[Capítulo 2]

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Ciara

Otra noche más me levantaba para vomitar hasta que me dolían los músculos. Llevaba más de 15 años así, con su cara siendo la dueña de mis pesadillas, atormentándome hasta revolverme el estómago. Me esforzaba todos los días en convencerme de que todo había acabado para superar el trauma, pero solo conseguía empeorar.

No podía superarlo.

Me volví a incorporar, sintiendo como mis piernas cedían ante mi peso. Abrí el grifo y me enjuagué la boca antes de lavarme los dientes, mientras seguía dándole vueltas a mi pesadilla.

Aunque sonara raro, estaba acostumbrada a todo esto. Apenas dormía, y cuando lo hacía, tampoco lograba descansar. La falta de sueño y el mal humor se habían convertido en una parte de mí y me tocaba vivir con ello.

Bajé las escaleras hasta la cocina, arrastrando los pies, y me preparé el primer café del día.
Salí al jardín a tomármelo. Aún era de noche y ni siquiera se escuchaban los coches pasar. El silencio me ayudaba a relajarme, al igual que el tabaco.

Mi adicción a la nicotina era una de las cosas que más me avergonzaba, pero llevaba tantos años fumando que ya era casi imposible dejarla. Siempre tenía que fumar fuera de casa, ya que Layla parecía tener el olfato superdesarrollado y odiaba el olor a tabaco, y ni hablemos de todas las veces que me ha regañado por ello.

Expulsé el humo por la boca en forma de liberación, como si eso fueran todos mis miedos y el viento se los llevara con él.

El sonido de la puerta abriéndose me hizo dar un pequeño brinco, como si me hubieran pillado haciendo algo que no debía. En parte, era así.

—¿Otra vez? —preguntó Layla, la cual acababa de despertarse.

Estaba apoyada sobre el marco de la puerta, con los ojos entreabiertos y su melena negra despeinada.
Al parecer, había vuelto a escucharme.

—Sí —asentí con algo de amargura —. Pero no hace falta que te despiertes cariño, puedes seguir durmiendo. Aún quedan dos horas para que empiecen las clases.

—No, déjalo. Estoy bien —aseguró.

Caminó hasta mí, haciendo ruido con sus zapatillas de estar por casa que tenían forma de conejito.
Se las compré en su cumpleaños número quince y aún seguía usándolas. Se sentó a mi lado y me quitó el cigarro de la mano, apagándolo en el cenicero.

—Deja de fumar —gruñó.

—Lo intento —le pasé uno de mis brazos por sus hombros, pegándola a mí.

—No lo suficiente —replicó.

A pesar de estar enfadada, apoyó su cabeza en mi hombro y me abrazó por la cintura.

—Veo que se te ha pasado el enfado —bromeé, acariciando su cabello.

—No del todo —bufó.

—¿Puedo preguntarte por qué te enfadaste? —inquirí, con una sonrisa —¿O moriré en el intento?

—Ya has hecho la pregunta —recalcó —Pero bueno, te lo diré.

—Te escucho —la animé a hablar.

Su cara se entristeció un poco antes de hablar.

—No me gusta Dante —soltó la bomba.

En ese momento, se me pasaron muchas cosas por la cabeza hasta darme cuenta de lo que realmente significaba eso.

—Layla —llamé su atención —. No voy a salir con Dante.

—Pues parece que sí. Últimamente estáis siempre juntos, y si no fuera porque él tenía unas reuniones oficiales, te lo habrías traído de vacaciones con nosotras —espetó.

Perdición | Toji Fushiguro × OC | +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora