Siempre he pensado, que si el infierno huele a algo, ha de ser a amoníaco. De ser así ya lo he pisado, y me encuentro como Dante, en el punto más alto de mi epopeya.
Hacía donde mire hay cerros enormes en los que dicen habitan, no criaturas horribles, esos monstruos que describe la criptozoologia, aunque si los hay deben estar escondidos, porque ahí dentro hay peores cosas que un chupacabras o un pie grande, están los paramilitares y las guerrillas.
Historias hay de sobra para temerles, por estos lugares no hay más ley que una bala y bastante tierra para enterrarlo a uno si decide desviarse. Recorro el camino de vuelta a mi origen, con la cabeza agachada, rogando porque la guerra se mantengan dentro de esa maraña de árboles que nos protegen tanto como nos encierran.De vez en cuando detonan los cañones y solo me queda tirarme al suelo, por suerte están lejos, por suerte es lunes y no ha pasado ninguna moto o carro que pueda reconocerme. Mi historia inicia por el 2010, durante la peor crisis migratoria venezolana.
Por más que busque en mi cabeza ya no recuerdo la fecha exacta, el tiempo allí se convierte en un amasijo de emociones dominadas por el ansia y el apuro que nos hacen olvidar que existe un aparato que calcula la degradación de nuestras vidas. Me levantaba con el alba, paraba de trabajar cuando el hambre era insoportable y dormía cuando me daba sueño, esa es la rutina del campesino. Aún así estoy casi seguro que fue por esa fecha.
Yo tenía un futuro prometedor, quería estudiar arquitectura hasta que mi país fue azotado por algo peor que la peste negra, peor que la peste escarlata de jack London pero similar en su característica estética, el color rojo, si, el escarlata es un tipo de rojo, a eso me refiero, la peste del chavismo.
Mi padre había muerto en un accidente laboral y desde entonces viviamos a base de la indemnización que mi madre recibía de su empresa más su sueldo como maestra pero llegó el momento en que el bolivar se devaluó absurdamente, las empresas dejaron de producir alimentos y lo que producían era acaparado y llevado de contrabando a Colombia, el famoso "bachaqueo" cuando el hambre invadió nuestra casa y poco a poco fueron desapareciendo los alimentos, cuando los anaqueles de los supermercados solo contenían polvo, cuando el dinero perdió completamente su valor que ya para comprar un kilo de arroz no bastaba con un fajo de billetes de 100 mil fue cuando decidí migrar, viajé a Colombia. Aunque mi madre se esforzó por sacarnos adelante, haciendo mil sacrificios para conseguir lo necesario. Nunca se casó, siempre fuimos su prioridad pero un día, maltratada por los años me di cuenta que ya no podía más. Así que me fui, con la esperanza de reunir el dinero suficiente para ayudar a mi familia en lo que el país mejoraba o algún desquiciado hacia estallar una bomba en el palacio de Miraflores, cosa que por cierto, nunca pasó. Ya que para 2017 que escribo esto Maduro sigue más gordo que la inflación.
Mi madre, pobre de ella, depositó toda su fe en mis débiles manos, buscando el dinero para que yo me pudiera ir, ahora no puedo ni imaginarla, viéndome con aquellos ojos tristes luego de hacerme la señal de la cruz y darme su bendición.
El viaje fue la primera prueba, que si hubiese sido mejor observador me hubiera servido de advertencia que lo que me esperaba del otro lado del río no sería fácil.
A medida que te desplazas es como si todo lo que eres, o fuiste, lo borraran. Van desapareciendo las casas, luego el asfalto hasta que solo hay tierra y polvo que te cubre la cara y se te mete en la boca. Sientes el sabor a tierra muerta, hierro y polvora que inunda tus pulmones. Entonces te para la guardia y es un alivio porque cesan los saltos y el humo del escape del carro, es un humo amargo que te irrita las fosas nasales. hasta que te piden dinero para dejarte pasar. Ves la expresión cínica en el rostro del guardia y lo maldices mentalmente. Por fin estás del otro lado pero el viaje continúa, siempre caminar, subir en un carro y luego en otro, como si se escapara constantemente de algo que no sabes que es, siempre es huir. Quienes hayan migrado a otro país deben comprenderlo y sino los invito a salir de sus casas e ir a una tierra extraña donde no son bienvenidos y luego juzgar a los migrantes de la forma como lo hacen por las decisiones que toman.
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AMONÍACO
HorrorRecopilación de relatos ficticios sobre la coca, relatos rurales, sobre crímenes y criaturas de la noche.