‡Peligroso Omega‡[KOOKJIN]

*16*

Seokjin

Tumbado en los brazos de mi alférez, porque en eso se había convertido para mí en las últimas cuatro semanas, no quería nada más que olvidar que el mundo exterior existía más allá de esta cama. Me hacía sentir como nunca había sentido nada en toda mi vida. Me hacía sentir dolor, deseo y necesidad. Pero sabía que no había futuro para nosotros, a pesar de que la Diosa había decidido que estábamos predestinados.

¿Cómo podía ser?

Estaba viviendo una mentira. Una que tenía el poder de destruirlo. Destruirnos.

Mi trabajo, y la información que había reunido en este yate, las cosas que había visto, harían que este hombre, mi alfa, fuera arrestado. Y debería ser arrestado.

Estaba en este yate para participar en una subasta para comprar omegas esclavizados. Lo había visto hojear el catálogo de la subasta cuando me había colado en su camarote esta noche. Rodeando un omega en esta página, y otro en otra.

Me había revuelto el estómago.

¿Cómo podía haberme enamorado de un hombre que haría algo tan despreciable? Tan inherentemente malvado. ¿Y qué decía eso de mí como persona?

Me llevé la mano al vientre desnudo, donde temía que nuestro hijo ya estuviera creciendo. Dos tardes y noches de vómitos no eran una intoxicación alimentaria. Sinceramente, podría no ser más que estrés, pero una parte de mí sentía que no lo era. Una pequeña parte de mí sabía que estaba embarazado.

¿Cómo podría criar a un niño con este hombre? Este hombre que podía hacer algo tan malo, tan despreocupadamente, pero luego tratarme con tanta ternura que me hacía desear cosas que nunca podrían ser.

Como si percibiera mis pensamientos, me rodeó con sus brazos y su aliento me rozó la nuca.

"Te oigo pensar, Ethan", murmuró contra mi piel. "Vuelve a dormirte".

Me desenredé de sus brazos fuertemente musculados y susurré, "Tengo que volver. No pueden verme salir de tu habitación por la mañana. Ya lo hemos hablado". No se me permitía confraternizar con clientes de pago. Cada vez que nos escapábamos juntos, me arriesgaba a enfadar a mi jefe si nos descubrían.

Jonathan me había dejado marchar a regañadientes, haciéndome prometer que me reuniría con él para cenar la noche siguiente en su cabaña. Fue la última vez que le vi.

La conciencia volvió a mí en pequeños incrementos.

Primero fue una lenta toma de conciencia que me hizo saber que el dolor insoportable que había sentido antes no me había matado esta vez. Aunque siempre tuviera la sensación de que me iba a estallar la cabeza. A veces, cuando me atacaba una migraña, rogaba que me cortaran la cabeza y acabaran de una vez.

A continuación, parpadeaba lentamente para abrir los párpados y ver la hora y la cantidad de luz solar que podía haber en la habitación. Porque, aunque las punzadas en las sienes se habían disipado en su mayor parte, seguía sintiendo un dolor lejano. Era algo así como un cruce entre una resaca de borrachera en toda regla y una sensación provocada por la deshidratación. Siempre me referí al tiempo después de una migraña como una resaca de migraña. Me dejaban cansado, dolorido y agotado.

El sol estaba a punto de ponerse, proyectando sombras cada vez más oscuras a través de la rendija de la cortina que no estaba bien cerrada.

Los primeros acontecimientos del día se precipitaron sobre mí mientras me restregaba una mano por la cara, sintiendo el roce de mi barba corta contra la piel.

Le envié un mensaje a Kook para preguntarle si podía llevar a Matty al colegio.

El sonido de alguien forzando la cerradura de mi puerta principal. Aunque sabía que Kook había estado callado mientras forzaba la puerta, el sonido había llegado a mis oídos como el de un trombón al ser tocado.