Vergüenza 2/3

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Que se la tragará la Tierra.

Que se abre en ese preciso momento y ella cayera hacia sus profundidades con todo y cama.

Cualquier cosa era mejor que la vergüenza que estaba sintiendo en ese momento.

Lo primero que notó al entreabrir los ojos fue que no se encontraba en su cama. Pensó que quizás estaba alucinando, producto del dolor tan terrible que estaba partiéndole en dos la cabeza. Sintió la boca seca y se giró para buscar en su mesita de noche el vaso de agua que siempre dejaba allí.

Y entonces vio la espalda de Draco Malfoy sobre su cama.

No. Esa no era su cama. No sabía en qué maldita cama estaba, aunque las cortinas color verde del dosel debían darle la primera pista.

— ¿Malfoy? —Hermione se restregó los ojos con incredulidad. ¿Qué mierda estaba pasando? Lo último que recordaba era haberlo visto sentado a su lado en la barra del bar—. ¿Qué pasó anoche?

Bajó la vista para ver si su ropa le daba alguna pista de lo que había ocurrido y, entonces, se percató de que estaba completamente desnuda frente a su antiguo compañero de escuela, con los pechos bailando alegremente al aire mientras él la miraba confundido.

Como fue capaz, jaló las sábanas para cubrirse el cuerpo y, al hacerlo, descubrió cierta parte de la anatomía de su acompañante que no recordaba haber visto antes.

Mierda.

De verdad era un digno exponente de la casa de las serpientes.

Mierda. ¿Por qué estaba pensando esas estupideces?

Enrojeció completamente y, con el peso del entendimiento escurriendo lentamente por su cerebro como agua helada, dejó que su único pensamiento se deslizara a través de sus labios—: Mierda.

Draco Malfoy se levantó de su propia cama con el trasero al aire y se escabulló dentro de unas puertas dobles. El muy cretino estaba largándose, dejándola allí sola y completamente desnuda, sin una sola explicación de qué demonios había sucedido.

—¡No me dejes sola aquí, Malfoy!

Draco asomó la cabeza, con los ojos entrecerrados y gesto de no soportar su propia existencia.

—Sin arenillas, Granger. Mi cabeza va a explotar. —Él salió de lo que ahora ella comprendió era su armario, por fortuna ya enfundado en un pantalón de satén y camisa interior—. Sólo pretendía vestirme. Y no es que me queje, pero quizás tú deberías hacer lo mismo.

Las orejas le iban a empezar a humear en cualquier segundo, Hermione estaba segura de ello. Frunció el ceño y miró a Draco con molestia.

—Bueno, si no quieres —dijo él. Se encogió de hombros e inhaló profundamente—. ¡Blippi!

Hermione se tapó los oídos con ambas manos al sentir que su cabeza retumbaba por el grito del desconsiderado cretino de enfrente y la sábana se deslizó por su cuerpo, dejando nuevamente sus senos expuestos.

Que se la tragara la Tierra y no dejará rastro de ella.

En ese preciso segundo, una pequeña elfina doméstica apareció frente a Draco con un estallido y, al darse cuenta que había una chica desnuda con las tetas al aire en la cama de su amo, abrió los ojos desmesuradamente.

—¿El joven llamó a Blippi?

Draco se pellizcó el puente de la nariz y miró a la elfina.

—Puedes traerme una poción para la resaca, Blippi. ¿Por favor?

Dramione  One Shots Donde viven las historias. Descúbrelo ahora