8. El porqué

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De nuevo, no recuerdo nada, y el cuerpo entero me pesa. La sensación es como si fuese un lunes a las 7 de la mañana con el sol recién saliendo, notando la diferencia entre la temperatura fría de fuera y la calidez de las sábanas. Lo que hace cuestionarme donde estoy es el no estar abrazando una almohada mientras estoy durmiendo, como normalmente suelo dormir en casa. Mis ojos se abren poco a poco y me doy cuenta que no reconozco el sitio. Observo extrañada la habitación entera, las mantas son perfectamente limpias, blancas y suaves, las lámparas de luz tenue y con forma de tubo se posicionan a los laterales de la cama iluminando solo la mitad de la habitación. Mi ropa sigue siendo la misma, lo que me lleva a sentirme bastante sucia y a la vez no ser consciente de qué día ni hora es, ni tampoco en qué casa o habitación estoy. No hay ventanas y eso me despierta cierta preocupación, a pesar de eso me dirijo hacia la puerta sin importar mucho las posibles consecuencias.
La puerta no emite ningún ruido, aunque sí el manillar, me recuerda de hecho un poco a esas puertas perfectas que venden en el Ikea, recién pintadas oliendo a nuevo. Al salir me encuentro con un infinito blanco e iluminado. Tanta luz me obliga a entrecerrar los ojos y rascarmelos. A mi derecha oigo unas risas y voces familiares, y al girar la cabeza les veo a todos, juntos, como si estuvieran sacados directamente de un vídeo y los pasasen por un filtro de 3D. Ellos dejan de hablar y me miran, expectantes.

-Me están tomando el pelo -digo por lo bajo pero aún así ellos me oyen y se ríen.

-¿Qué tal te encuentras ______? -me pregunta Luzu

Una pregunta tan simple me descoloca bastante más de lo que me esperaba. Ya no solo por el peso de la pregunta, entendiendo entre poco y nada de qué ha pasado en las últimas horas, sino sobre todo porque me la hace Luzu. Me quedo unos segundos pensando y asimilando la situación hasta que veo que todos me miran esperando mi respuesta.

-Emm… viva, supongo -contesto empanada y los chicos se ríen un poco.

-¿Tienes hambre o algo? ¿Quieres algo de la mesa? -acompaña Lana la conversación.

Dudo, pensando realmente si tengo hambre pero mi estómago contesta por mi y los demás vuelven a reír.

-No me voy a negar.

Empiezo a acercarme a pasos pequeños, tímida, hacia la mesa con todos. Veo además una pantalla enorme a mi izquierda con el juego del FIFA en pausa. Hay una máquina enorme debajo con muchos botones y algunos cables desordenados por encima. La mesa está llena de latas y refrescos y algunos platos con comida básica y chatarra. Al ver el jamón con queso mi mano automáticamente me tira poseída a coger varios trozo y ponerlos encima de los pequeñas rebanadas de pan. Veo como alguien me sirve un vaso de agua y al levantar la cabeza veo a Rubius. Dejo de masticar y parpadeo varias veces.

-Tú sigue comiendo y no nos hagas mucho caso -me dice pasándome el vaso.

Yo lo acepto y me siento en una de las sillas a seguir comiendo. A medida que mi estómago se llena soy más capaz de analizar la situación. A mi lado derecho están sentados Luzu y Lana hablando en inglés de sus cosas, estando la pierna de Lana encima de la de Luzu, a mi otro lado está Rubius con la capucha puesta y recostado en el respaldo de la silla observando el partido de FIFA y mirando su móvil de vez en cuando. Repartidos por la mesa está también Willy, Vegetta y Mangel observando también el partido que juegan Alexby y Staxx. Aún estando en un espacio supuestamente seguro y rodeada de gente que llevo años viendo, me doy cuenta que me siento pequeña, desprotegida y de personas que realmente no sé si son reales. Mi inconsciente me dice que me alegre, que estoy rodeada de personas que admiro y que salte a darles un abrazo, pero me siento bloqueada con las piernas subidas al pecho intentando abrazarme a mi misma para sentirme un poco menos ansiosa y más presente de la realidad.

Realidades Soñadas (Youtubers y Tú) T1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora