Nos encontramos con Mike y los gemelos en el patio de comidas para el almuerzo. Es el momento que he estado esperando. Mini versiones de mis restaurantes favoritos todos alineados. La luz al final del túnel de compras. Me muero de hambre. Ellos ya están en la mesa, los gemelos recogiendo sus tiras de pollo y patatas fritas, y Mike con una hamburguesa con queso, aros de cebolla, y su teléfono... descargando periódicos para más tarde, sin duda. Junto a su bandeja hay una ensalada, todavía cubierta.
—¡Ann! ¡Ann! —Libby menea sus dedos frente a mi rostro. Un dedo tiene un anillo de plástico rojo de gran tamaño en él—. ¿Ves lo que papi me compró?
—Síp. —Como si me importara.
Mike se pone de pie y besa a mamá.
—¿Se divirtieron chicas?
—Uh-huh —digo—. Montones.
Mike mira a mamá. Ella le da una mirada de te-lo-diré-más-tarde.
Judd saca una pelota de goma azul marmoleado de su bolsillo.
—Mira. Yo obtuve esto. Rebota realmente alto.
—Genial —digo con sarcasmo.
—Sé amable —advierte mamá.
—Te conseguí esa ensalada con fresas —le dice Mike a mamá—. Y antes de que digas nada: sí, la vinagreta de frambuesa libre de grasa está a un lado.
—¡Oh, mi héroe! —Ella se sienta y hace estallar la tapa de plástico de la ensalada.
Mike me da un billete de veinte dólares.
—No sabía lo que querías. No eres tan predecible como tu madre. —Sonríe.
—Gracias. —Camino hacia la cabina de Napanelli, contenta de que Mike no sólo me ordenó una hamburguesa con queso, como a veces hace.
Antes de que esté fuera del alcance del oído, Mike le pregunta a mamá:
—¿Entonces? ¿Compraron algo?
Desde la cola, puedo ver que mamá está hablando a mil por hora. No necesito escuchar lo que está diciendo. Lo sé. Ella le está diciendo cómo se ofreció a comprarme cualquier traje que quisiera, incluso uno que no me quedaba, como incentivo. Cómo fui imposible de complacer. Cómo me alejé y puse mala cara. Cómo desaparecí y no respondí mi celular cuando ella llamó. Cómo no aprecio todo lo que ella intenta hacer.
Yo sí lo aprecio. Sólo desearía que no lo intentara con tanta fuerza.
Un grupo de chicos de la escuela se encuentra en otra mesa en el patio de comidas. Ellos saludan. Saludo con la mano y sonrío en respuesta. Si estuviese con Cassie, iríamos hasta allá y nos sentaríamos, sin lugar a dudas. Cassie es extrovertida: siempre poniéndose a sí misma en el centro de atención, ya sea que la gente la quisiera ahí o no.
Mamá "ojo de águila" se da cuenta y me hace señas para ir allí. Desearía que dejara de presionarme. No voy a ser una desesperada aspirante que se pega firmemente a las personas y se congracia en las conversaciones. Prefiero comer el almuerzo con mi familia en el centro comercial que andar pegada a personas que no me invitaron.
Finjo que no veo a mamá. La cola se mueve unos centímetros hacia adelante. Una chica —pelirroja, de unos diez años o menos— y un hombre —probablemente su padre— están por delante de mí. Yo tenía su edad la primera vez que conocí a Mike, justo aquí en el patio de comidas.
Acababa de tomar un bocado de mi pizza de pepperoni y me había quemado la lengua cuando él se acercó y abrazó a mamá. Tony quería darle un puñetazo desde el primer momento, pero yo estaba demasiado ocupada pescando en el hielo de mi gaseosa para calmar mi lengua como para darme cuenta de inmediato de lo que estaba pasando. Ella le había vendido la casa en la que vivimos ahora, y él la invitó a salir. Ellos habían salido por semanas antes de que Tony y yo lo conociéramos. Mike era todo sonrisas y nos compró helado después del almuerzo. Un año más tarde, se casaron, y ya no teníamos a mamá para nosotros solos.
Miro el menú y trato de decidir. No lo que quiero comer. Eso ya lo sé: un gran pollo a la parmesana con palitos de pan extra. Estoy tratando de decidir si vale la pena la mirada de mamá de realmente-quieres-todo-eso.
Tal vez debería pedir una ensalada. Según Slimmer You, el manual de dieta que he leído de principio a fin miles de veces desde que tenía diez años, "cuando se come fuera, siempre se debe pedir con la cabeza y no con el estómago. No permita que el hambre intimide su sentido común."
La cola se mueve. La chica ordena pizza de pepperoni. Quiero decirle que deje que se enfríe antes de que le dé un mordisco, pero no lo hago.
En la mesa Mike está limpiando sus pantalones con una servilleta, y mamá y los gemelos se están riendo. La familia Logan: Mike, el abogado local que se prepara para su segunda carrera en la Cámara de Representantes de Michigan; su encantadora esposa, Suzanne, ganadora del Agente del Año del Condado Jackson el año pasado, y sus adorables gemelos rubios de cuatro años de edad, Justice y Liberty. De alguna manera esta Antoinette Galardi de cabello castaño no encaja en esa imagen perfecta. Sobre todo ahora que Tony está fuera de la escena.
Entonces veo algo que no había notado antes. Sólo hay cuatro sillas en la mesa.
—¿Puedo ayudarle? —La persona detrás del mostrador me está hablando.
—Um, sí. —Vuelvo a mirar hacia la mesa.
Los Logan. Cuatro sillas. Todas llenas.
—Sí. Pediré un gran pollo a la parmesana con palitos de pan extra. —El hambre empuja al sentido común al lodo.
—¿Algo más?
—Sí. Un trozo de quesadilla de fresa. —Y la patea mientras está en el suelo.
—¿Eso es para comer acá o para llevar? —pregunta.
Miro hacia atrás. Mike está tirando el pollo apenas probado de las niñas, y mamá está alejando su ensalada. Casi puedo escucharla diciendo que no podría comer otro bocado. Por supuesto que esperarán por mí, y me apretujarán en otra silla, pero no quiero que lo hagan. Tengo que salir de allí. Lejos del centro comercial y lejos de ellos.
—Para llevar —digo—. Gracias.

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45 pounds
AléatoireAquí están los números de la vida de Ann Galardi: Tiene 16 años. Y es talla 17. Su perfecta madre es talla 6. Su tía Jackie se va a casar en 10 semanas, y quiere que Ann sea su dama de honor. Así que Ann toma una decisión: Es hora de perder 20 kilos...