Latidos descontrolados

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Era día viernes, el último periodo, se acababa la primera semana de clases y los anhelos por el fin de semana crecían. Todos en el salón hacían planes para sus dos días de descanso.

-Cabros, acérquense...- Dijo Beelzebub en un tono serio. Hastur, Dagon, Lingur y Crowley se aproximaron lentamente a su puesto. -¡HOY TENGO CASA SOLA!- Exclamó el pelinegro. El grupo de chicos empezó a gritar.

-¿Quién va a ir?- Preguntó Dagon emocionada. Las fiestas de Beelz eran legendarias aunque no abiertas a todo público, el círculo de amigos de Beelzebub era algo reducido pero conformado por buenos fiesteros.

-Van Lucifer y todos sus chicos ¡dijo que nos podían comprar cerveza!- Respondió Beelz en un tono más bajo, no sería ideal que el profesor los escuchase.

-Crowley ¿estás bien con que vaya Lucifer?- Preguntó Hastur con un tono algo incómodo. Lucifer era un exalumno del instituto que solía ser el líder del grupo hasta que se graduó a finales del año pasado, para Beelzebub era una leyenda.

-Claro, ya les dije que quedamos en buenos términos.- Respondió Crowley con naturalidad.

-¡EEEEEESOO! ¡EH, EH, EH, EH, EH!- Gritaron en un abrazo grupal, hoy se iba a pasar un buen rato.

Aziraphale por su parte había oído toda la conversación. Tenía intenciones de invitar a salir a Crowley ese mismo día en la tarde, quería llevarlo a una pastelería cerca de su casa que le encantaba, pero al parecer Crowley ya tenía planes.

Una vez terminada la hora, todos los alumnos se dispusieron a salir corriendo por el pasillo a la entrada, oficialmente era el primer fin de semana del año escolar, pero cierto joven de cabellos de oro sentía venir la soledad de un sábado y domingo sin planes. Como adolescente, una de las peores sensaciones que se pueden experimentar es la soledad, la soledad de ser una persona en la que la gente no piensa cuando dice "hey, quiero pasar un buen rato con alguien", la soledad de no ser lo suficientemente importante en la vida de otro, la soledad de darse cuenta que realmente no tienes tantos amigos como pensabas.

La sensación de ser una persona más en la vida de los demás era un sentimiento que Aziraphale conocía bien, la experimentó durante toda su vida en Tadfield. Pensaba que sería distinto en el "Jardín del Edén" pero ya había pasado una semana y solo tenía un amigo. Él creía fervientemente en que la calidad era mejor que la cantidad, sin embargo, empezaba a pensar que tal vez sobreestimó sus encuentros con Crowley, porque tal vez, para él no significaban lo mismo.

-¿Vas a tu casa a almorzar?- La voz de Crowley había interrumpido los pensamientos de Aziraphale, todos se habían ido menos él y su compañero.

-Uh, no, mi mamá tiene doble turno en su trabajo así que no hay nadie en casa.- Dijo desanimado el rubio mientras pensaba en sus planes de invitar a Crowley a comer.

-¿Quieres ir a comer algo? conozco un local de hamburguesas baratas por mi barrio, no queda lejos de aquí.- Propuso Crowley con serenidad.

-Pero ¿no tienes una fiesta?- Preguntó Aziraphale algo confundido. La idea de tener un panorama con Crowley fuera del instituto era genial pero no quería interferir con sus planes de la tarde porque se le veía triste. -No me gustaría que te canses antes de salir de fiesta.- agregó.

-Eso es en la noche.- Respondió con una risita. -No me va a pasar nada malo porque salgamos a almorzar.- Crowley hizo una pequeña pausa. -¿Me permites tentarte con un almuerzo?- Añadió el pelirrojo mientras le ofrecía la mano.

 -¿Me permites tentarte con un almuerzo?- Añadió el pelirrojo mientras le ofrecía la mano

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Quiero pecar contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora