El embotado

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Era un hombre trabajador, constantemente elogiado por su resistencia y obediencia, lo que lo hacía muy solicitado por los patrones. Siempre partía temprano y regresaba tarde, dispuesto a realizar cualquier tarea, incluso si eso significaba aceptar sueldos miserables. Sus compañeros hablaban a sus espaldas, pero él, muchas veces por impotencia y otras por resignación, consideraba que ganar algo de dinero era mejor que quedarse sin nada.

Su esposa era muy joven; la había sacado de su casa a los 14 años. Siendo aún una niña, su única preocupación era divertirse y verse bien. Le gustaba comprar ropa y maquillaje, y frecuentemente invitaba a sus amigas a comer. Derrochaba sin reparar el dinero que su marido le enviaba. En el pueblo, corrían rumores sobre posibles amantes, pero su esposo optaba por el silencio para evitar perderla. Ella vivía una vida de lujo sin mover un dedo, mientras su esposo trabajaba arduamente en las fincas.

Antes de conocerla, el hombre había sido rechazado repetidamente. Su madre había fallecido cuando él era solo un niño, y esa falta de afecto incondicional lo llevó a desarrollar una gran dependencia. Al ver a su joven esposa, frágil y vulnerable, surgió en él un fuerte instinto protector. Quería asegurarse de que ella no careciera de nada, ya que ella era la única que le había dado lo que tanto anhelaba: afecto y cariño.

A pesar de que ella también lo quería, aún no comprendía el significado del amor. Se había marchado con él para escapar de su familia, el padre borracho y la madre sumisa. Con el tiempo, la monotonía de la relación la llevó a experimentar una profunda insatisfacción. El ser humano tiende a desear lo que le resulta inaccesible, y su actitud podría haber sido un acto de venganza, o quizás no quería que otra se aprovechara al igual que ella de la ingenuidad de su marido.

Aunque en ocasiones llegaba a sentir arrepentimiento por lo mal que lo trataba, a pesar de él ser siempre tan bueno con ella se acordaba de como su papá era con su mamá, como la humillaba y la maltrataba, por eso, su horrible forma de actuar se debía quizás al resentimiento que le guardaba desde pequeña a su padre. Sentía que debía desquitarse con alguien y hacerlo con un hombre tan dependiente engrandecía su ego, la hacía sentirse una mujer valiente, todo lo contrario a lo que era su madre, tan estúpida, pensaba, dejarse dominar por un hombre cuando eran ellos quienes debían comer de su mano ya que las mujeres poseían lo más anhelado por los hombres. Con tan corta edad gracias a que le gustaba analizar a las personas y sus comportamientos había llegado a tal reflexión.

Cuando él amenazaba con irse, ella lo reconquistaba con encantos, su inmensa ternura la hacía parecer una frágil flor que debía ser cuidada. Aquello animaba el espíritu de su esposo, ya que protegerla le daba un sentido a su vida.

Un día se fue a una finca donde el patrón tenía mala fama. Daba mala comida y tenía la costumbre de presionar a los obreros, incluso llevándoles agua para evitar que descansaran. A pesar de las advertencias de sus amigos, el hombre necesitaba dinero desesperadamente, ya que su esposa se había gastado todo en fiestas con sus amigas. Y ahora estaba sin mercado.

Antes de eso tuvieron una fuerte discusión. El hombre había llegado a su casa y la encontró hablando con un vecino. Le pido que viniera para que preparara algo de comida con lo que él había comprado pero ella se demoró. El hombre decidió no molestarla pues se sentía con dolor de cabeza quizás por el hambre y ya la conocía, sabía que si le decía algo iniciaría una discusión.

Terminó de hacer el almuerzo a las 3 de la tarde pero en vez de servirle primero a su marido le llevó comida al vecino y se quedó hablando con él. El marido enojado la llamó. “¿Que quiere, no ve que estoy ocupada?” fue lo que ella contestó. El hombre sintió rabia pero decidió servirse el mismo, comió y dejó el plato en la mesa, cuando su esposa lo vió no dudó en reclamarle. Muy enojada le gritaba que si acaso creía que ella era su sirvienta o si le dolían las manos para lavar al menos su plato. El hombre la ignoraba mirando al suelo. No aguantó más y empezó a empacar su ropa. La mujer se fue detrás de él y lo agarró por el brazo arañandolo y gritandole que debía escucharla cuando ella hablara. El hombre la empujó y estuvo por golpearla pero se contuvo, la mujer empezó a llorar y a decirle que se iría y lo dejaría solo. Ante sus palabras el marido sintió una gran desesperación y pánico por el posible abandono de su esposa así que se arrodilló y le pidió perdón, ella se negó un momento y luego accedió, sabía que no le convenía dejarlo en ese momento. Se reconciliaron con sexo. El hombre partió feliz y motivado por la despedida.

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