Cincuenta y uno.

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El viernes por la tarde, Arthur estaba emocionado. Después de una larga conversación con Evelyn, habían acordado que era importante para el pequeño Arthur pasar tiempo con su padre, y Arthur estaba decidido a hacerlo lo mejor posible. Se preparó para un emocionante fin de semana juntos.

Evelyn, por otro lado, se sentía feliz de que Arthur pasara tiempo con su hijo, pero también experimentaba una extraña mezcla de emociones. La idea de pasar un fin de semana sola la ponía un poco nerviosa, y se preguntaba cómo llenaría esos días.

Oscar, quien había estado ofreciendo su apoyo constantemente, vio esto como una oportunidad. Había estado sintiendo una fuerte conexión con Evelyn, pero hasta ahora no había tenido el valor de expresar sus sentimientos. Ahora, con la perspectiva de un fin de semana en solitario para Evelyn, decidió dar un paso adelante.

Esa tarde, después de que Arthur recogió a Arthur Jr., Oscar se acercó a Evelyn con una sonrisa amigable, estaban pasando tiempo juntos. 

—Evelyn, —comenzó—, entiendo que este fin de semana pueda ser un desafío para ti. Pero quiero que sepas que estoy aquí para ti. Si te gustaría, podríamos salir a cenar esta noche y pasar un rato agradable juntos.

Evelyn se sorprendió por el gesto de Oscar, pero después de un momento de reflexión, asintió con agradecimiento. 

—Oscar, eso suena realmente agradable. Gracias por ser tan comprensivo.

(...)

La cena resultó ser una experiencia agradable para ambos. Durante la cena, Evelyn y Oscar conversaron sobre sus planes, sus pasiones y sus vidas. A medida que la conversación fluía, Evelyn comenzó a darse cuenta de lo amable, atento y comprensivo que era Oscar.

Mientras disfrutaban de la cena, la luz tenue y la música suave crearon un ambiente romántico. Oscar miró profundamente a los ojos de Evelyn y, con ternura, tomó su mano. 

—Evelyn, hay algo que quiero que sepas, —comenzó—. Desde que te conocí, he sentido una conexión especial contigo. No puedo evitar sentir que hay algo entre nosotros que va más allá de la amistad.

Evelyn miró a Oscar, sintiendo su corazón latir más rápido.

 —Oscar, yo... —titubeó por un momento antes de continuar—, también he sentido algo especial contigo. No puedo negar que me atraes, pero tampoco puedo negar que podría haber algo por el padre de mí hijo.

Oscar sonrió y acarició suavemente la mejilla de Evelyn. 

—Evelyn, mereces ser feliz, no que te lastime un cobarde, ¿te gustaría intentar algo entre nosotros? No tengo prisa, Evelyn. Quiero estar aquí para ti, para apoyarte y hacerte feliz.

Evelyn asintió y sintió que el beso de Oscar era inevitable. Sus labios se encontraron con suavidad, y mientras se besaban, Evelyn cerró los ojos por un momento mientras Oscar la besaba, y un recuerdo fugaz de otra noche pasó por su mente. La brisa marina, el susurro de las olas y la suave luz de la luna... La playa había sido el escenario de su primer beso con Arthur, una de las noches más mágicas de su vida.

Habían caminado juntos por la orilla del mar, con las manos entrelazadas y sonrisas radiantes. Las palabras eran innecesarias; el ambiente estaba lleno de promesas. Cuando finalmente se detuvieron, Arthur la miró con amor en sus ojos, y sin decir una palabra, la besó apasionadamente.

Era un beso dulce y apasionado al mismo tiempo, cargado de deseo y amor. Sus labios se encontraron en una danza perfecta mientras el mundo a su alrededor parecía desvanecerse. El sonido de las olas se mezclaba con el latido de sus corazones, creando una melodía única.

Evelyn sintió cómo su corazón se aceleraba y se derritió en aquel beso. Fue como si el tiempo se detuviera, y solo existieran ellos dos en el universo. Cuando finalmente se separaron, sus frentes se tocaron, y Arthur le susurró al oído:

— Te amo, Evelyn. Siempre te amaré.

El recuerdo se desvaneció tan rápidamente como había llegado, y Evelyn abrió los ojos para encontrarse de nuevo en el restaurante con Oscar. Aunque ese beso en la playa había sido una promesa de amor eterno con Arthur. Sin embargo, en lo más profundo de su corazón, Evelyn sabía que siempre llevaría consigo el amor que sentía por Arthur, una llama que nunca se extinguiría por completo.

(...)

Arthur sostenía a su pequeño Arthur Jr. con cuidado mientras este jugueteaba curiosamente con el teléfono celular de su padre. El bebé, con sus ojos curiosos y sus pequeñas manos, había logrado desbloquear la pantalla. En el fondo de bloqueo, una imagen de Evelyn y él sonriendo en un día soleado en la playa apareció.

Arthur observó a su hijo y sonrió tristemente. 

—¿Sabes, pequeño? — Comenzó a decir en voz baja mientras acariciaba la cabeza de su hijo. — Esa mujer hermosa en la foto es tu mamá. Y yo...

Se detuvo por un momento, sintiendo un nudo en la garganta. 

— Yo todavía la amo mucho, pequeño. A pesar de todo lo que ha pasado, no puedo evitarlo.

El bebé, ajeno a la tristeza en la voz de su padre, balbuceó alegremente en respuesta. Arthur se rió suavemente y continuó.

— Sé que no puedo estar con ella, pero quiero que sepas que siempre haré lo mejor para ti. Quiero ser un buen padre para ti y cuidarte. Aunque no estemos juntos, quiero que crezcas sabiendo cuánto te amo y cuánto amo a tu mamá.

El bebé parecía responder con una sonrisa y, como si entendiera las palabras de su padre, extendió sus pequeñas manos para tocar la imagen de Evelyn en el teléfono.

Arthur lo miró con cariño y acercó al bebé a su pecho.

— Sí, cariño, también te ama. Ella siempre te ha cuidado y te cuidará. Somos una familia, de alguna manera, ¿sabes? No importa dónde estemos, siempre seremos una familia.

Mientras el pequeño Arthur Jr. jugaba con su dedo, Arthur supo que las cosas nunca serían perfectas, pero al menos tenía la oportunidad de ser un buen padre y estar presente en la vida de su hijo. Y en su corazón, el amor que sentía por Evelyn y su pequeño seguía ardiendo, recordándole que las promesas del pasado y las esperanzas del futuro siempre estarían unidas en su corazón.

The One | Arthur Leclerc.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora