[Capítulo 1]

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Ciara

Mi dedo se hundió en el botón de la máquina de café. Después de mis dos semanas de vacaciones al año, me tocaba volver a la rutina durante otro año más. Solté un largo suspiro desde lo más profundo de mis pulmones y miré la hora en mi reloj digital.

Eran las seis de la mañana y las calles seguían bajo la oscuridad de la noche, aunque los faros de los coches de los trabajadores le daban algo de vida. Bueno, si a eso se le podía llamar vida.
Parecíamos hormigas obreras.

Dejé el café sobre el mármol de la encimera para que se enfriara y empecé con mi primera tarea del día, una de las más complicadas.

Despertar a mi hija Layla.

Subí las escaleras hasta el ático, sala de la que por supuesto se había apoderado y toqué su puerta. Al no recibir respuesta, decidí entrar sin su consentimiento, encontrándola durmiendo en forma de estrella, envuelta en sábanas.

—Layla —la llamé por las buenas.

Y así unas cinco veces. Nada. Si no fuera porque veía como su pecho subía y bajaba, juraría que estaba muerta.

Saqué el silbato de mi uniforme y empecé a pitar hasta que Layla empezó a refunfuñar.

—Levanta, bella durmiente —animé en voz alta.

—Joder, mamá —abrió los ojos y me dedicó la primera mirada asesina del día —. Te he dicho mil veces que no uses esa mierda conmigo.

—Cuida ese lenguaje señorita —fruncí el ceño —. Levanta y desayuna rápido, no tenemos todo el día.

—¡Son las seis de la mañana! —gruñó.

—Bueno, vale, está bien —sonreí para mi misma, con superioridad —. Entonces supongo que no querrás churros con chocolate.

Se levantó como si la acabaran de resucitar y ni siquiera se molestó en quitarse la baba antes de ponerse las zapatillas.

—Te adoro mamá —me abrazó, dejando todo su peso sobre mí —. Muchas gracias.

—Ya, ya, ahora me quieres ¿no? —le di unas palmaditas en la espalda.

—Sabes que te quiero. Incluso cuando me tiras un vaso de agua por la mañana para que despierte.

—Eso espero —me encogí de hombros.

Bajé junto a ella hasta el comedor y nos sentamos para desayunar tranquilamente mientras veíamos las noticias.

—¿Estás nerviosa por tu primer día en la Universidad? La Universitate Bella Fortuna no es cualquier cosa, vas a encontrarte a gente de todos los tipos.

—Mamá por favor. Lo peor que me puede pasar allí es que algún niño de mamá y papá me pida mi usuario de Instagram.

Reí ante su indiferencia.

—También estarán hijos de algunos capos de la mafia —recordé.

Justo como si de un cliché se tratase, en las noticias apareció la información de un robo en el banco central de Portofino, la ciudad en la que vivíamos.

—No saben hacer nada sin mí —gruñí mientras veía al cuerpo policial lamentándose en la retransmisión por haber hecho un horroroso trabajo.

"Se sospecha que los participantes del robo pertenecen a la famosa organización de criminales. Los Zenin"

Perdición | Toji Fushiguro × OC | +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora