Capítulo 22 • Promesas (I)

80 11 0
                                    

Al no obtener respuesta, Nathan se paró en seco. Fue entonces cuando pudo ver que estaba desmayada y empezó a ponerse nervioso.

Me recostó sobre el suelo, quitándome de encima la ensangrentada manta de la que colgaban mis pequeños y se puso a comprobar mi pulso.

- Rose, venga, no puedes dejarme. Después de todo, no puedes dejarnos -me suplicó Nathan mientras empezaba a hacerme la reanimación tras comprobar que no tenía pulso.

- Rose, desde aquel atardecer en el que te conocí en el bosque no he dejado de desear pasar toda mi vida contigo -me confesó entre llantos.

- Comprender por qué estornudas al oler las rosas o por qué mis bromas te parecen tan ingeniosas es sólo el comienzo de lo que quiero que sea nuestra historia. Una historia que crearemos juntos, con nuestros pequeños, en un mundo en paz, alejado de la guerra en la que estamos inmersos. Por eso mismo, Rose, no puedes dejarme ahora, no ahora que al fin te encuentro -me pidió entre lágrimas.

Pero yo no depertaba.

- Rose, mi vida, por favor... -sus ojos se tornaban cada vez más rojos mientras continuaba con la técnica del clapping.

Finalmente, un escozor en el pecho me hizo despertar. Era como si el pecho de Nathan estubiera ardiendo. Sentí prácticamente como si me hubiera quemado.

- ¿Rose? ¿Rose? -preguntó Nathan desconcertado mientras me abrazaba entre lágrimas.

Preocupado, no pudo dejar de abrazarme, pues había empezado a creer que me había perdido para siempre.

- ¡Me haces daño! -clamé dolorida.

- ¿Cómo? -preguntó desconcertado.

- Mi espalda, tus manos me queman -le manifesté asustada.

- No lo entiendo, ¿cómo puede ser? -se preguntó desorientado, apartando sus manos de mí.

- Tus manos... ¡fíjate! ¡están rojísimas! y tu sudor... ¡está hirviendo! -alerté extrañada.

- Debe de ser por los nervios que me has hecho pasar, porque yo no siento que tenga fiebre -consideró pensativo, olvidándose del tema.

- Si es por eso, tranquilo, aún tengo una cuenta pendiente y mis habilidades regenerativas creo que me van a dar un poco más de tiempo. No pienso dejarte antes de eso -le abracé con fuerza mientras una lágrima resbalaba entre mi mejilla, soportando las elevadas temperaturas en las que sorprendentemente se encontraba su cuerpo.

Una vez allí, pudimos entrar por el pasadizo que nos había indicado Cormac media hora antes. Sin embargo, todo aquello de los explosivos que me había contado Nathan no dejaba de rondarme en la cabeza, no pudiendo mantener mi conciencia tranquila al saber que Badru seguía en el laboratorio, entubado por sus problemas respiratorios, del mismo modo que Cormac y Blanche seguirían dentro, sin poder ser avisados de lo que les venía encima.

Y así, ya dentro del estrecho y corto pasadizo, encontré ese momento de tranquilidad y soledad que necesitaba tener con Nathan antes de despedirme de él y de mis tres pequeños miméticos de adorables sonrisas y aquejados lloros.

- Nathan, ahora que estamos aquí dentro y que nadie puede encontrarnos, necesito pedirte dos favores -le comuniqué con dulzura, disfrutando hasta el último instante.

- Rose, lo que necesites, pero vamos a salir de esta -me reiteró una vez más, mientras fruncía el ceño, no pudiendo aceptar que aquellos momentos fueran los últimos que pasaríamos juntos.

- Vale, necesito que coloques tus manos en mi espalda y que trates de abrir mi omóplato izquierdo, como si quieras partir el hueso. Sé que puede resultar repulsivo pero tienes que provocarme una abertura en la corteza de mi espalda -le expliqué.

Te Necesito (Vol I. Las Fronteras del Tiempo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora