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—¿Dónde esta el cazador de piratas Roronora Zoro? Se que estaba con ustedes —Cuestionó la capitana Alvida, mientras caminaba alrededor de sus nuevos prisiones tratando de intimidarlos.
Malia tomó el palo del trapeador con fuerza y se quedó estática en su lugar, interrumpiendo su tarea. Cada vez que su capitana hablaba, todo su cuerpo se tensaba y su mente se ponía en blanco. Era hipnótica para ella, pero de una manera para nada agradable.
—Compro un pasaje para las islas Sixis —Respondió con vos entrecortada, el más valiente de los rehenes. —Después, no lo se.
—¿En serio? Sé que Zoro está buscándome —La voz de la mujer transmitía mucha seguridad. —¿Quién más es digno de esa persecución?.
—Tiene una lista de piratas y sus recompensas —Indicó el hombre.
—Y mi nombre estaba hasta arriba.
—De hecho, su nombre no estaba ahí.
Malia abrió sus ojos con sorpresa ante esas palabras, mordió su labio con fuerza intentando contener la carcajada que tenía retenida en la garganta. Ver a Alvida siendo humillada y bajada de un ondazo de su nube de ego, era algo muy difícil de observar entre su tripulación pero cada vez que sucedía (que era muy, muy extraño) era todo un deleite. Roronora Zoro la aterraba, pero en esos momentos Malia estaba segura que podría abrazarlo si estuviera en el barco. Una pequeña risa se escapo de sus labios antes de que pudiese evitarlo, llamando la atención de varios de sus compañeros. De pronto sintió un fuerte apretón en su muñeca derecha, nisiquiera tuvo que girar su cabeza para saber de quien se trataba.
Koby llamó disimuladamente su atención y le lanzó una mirada severa. Malia suspiro mientras acomodaba su postura. Sabía lo que quería decirle su amigo, que no era el momento adecuado para su imprudencia que tanto irritaba a su "capitana". Podría aguantarse unos minutos más, solo esperaba que no se conviertese en una tarea tan difícil.
Tan solo bastó dos minutos para darse cuenta que tomó la decisión correcta al no molestar a la pirata; cuando observo cómo ella sumamente, enfadada por las palabras del prisionero, lo mataba sin piedad. Sintió un leve escalofrío recorrer su espalda mientras cerraba sus puños con impotencia. A pesar de que las muertes eran moneda corriente con Alvida y a pesar de los años que llevaba siendo parte de su tripulación, no terminaba por acostumbrarse a los asesinatos y estaba segura de que nunca lo haría.
—Koby, Malia —Malia se puso rígida al oír su nombre. —¡Limpien la cubierta! —Ordenó la mujer, gritando con suma autoridad.
La joven tomo el palo del trapeador con más fuerza y asintió con la cabeza, mientras murmuraba entre dientes: —Si, capitana.
