– Extrañaba tocar tus senos. Los tienes hermosos – susurró. – La verdad es que extraño mucho estar dentro de ti, se me ha hecho como una adicción a tu cuerpo, es como si fueras mi propia marca de heroína.


– ¿Por qué me extrañas tanto después de un día? – pregunté interesada mientras me empezaba a desnudar frente a él.


– Tu entrada está ajustadita, tus senos redonditos y firmes, tu abdomen es el mejor abdomen que haya visto en toda mi vida, tus piernas están duritas y tienes una belleza sobrenatural. Si no fuera por mis reglas, me gustarías mucho físicamente – soltó.


– Yo no te extraño – admití. – No puedo extrañar a alguien que no conozco, que no tengo nada que ver con él y menos que no confío. 


– Auch, eso dolió – dijo mientras arrugaba el entrecejo y me sonreía de lado. – Lo bueno es que ninguno de los dos necesitamos del otro para nada, solo para sentirnos bien un ratito. 


– A veces me siento muy zorra contigo.


– ¿Por qué lo dices, chiquita? – preguntó mientras me ayudaba a quitarme el sostén.


– A veces me dan ganas de decir cosas tan vulgares como lo haría una de tus clientas, o de hacer cosas sucias contigo – me rasqué la cabeza. 


Mis senos quedaron desnudos y Sam, una vez más, los admiró.


– Anda, di cosas vulgares – me invitó.


– No, no quiero ser una más de tu lista.


Empecé a quitar mis braguitas dando brinquitos. 


– Créeme que nunca serías una más de mi lista. Eres diferente a todas.


Eso me interesaba. Sam estaba diciendo que era diferente a todas, igual y eso era algo bueno.

Sex Instructor - Sammy Wilk-CanceladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora