2. Salvada por la campana

10 2 3
                                    

El olor a café recorre toda la casa mientras Juan acaba de preparar unos batidos de yogur y fruta. Sentada en la mesa aún no consigo del todo volver a la realidad, no sé del todo si estoy triste, enfadada o decepcionada.

-Hay algunos vecinos que ya me han comentado de llamar a la policía -dice Juan aún dándome la espalda-. Saben que tu madre no es una persona que esté muy bien de la cabeza como suelen decir ellos pero ya les cuesta no preocuparse por tu bien.

-Juan da igual cuantas veces me lo digas, no voy a llamar a nadie ni quiero que nadie llame a la policía. Menos aún sin saber si me recogerán los servicios sociales o me quedaré con mi padre o qué pasará en el momento del juicio. No tengo nada de ganas de pasar por ahí.

-Pero sabes que yo no siempre podré acabar salvandote, ¿verdad?

Es una pregunta que llevamos meses ignorando. Dentro de poco cumpliré 16 y eso cambia las cosas a nivel legal, y a nivel mental también. Antes Juan aún me trataba como una niña, ahora ya no hay cabida para ese tipo de trato.

-No puedo iniciar ningún proceso judicial si ni siquiera tengo amigos en los que apoyarme -hablo ignorando su pregunta-. Sería gracioso encima si llamasen a la policía y fuese mi padre el responsable de sacarme de casa o arrestar a mi madre…

Sé que las cosas no funcionan así pero siento que todo puede ir muchísimo peor y no tengo ganas de eso. Juan suspira y se acerca para sentarse a mi lado con su taza de café.

-Lo siento ___. Me cuesta mucho verte así y quedarme con los brazos cruzados.

-Lo haces lo mejor posible. Pero tengo mucho miedo de que las cosas solo empeoren. Puede ser que si llamo a la policía o algo no te vuelva a ver.

-Eso no va a pasar. Siempre que mi trabajo me lo permita yo estaré contigo, vale? Solo que… No sé hasta cuando me quedaré aquí. Es posible que me trasladen.

-Aún no me has contado de qué trabajas -digo con una pequeña risa.

-No necesitas saberlo.

-Ni que fueras un agente 007, un espía del presidente -me rio observando como gira su café.

Juan se rie también y le da un sorbo, provocando que acompañe mi mirada junto a la taza y le mire a la cara. Me limpio los ojos y las lágrimas con las mangas de la sudadera y suspiro una vez más.

-Hablando de trabajar, tengo que encerrarme en mi despacho a acabar unas cosas. Me avisas cuando tengas hambre. Si necesitas algo…

-Te tumbo la puerta de un portazo y te grito que la casa se quema -le interrumpo.

Su despacho siempre ha sido la única habitación que no he visto nunca, solo sé que no tiene ventanas y se ve una luz azul desde dentro. Juan siempre me ha prohibido entrar sin su permiso y siempre que necesitase algo me pedía que llamase a la puerta suavemente y dijese su nombre, pero es verdad que a la hora de recordarmelo me gusta exagerarlo.
Ante la soledad en la que me ha dejado Juan, procedo a sentarme delante del ordenador del salón que tiene instalado. No tengo muy claro qué es lo que me ayudaría ahora mismo, me gustaría evadirme completamente pero sé que en un momento de paz como éste podría también aprovechar para hacer cosas del instituto. Al querer mirar la hora me doy cuenta que me he olvidado el móvil en la cocina de mi casa y siento un pinchazo de frustración, ya que sin él no me acuerdo qué tareas en concreto debo de hacer para la semana que viene.
Al encender el ordenador me doy cuenta que Juan ha instalado unos cuantos videojuegos más de los que le hablé y eso me saca una sonrisa. Es sorprendente como este señor a pesar de no ser ningún familiar me escucha más que nadie y está atento a todas mis conversaciones.
Pasada aproximadamente una hora probando uno de los juegos noto como Juan se me acerca por detrás.

Realidades Soñadas (Youtubers y Tú) T1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora