Maldito Normie III

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Punto de vista de Miércoles.

Durante las siguientes semanas, quedamos Enid, Tn y yo en Jerichó ya que los permisos fueron mucho más permisivos siempre y cuando cumpliéramos unos requisitos que eran; notas, comportamiento y toques de atención en Jerichó. Era ya algo habitual y el joven ahora formaba parte del grupo. Enid y él eran muy cercanos, tuve que reconocer que tenía cierta envidia de que fueran capaces de utilizar con tanta soltura el teléfono móvil mientras que yo apenas sabía manejarme bien con el aparato.

—Voy un segundo al servicio—dijo Enid antes de levantarse y dirigirse al baño.

Yo miraba mi teléfono cuando toqué algo que no debía.

—Tn, ¿puedes ayudarme?—pregunté con dificultad.

—Ah, claro.

Se sentó a mi lado, estando muy cerca mío. Un olor a colonia me vino, me recordaba mucho a las flores del campo que tanto gustaban a Enid. El tomó mi celular y en un momento resolvió el problema antes de mirarme con esa sonrisa de dientes blancos.

—Si necesitas ayuda ya sabes—comentó—te ayudaré encantado.

—Gracias

—Oh, has dado las gracias

—Ni una palabra a Enid.

Enid regresó pronto del baño y se sentó de nuevo cuando Yoko y algunas chicas más llegaron. Le preguntaron si nos gustaría unirnos a ellas para ir de compras. La loba enseguida saltó de alegría pero Tn y yo nos negamos.

—Miércoles, ¿podemos hablar?—preguntó Enid.

—Que sea rápido.

Nos pusimos a un rincón apartado y hablamos en voz baja. Ellas esperaban afuera de la cafetería a que saliera la joven loba.

—¡Es perfecto!—aguantó su voz—tienes la ocasión para una cita.

—Enid...—empecé agotada de aquel tema.

—Oh venga, míralo—ambos dirigimos nuestras miradas, estaba tomando su café tranquilo—anda, aprovecha la edad que tenemos.

—No.


Punto de vista de Tn.

Las vi acercarse tras estar un rato hablando de algo que no alcanzaba a escuchar. Enid parecía insistir en algo cuando Miércoles alzó su puño, menudo carácter tiene la gótica. Aún así, me gusta mucho a pesar de que mucha gente le tenga miedo. Luego, al cabo de unos minutos, regresaron y Enid se despidió de mí.

—¿Qué pasaba?—pregunté con cierto temor de tocar herida.

—Enid es muy...imaginativa—dijo.

—Ah, ya...y muy colorida—comenté sonriente.

Luego vino el típico silencio de unos pocos segundos.

—¿Hoy no trabajas?—preguntó ella mirando el lugar.

—¿Tengo puesto el uniforme de trabajo?

—Touché.

Terminado el café y los dulces, salimos a caminar un poco. Me gustaba caminar, aunque Miércoles no era demasiado habladora. Pareció leerme la mente.

—Ya te lo dije pero...no soy buena socializando, hacer amigos...todo eso—no me miraba pero pude notar tristeza en su tono de voz.

—No te sientas mal—le dije—se te da bien pelear, estudiar, escribir...amenazar—me coloqué delante suya e imité sus golpes.

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