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Domingo por la tarde, casa de Juan

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Domingo por la tarde, casa de Juan.

—¡Güey te lo juro!— gritó el pelinegro más alto, cruzado de brazos.

—No mames, Felix. No digas pendejadas.— advirtió Juan con el ceño fruncido.

Felix rió.

—¡Pero es verdad!— chilló. —Siempre que hablo con Sam, Ari se pone como que rara, busca excusas para alejarla de mi, incluso hasta se burla cuando Rivers me miente, güey.— confesó entre pequeñas risas.

Juan lo miró curioso.

—¿Crees qué sea verdad lo que me dijeron Iván y Carre?— cuestionó el castaño con duda.

—No lo sé, Juanito. ¿Pero qué no sería eso mejor para nosotros?— preguntó pasando su mano con delicadeza por la mejilla derecha del castaño.

—Es claro que si, Lix. Pero tú sabes como son los fans, se haría una polémica realmente grande y probablemente todo el hate se iría hacia Ari, no quiero eso. Ya tiene suficiente con el que recibe diariamente— respondió colocando su mano sobre la del pelinegro que aún reposaba sobre su mejilla.

—Lo se, pero eso no quita el hecho de que se ven adorables juntas— dijo Felix con admiración.

Juan asintió torpemente.

—Siempre creí que debían estar juntas— admitió Juan con las mejillas rojas.

Felix frunció el ceño.

—¿Entonces por qué es tu novia?— inquirió con duda.

Juan rió sin humor.

—Nos conocimos por amigos de nuestros amigos, nos caímos bien y no se, una cosa llevo a la otra. Coincidimos en persona cuando ya eramos relativamente conocidos, las fotos comenzaron a circular así que supongo que fue más por presión social que por otra cosa...— explicó el castaño suavemente, el ojinegro asintió.

—¿Por qué es tu esposa?— soltó finalmente sintiendo lo celos a flor de piel.

—Le pedí que se casara conmigo porque pensé que estábamos enamorados, eso hasta que conocimos a Rivers. Creo que congeniaron realmente rápido así que fue inevitable no darme cuenta de las miradas pocos discretas que Ari le daba a Rivers. Me resigné a ello y finalmente te conocí a ti y me di cuenta de que tan heterosexual no era— admitió sonrojado.

Felix soltó una carcajada

—¿Por qué no le has pedido el divorcio, Juan?— preguntó finalmente temiendo lo que respondería el castaño.

—No creo que sea correcto, no hasta que hablemos sobre todo esto.— respondió tranquilamente.

—Ari y tú parecían un matrimonio inquebrantable.— dijo Felix con recelo.

Juan asintió torpemente.

—Lo eramos, si. Pero ahora miranos, aquí es donde estamos.— proclamó con desinterés.

—Pwro no entiendo, ¿por qué empezaste a sopechar de ellas?— inquirió el pelinegro aún más intrigado que al principio.

—Andas muy curiosiollo hoy, Lix.— se burló el castaño. —Yo creo que más que nada fueron sus miradas y gestos. Por parte de Ari sus ojos de brillan cada que ver a Rivers y sus gestos de desagrado son muy obvios cuando Ama esta cerca de Rivers. Y por parte de Rivers supongo que por su manera de ser, con Ari es más cariñosa que con los demás.— declaró anonado.

—Yo creo que me di cuenta el día de la fiesta esa toda rara llena de streamers, la Ari no soltaba a Rivers por nada del mundo. Güey cuando invité a Rivers a salir, Ari se emputo así bien culero— contó el menor riendo ligeramente, recordando la cara de enojo que tenía Abril ese día.

Su risa pronto contagió al castaño y ambos chicos rieron con simpatía mirándose fijamente.

—Lo sé, por eso en cuanto me dijo que se iría, no me negué o probablemente me golpearía por hacerlo. Y sabiendo que gano la velada, no me hubiera atrevido a dejar que eso pasara.— añadió Juan entre risas.

—Ari es de carácter fuerte, ¿no?— interrogó el pelinegro tumbando su cuerpo sobre el del castaño.

—En ocasiones si, aun que creo que es todo el odio que esta recibiendo lo que la hace tener ese mecanismo de defensa, pero en el fondo es una muy burla persona y merece ser feliz, ambas lo merecen.— admitió Juan en un murmullo.

—¿Así como nosotros?

—Así como nosotros.

El silencio invadió la pequeña sala de estar, el único sonido audible era el leve silbido del aire y las pequeñas hojas de los árboles agitándose unas contra otras, una sensación de paz los llenó a ambos, eran el lugar seguro el uno del otro, sus corazones latía en una sincronía casi de película y sus cuerpos comenzaban a caer somnolientos, eso hasta que Felix habló.

—¿Entonces no me cambiarías por una castaña con culo y tetas envidiables?— indagó el pelinegro.

—¡José Felix!— chilló Juan apartándose de golpe de él.

—¡¿Qué?! ¡Solo era una pregunta!— respondió el pelenigro, divertido al ver el puchero en los labios del otro.

—¡¿Qué?! ¡Solo era una pregunta!— respondió el pelenigro, divertido al ver el puchero en los labios del otro

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He not me [rivari] 2.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora