3. Ah, que son de verdad...

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Vuelvo a tener esa sensación de no querer levantarme, la pereza me retiene en la cama y noto mi cuerpo entero mucho más pesado de lo habitual y supongo que es normal, ya que parece ser que no me encuentro en mi habitación. Oigo algunas personas caminando a mi lado y siento como si estuviese desplazándome sobre ruedas. Las voces por ahora son irreconocibles y mis ojos me sigue pesando al intentar abrirlos. 

-Parece ser que está despertando. Diga el nombre de la niña -habla una voz femenina

-_____ _____ ______, 15 años.

Reconocí la voz de Juan al instante y eso me ayudó a abrir un poco más mis ojos. 

-Tranquila, ahora en poco te vas a poner bien -me dice Juan en voz baja. 

Le veo preocupado a pesar de que su tono de voz es el de siempre. Mi reacción automática es sonreir. No sé dónde estoy ni cómo he acabado aquí, pero sé que estoy bien acompañada. Poco a poco me van llegando pequeños recuerdos de lo que ocurrió y decido no darle mucha importancia y pensar que era un sueño, aunque sigo sin encontrar explicación de cómo he acabado aquí. 

Me posicionan con la cama en una habitación con una luz desagradable y paredes amarillas. 

-¿Cuándo se va a recuperar? -pregunta Juan a la enfermera. 

-Le tenemos que hacer unos exámenes y unos análisis, puede esperar en la sala de espera si quiere. 

Veo como Juan me mira indeciso. La doctora al ver abrirme los ojos se acerca aceleradamente y me revisa las pupilas con una linterna pequeña. 

-¿Puedes hablar cariño? ¿Me dices tu nombre? 

-_____ -contesto sin mucho ánimo. 

La doctora deja de examinarme y se lleva a Juan fuera de la habitación y cuando entrecierra la puerta vuelvo a verle detrás de ésta: Rubius. Lleva una gorra y una capucha y se nota que está nervioso. 

-No me has congelado de milagro niña -dice mientras se acerca. 

-No existes… No puedes estar aquí -hablo con las pocas fuerzas que tengo. 

Él ignora mis palabras y apoya mi brazo sobre el suyo, me mira el pulso y me revisa la frente con la palma de la otra mano. No acabo de entender qué clase de examinación es ésta pero ya estoy negada a creer que esto no está siendo real, extremadamente real. 

-¿Quién eres? -pregunto un poco asustada. 

-Para que preguntas si ya lo sabes -me quedo mirándole con los ojos lo más abiertos posibles esperando una respuesta-. Rubius, no soy una alucinación -dice mientras sigue examinando mi cuello y brazos. 

Al revisar los brazos se detiene y observa las cicatrices que encuentra. Me dirige la mirada y yo me limito a sacarle el brazo entre sus manos y taparlo con la manga de la sudadera. 

-Te has desmayado, por un shock… emocional digamos. Necesito sacarte de aquí pero… 

-Lo único que estás haciendo es asustar a la chiquilla- al girarme hacia atrás veo a Mangel dirigiéndose hacia mí desde el otro rincón de la habitación. 

Yo ya no doy crédito a lo que veo y me sobresalto en la cama alejándome de los dos. Mi respiración vuelve a entrecortarse y me siento más ansiosa que nunca. Y luego calma. Pienso en que si de verdad son ellos, puedo apoyarme en ellos como lo he hecho durante todos estos años, pero mi mente me sigue gritando que debo encontrar una explicación lógica a todo lo que está pasando. 

-Por qué estáis aquí? Cómo habéis llegado aquí? No estabais hace 3 minutos y no podíais entrar sin que…

-Para, para, para -me interrumpe Mangel-. Primero voy a hablar con este imbécil y luego si quieres te resolvemos todas las dudas- se dirige hacia Rubius y levanta la mano cerrando la puerta a distancia, lo que definitivamente me asusta más-. ¡¿Pero tú eres gilipollas?! ¡Acabas de literalmente romper todas las reglas y encima no has avisado a nadie!

-Literalmente si no hubiese intervenido se hubiese tirado por la ventana. ¿Prefieres eso o qué? -Rubius empieza también a elevar la voz defendiéndose mientras en la puerta suenan golpes de la doctora y Juan, piensan que la puerta se ha atascado. 

