Celo.

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Se sentó de golpe, siendo el calor y los fuertes dolores del celo lo que lo despertaron. Estaba sudando y los rayos de sol le molestaban en la cara. Observó a un lado para ver una gran ventana que daba vista a unos frondosos arboles que se movían con la suave brisa. Se sentía perdido y desorientado. Esa no era su casa, ni su cama...

—¿Mejor? —dijo alguien a su lado.

Jimin volteó a ver de quien se trataba. Un hombre alto, musculoso y de cabello azabache lo miraba con grandes ojos negros. Un delicioso aroma a pino inundó sus fosas nasales e hizo que su lobo lo arañara. Al parecer le había gustado mucho ese olor a alfa.

—¿Q-Quién eres? ¿En dónde estoy? —dijo Jimin, pasando el dorso de su mano por su cara.

Sus cabellos blancos se pegaban a su frente y sentía el sudor bajar por sus mejillas. El calor que sentía era horrible y la presencia de aquel alfa lo empeoraba todo. Su lobo se negaba a aceptar a los alfas de su manada pero ahora parecía estar desesperado por el tigre que lo observaba tan fijamente. Lograba ponerlo algo nervioso.

—Estás en mi casa —dijo él—. ¿No sabes quién soy, Minnie?

—E-Eres el tigre... —negó, recordando lo que había pasado antes de perder la consciencia. ¿Cuánto tiempo había pasado?

—No debiste pasar el río. Sabes que es territorio prohibido, ¿no es así? —sonrió. Jimin era tan lindo, le alegraba verlo de nuevo, pero algo le preocupaba.

—Pero no quería que ese alfa me tomara...

—Aquí no va a venir, eso es seguro.

—¿N-No vas a matarme?

—No tengo motivos, además... no mato a personas que conozco, aunque ya veo que no me recuerdas —caminó hacia la puerta del dormitorio, moviendo la punta de su cola de un lado a otro—. Que mal... que mal que lo hayas olvidado.

Jimin frunció el ceño, sin quitar su mirada de él. No conocía a ningún tigre y nunca había pasado el río. No entendía de que hablaba, tampoco se creía capaz de olvidar amistad como tal.

—¿De qué hablas?

—De nada, olvídalo —negó sonriendo. Jimin se veía confundido y con ganas de irse, mientras él se resistía ante la idea de tirarsele encima como un salvaje. Desde que lo había llevado a su casa, su olor a jazmín se había impregnado en cada rincón—. Come algo antes de que te vayas.

—¿En serio no seré yo tu cena?

Jungkook rodó los ojos: —Te ayudé, te curé, te di ropa limpia y te presté mi cama... ¿Aún piensas que voy a hacerte algo? Ya te dije, no le hago daño a conocidos. Que tú no me recuerdes es otra cosa.

—Yo nunca he hablado con un tigre, no te conozco... —lo examinó de arriba a abajo. Era guapísimo, a su lobo le encantaba, y de paso a él también, pero no podía gustarle alguien de quien ni siquiera sabía el nombre, ¿o si?

—No lo recuerdas, que es diferente. Solíamos jugar y charlar en el río.

Jimin se ruborizó al sentir que se ponía más húmedo de lo que ya estaba naturalmente por observar tanto al alfa. Volvía a odiar el hecho de ser omega, ¿por qué tenía que sucederle eso? Era tan vergonzoso.

—Debería irme ya.

—Como quieras, Jim.

—¡¿Cómo sabes mi nombre, psicópata?! —pero el tigre no le contestó, simplemente salió del dormitorio, dejándolo solo.

Su tigre lo arañaba sin pena alguna. Quería de Jimin. Deseaba regresar a ese cuarto y hacerlo suyo en aquella cama, pero debía controlarse si no quería asustarlo. Temía entrar en celo, perdía la cordura cuando lo hacía.

presa fácil  ᡴꪫ  kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora