Me había dicho que me quería, Sam Wilkinson había admitido que me quería. Sonreí de una manera que me dio pena, que me dio vergüenza.
– ¿Qué? – pregunté asegurándome de lo que había dicho.
– Te quiero.
– ¿De verdad me quieres?
– De verdad te quiero.
Y supe en ese momento que no quería escuchar nada más, solo eso. Me conformaba con esas simples palabras salidas de la boca de Sam. Lo abracé por el cuello acercándome a su cuerpo, él hizo lo mismo y sentí el calor de su cuerpo viajar hasta el mío de una manera realmente espectacular. Ya no quería nada más, ni siquiera respirar, Dios mío, Sam me quería y lo había admitido después de bastante tiempo y de unas 30 veces que habíamos tenido sexo (exagero).
– Tengo que preguntarte algo – dijo alejándome de ese rinconcito en mi cabeza que me recordaba lo feliz que era.
– Dime.
– ¿Haz estado cuidándote? – preguntó con cara de espanto.
– Pastillas, claro. ¿Por qué? – pregunté insegura.
– No quiero que quedes embarazada, no estoy listo para cargar con un problema todavía – dijo con tono seco.
Sentí un golpe horrible en el estómago cuando dijo eso, aunque no sabía por qué, no pensaba tener hijos con nadie por el momento, y si lo hacía, era seguro que abortaría, no me quedaría con un bebé apenas teniendo dieciocho recién cumplidos.
– Bueno, estoy algo cansado. Ven – dijo señalando su regazo.
Me aventé a su cuerpo con delicadeza quedando atrapada entre sus brazos musculosos y su pecho marcado. Acaricié la línea de vellos que se le marcaba justo debajo del ombligo y sonreí. Esos vellos me causaban algo extremadamente excitante.
– ¿Te gustan? – preguntó algo divertido.
– Me fascinan.
Mordí mi labio inferior y subí la mirada para encontrarme con la de Sam.
– ¿Me das un beso? – le pedí como niña pequeña. Negó con la cabeza.
– Tú dámelo – reclamó.
– No – hice un puchero y le saqué la lengua.
– Ah, vamos, no seas orgullosa y dame un beso – bufó.
– Dámelo tú – paré la trompita esperando a que sus labios tocaran los míos, pero en lugar de eso sentí sus labios en mi frente. – Más abajito – le pedí, casi implorándole.
– ¿Ahí? – dijo besando mi nariz.
– Un poco más abajo – cerré mis ojos.
Ahora sus labios besaron la comisura de mis labios.
– ¿Ahí está bien? – preguntó.
– Vamos, sé que tienes mejor puntería.
Escuché una pequeña risa.
Y entonces sus labios tocaron los míos. Frenéticos y deseosos, los míos fueron devorando los de Sam con lentitud, pero con bastantes movimientos que invitaban a Sam a seguir.
– Oye... ¿Sabías que hoy tienes que ir a la escuela? – dijo sobre mis labios. ¿Por qué demonios hacía eso? Justo cuando íbamos a tener sexo nuevamente.
– ¿Enserio? Yo no siento como si fuera lunes.
– Créeme, lo sentirás en un rato.
Dejé de besarlo y me recosté en su regazo, no quería separarme de él.
– ¿Quieres que durmamos un rato y te despierto a las 6 de la mañana para llevarte a tu casa para que puedas...?
– ¿Puedes callarte? – le pedí algo desesperada. – Estoy disfrutando del calor de tu cuerpo y el sonido de tu corazón. No me interrumpas.
Cerré mis ojos y me perdí en el tamborileo del corazón de Sam. Simplemente caí en la inconciencia y no supe nada más de lo que había quedado en esa cama, en ese momento tan precioso más que el recuerdo. Había disfrutado de un buen sueño cuando a Sam se le ocurrió despertarme a besos a las 5 de la mañana para que fuera a mi casa a ducharme y alistarme para la escuela. Insistí mil veces en bañarme en su pent-house, pero dijo que no quería quitarme la privacidad de desvestirme en la bañera.
Hice un mohín cuando me dijo eso.
– ¿Lista? – bajó el periódico y se acercó a mí. – Te pusiste falda... – murmuró.
– Solo para ti – besé sus labios y me aparté de ellos de inmediato.
– Tu boca sabe muy bien – dijo con voz ronca.
– Nuevo enjuague bucal – anuncié mientras me acercaba a la puerta de la entrada.
Me subí al auto de Sam, a ese flameante y hermoso Audi que me había presumido desde el momento en que lo conocí. Acomodé mi falda cuando me senté de una manera que fuera tentadora para Sam, que al mirar su posición le dieran ganas de meter su mano y hacerme suya una vez más, pero a pesar de eso, no lo hizo, y debo admitir que aguantó todo el camino como todo un caballero.
– ¿Entonces? – preguntó inconcluso.
– ¿Qué? – le dije.
– ¿Quieres ser mi novia _______? – preguntó con un brillo en los ojos.
– Creí que ya había quedado claro.
– Bueno, quería asegurarme – sonrió inocentemente.
– Te quiero, amor – me acerqué a sus labios y los besé una vez más antes de bajarme del auto e irme a la agonizante y aburrida escuela de nuevo.
– Hey, ¿a dónde vas? – dijo antes de que pudiera abrir la puerta del auto.
– ¿A la escuela? – dije algo sarcástica.
– Tienes que esperar a que estacione el auto para acompañarte hasta la puerta – reclamó.
– ¿Es enserio? – chillé como niña pequeña con muñeca nueva.
Sonrió de esa manera que me encantaba: de lado y enseñando parte de su perfecta dentadura.
Avanzó con el auto hasta un lugar vacío. Cuando lo encontró tomó la bolsa de coach que llevaba en las piernas y se la colgó en el hombro, se puso sus ray-ban negros en los ojos y bajó del auto dirigiéndose a mi puerta. Tomé una bocanada de aire esperando creerme lo que estaba pasando.
Sam abrió la puerta de mi lugar y me invitó a bajar. Lo hice con tanto cuidado que me dieron escalofríos. Me repetí internamente que no era un sueño y respiré hondo antes de aceptar a tomar la mano de Sam que ya estaba ofreciéndomela cuando bajé del auto.
Le dediqué una sonrisa enorme, de esas que difícilmente salían de mi boca desde que había estado con Robert. Solo lo miré a él en todo el trayecto hasta la entrada, no quería ver a nadie más. Él era mi mundo ahora, era mi fantasía, mi sueño hecho realidad.
– ¿Te importaría si paso a recogerte en la salida? – me preguntó ofreciéndome la mochila en mi hombro delicadamente.
– No – sonreí inocentemente.
La mano de Sam tocó mi mejilla y besó mis labios tan suave que me sorprendió. Estaba siendo realmente amoroso. Sentí la mirada de varios ojos encima de Sam y de mí que, por un momento, no quise apartarme de la boca de Sam, pero tenía que hacerlo.
– Te veo luego entonces – dijo finalmente. – Te quiero, preciosa. Disfruta tu día – volvió a besar mis labios antes de dejarme ir.
– Te quiero – repetí después de la separación de nuestros labios.
– Vamos, entra – me invitó.
Seguíamos casi pegados el uno del otro. Volví a besarlo por última vez y me di vuelta para seguir con mi camino. Miré atrás y ya se había ido, y Robert estaba frente a mí. Me dedicó una sonrisa deprimente y siguió su camino. Deseé poder haber corrido e irme en ese instante. El mejor amigo de mi novio acababa de darse cuenta que estaba saliendo con su mejor amigo.
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Sex Instructor - Sammy Wilk-Cancelada
Fanfic"La primera clase es gratis" decía el letrero que había llamado la atención de ______. Se acercó a la puerta negra de madera. El cristal estaba sucio y pañoso. Jaló de la manga de su sudadera cubriendo la palma de su mano y limpió un poco el cristal...