-Mínimo nos tenías que haber avisado pedazo de tonto. Que eres tonto, de verdad… 

-Te lo vuelvo a repetir, ¡ya no había más tiempo ni me daba tiempo a avisaros! Ella ya ha despertado, ya es tarde igualmente. 

-¡Pero es que me da igual! Porque encima es imposible, mínimo teníamos que esperar hasta los 16!

Mientras Mangel y Rubius discuten, mi respiración se sigue acelerando y mi cabeza no deja de gritarme cosas. No entiendo cómo he llegado hasta aquí y no entiendo de qué están hablando. Detrás de mí siento que el frío me recorre la espalda y avanza por todo mi cuerpo como si me estuviera congelando, hasta que veo que, efectivamente, las paredes a mi alrededor se están congelando produciendo escarcha y niebla. Los chicos automáticamente dejan de discutir y se giran para ver el panorama. 

-Dios… mio… -exclama Mangel mientras Rubius viene corriendo hacia mi. 

-Dame ambas manos, apoya los brazos sobre los míos, mírame -ordena Rubius mientras me toca uno de los brazos y me gira la cabeza con la otra mano. Mi pánico poco a poco disminuye y tengo la sensación de que el aire se siente más ligero, o como si hubiesen sustituido mis pulmones por otros, más potentes y más sanos. Mi cuerpo se va destensando y relajando mientras el hielo va desapareciendo-. Muy bien, sigue así -ahora no entiendo cómo ni porqué pero quien siente dolor es él. 

La habitación deja de congelarse, y a pesar de los golpes en la puerta siento que a mi alrededor lo único que hay es silencio y paz. Me siento relajada y… en paz. No hay otra palabra que exprese mejor que eso. Me siento… bien. 

-Tenemos que llamar a Vegetta -dice Mangel aún con la boca entreabierta por la sopresa. 

De repente veo como un portal redondo se abre detrás de Mangel y de ahí sale Vegetta. Resulta ser bastante más alto de lo que me imaginaba y eso me impacta un poco. 

-Ni hace falta, ya la habéis liado lo suficiente. Iros a la base -dice Vegetta enfadado mientras se dirige a mi. 

Por cada paso que da y le veo más cerca más me sorprende su altura y belleza. Se agacha al lado de Rubius y le da un frasco pequeño con líquido morado, con enfado, y otro más a mi ya con una sonrisa. 

-Hola ____, esto te va a ayudar ¿vale? Bébetelo -le obedezco sin apartar mi mirada de la suya, que es además casi hipnótica. Pasados un par de segundos, me siento muchísimo mejor. 

-Gracias -contesto tímidamente. 

-Es mi deber ayudarte -me sonríe y saca otro frasco. 

-Eh eh eh, deja eso en paz. Que encima quién le ha ayudado primero soy yo.

Vegetta mira a Rubius con un enfado aún más notable después de ese comentario. 

-Vege déjalo estar. Luego lo resolvemos -dice Mangel un poco más incómodo. 

-Si me decís cómo pues igual lo acepto pero es que lo que acabáis de hacer es romper TODAS las reglas y acuerdos que teníamos, ¿de acuerdo? -grita Vegetta a ambos-. Luego lo hablamos -se vuelve a dirigir hacia mi-. Bébete esto también corazón. 

Conmigo se notaba que estaba muchísimo más calmado pero aún así no querría aceptar este frasco, y menos viendo las caras de preocupación de Rubius y Mangel. 

-¿Qué es? -pregunto con sospecha. 

-Te va a hacer sentir mejor. 

-Yo ya me encuentro bien. 

-Te lo pido por favor -insiste dulcemente.

En este punto su voz se vuelve más familiar y empiezo asimilar que todo esto es real, y ellos también. Mi impulso me dice que me lance a abrazar a Vegetta a pesar del contexto tan violento. Poco a poco me inclino más hacia él y separo mis rodillas de mi pecho. 

-¿Puedo abrazarte? -le pregunto susurrando y antes de que él responda yo ya me estoy lanzando enrollandolo con en mis brazos, y el me acepta y también me rodea con los suyos. 

-¿Nos la llevamos entonces o qué? -dice Rubius entre risas. 

Al separarme veo a Vegetta enfadado y con el cuerpo tenso.

-Te voy a partir la cara. 



Realidades Soñadas (Youtubers y Tú) T1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora