[Capítulo 7]

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Ciara Salerno

Caminé hasta Dante, que me esperaba en la puerta de la comisaría. Le sonreí a lo lejos, gesto que devolvió al instante.

—Por primera vez en años, llegas tarde al trabajo, principessa —me envolvió en sus fuertes brazos.

—Ya, bueno, me está costando compaginar las clases de Layla con el trabajo —me excusé.

No iba a decirle que había perdido 10 minutos por estar discutiendo con Toji Fushiguro.

—Es normal —se separó de mí —. Yo no puedo estar más agradecido con la obsesión de Stefan por los coches. Desde que se sacó el carnet, prácticamente ni lo veo.

—Layla también tiene carnet, pero no quiere coches, solo motocicletas y ya le he dicho que ni hablar. Si con un coche ya era peligroso, pues imagínate con una moto.

Dante me contestó con una risa.

—Oye, vamos al despacho —señaló el interior de comisaría con la cabeza —. Tenemos que hablar de temas oficiales.

Abrí los ojos al escuchar la palabra en clave y no dudé en seguirle hasta el despacho. Una vez allí, él se sentó en el sillón, mientras que yo preferí quedarme de pie. Habíamos cerrado con llave y bajado todas las persianas para asegurarnos de que no pudiera haber nadie escuchando.

—¿Qué ha pasado? —quise saber.

Dante me extendió un par de fotos, dónde se veían a varias personas deambulando por el banco central de San Marino.

—Esos tíos han pasado como 15 veces por el banco. No han hecho ningún pago o transferencia, nada.

—¿Insinuas que tienen pensado robar el banco? —pregunté sin dejar de mirar las imágenes.

—Efectivamente —bufó —. El problema es que no sabemos cuando, y San Marino nos pilla bastante lejos.

—Apuesto por el sábado —comenté —. Sobre las siete de la tarde ya no hay tanta gente dentro, pero la suficiente como para poder conseguir rehenes para negociar con la policía. En cuanto a por qué he elegido ese día, es porque es el día que más trabajo tengo, así que pensarán que no me presentaré allí.

—Me encanta como piensas —admiró.

—Lo sé —le sonreí orgullosa.

Dante guardó las fotos en un sobre y las dejó sobre mi escritorio.

—Entonces ya está todo aclarado.

Asentí y tomé asiento en mi sillón. Por desgracia, hoy tenía turno de atención de denuncias.
Me tensé al notar como Dante se colocaba a mi lado.  El calor de sus brazos traspasó el uniforme y sentí su barba de apenas un día rozando mi mejilla.

—Dante —dije, sin mirarlo —Tienes turno de patrullaje.

Emitió un leve gruñido tan cerca de mi oído, que me costó concentrarme en encender el ordenador.

—Llevo mucho sin verte, princesa —susurró sobre mi cuello —. Deja que me quede.

Por mucho que esto pareciera un coqueteo más que obvio, en cierta parte, no lo era. Dante y yo habíamos desarrollado una confianza ciega con el paso de los años, hasta tal punto, de que muchas veces Dante dormía en mi casa. Sí, en mi cama, pero nunca había pasado nada.

Ni un solo beso.

En el fondo, entendía a los medios. Mentiría si digo que entre Dante y yo no han habido insinuaciones cuando ibamos un poco bebidos, o que no han habido besos más cerca de los labios de lo normal.

Perdición | Toji Fushiguro × OC | +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora