Capítulo 18. Calor 1/2

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Hyunjin despertó empapado en sudor y con el pulso acelerado. Miró su reloj, apenas había amanecido. Su pecho subía y bajaba al ritmo de su errática respiración y su piel ardía. En cuanto cerró de nuevo los ojos para tranquilizarse, las imágenes de aquel sueño volvieron a golpearle con una fuerza alarmante. Felix, él era el causante de su agitación. Felix y sus ojos brillantes, Felix y sus labios carnosos, Felix y su piel pecosa, Felix y su cuerpo esculpido, Felix y... simplemente Felix. No necesitó apartar las sábanas para darse cuenta del enorme bulto que se alzaba en sus pantalones. Sus manos hormigueaban con anticipación. Apretó la mandíbula, no era un adolescente hormonal, debía controlarse. Pero no podía y, en el fondo, sabía el motivo.

Descartó aquella idea, aún no era el momento, pero su lobo lo confirmó: estaba entrando en su calor. Se suponía que aún faltaban más de dos meses para su época de celo y a él nunca se le había adelantado. Aquello no era buena señal, no si no tenía a nadie con quién pasar el celo. ¿Podría Felix ocuparse de él? Decidió no pensarlo demasiado, no en aquel momento, al menos. La imágen de Felix se había grabado permanentemente en su cabeza, mientras su mano se deslizaba sobre su abdomen hasta rozar la cinturilla de los holgados pantalones de algodón gris. No llevaba ropa interior, y en ese momento lo agradeció. Su lobo gruñía anticipando el momento, un gruñido que se reprodujo en su pecho cuando por fin rozó con suavidad la sensible piel de su erección. Cerró los ojos y dejó volar a su imaginación.

Felix estaba sobre él, repartiendo dulces besos en sus labios, bajando por su mandíbula para acabar contorneando su cuello con la lengua. Hyunjin se limitaba a dejarse hacer, mientras sus grandes manos amasaban con deleite el redondeado culo de Felix. Los besos continuaron descendiendo, trazando un húmedo camino sobre su pecho desnudo. La respiración de Hyunjin estaba acelerada y sus largos dedos se enredaron entre las rubias hebras de Felix mientras el chico continuaba su sendero de locura. Los besos se detuvieron abruptamente en la cinturilla de su pantalón. Felix le miró desde abajo, la escena más erótica que Hyunjin había contemplado jamás. Sus ojos brillando con deseo, sus labios abultados y sus mejillas sonrojadas. ¿Cómo incluso en un acto tan sucio Felix podía parecer la criatura más pura e inocente del planeta? Hyunjin no lo sabía, él solo quería corromperlo.

Las pequeñas e inexpertas manos de Felix rozaron el hueso de su cadera antes de tomar la tela del pantalón y retirarlo lentamente. Felix observó su miembro erguido ladeando la cabeza con inocente curiosidad, y Hyunjin soltó un gruñido gutural cuando por fin sintió una lamida tentativa sobre la corona de su miembro. Felix probó, como un niño ávido de descubrir cosas nuevas, y Hyunjin solo podía observar excitado cómo la lengua de su alma gemela trabajaba en su erección. Cuando Felix se aburrió de lamer, comenzó a introducirlo poco a poco en su boca. Al principio no podía con todo, y con su mano acariciaba el sobrante pero, poco a poco, consiguió hacerlo desaparecer completamente en su boca. Hyunjin gimió. Aquello iba a volverle loco, la dulce boca de Felix subiendo y bajando de manera tortuosa en torno a su pene, sus ojos vidriosos y sus mejillas sonrojadas. Tenía el pelo alborotado ahí donde él había pasado su mano. El placentero ritmo de la boca aumentó mientras una pequeña y suave mano acariciaba casi con delicadeza los testículos de Hyunjin. No aguantaría mucho más. Felix sacó el miembro de su boca y le miró expectante, aún bombeando con su diestra.

— ¿Lo hago bien, alfa?

Entonces, Hyunjin se corrió con un grave gemido, echando hacia atrás su cabeza y con la imagen de Felix aún rondando sus pensamientos.

Volvió a la realidad, estaba solo en la habitación, con el único sonido de su respiración descontrolada. Nunca pensó que pudiera imaginar tan vívidamente cómo sería el Edén. Aun así, cuando consiguió normalizar su ritmo cardíaco, comprobó que aquello no había servido para nada. Su miembro seguía erguido, su lobo enfadado y él, más excitado que antes si es que eso era posible.

No lo pensó mucho cuando se vistió corriendo y subió a su moto, simplemente dejó que sus instintos le guiaran. Quizás luego se arrepentiría. Felix debería haber salido ya hacia el instituto, pero algo le decía que aún estaba en casa.

Cuando llegó a su calle, un embriagador aroma volvió loco a su lobo, sus manos se apretaron con fuerza en torno al manillar de su motocicleta. Nunca había olido nada tan intenso ni tan excitante. Olía a vainilla y a canela, y a sexo y lujuria, olía a hogar y olía a... omega.

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