La tumba
En una finca de coca, escondida en lo profundo del Catatumbo, ocurrió un fenómeno extraño durante la madrugada. Nadie lo notó hasta el amanecer, cuando el humo emergía entre los árboles y un penetrante olor a amoníaco llenó el aire. Alguien del lugar pensó que había sido algún cambuche quemado por el ejército, así que fueron a averiguar.
Al principio era difícil acercarse debido al intenso calor que irradiaba del área. Tuvieron que esperar dos días, para poder entrar en lo que parecía un círculo de madera carbonizada. Desde una vista aérea, se apreciaba cómo los restos, formaban una misteriosa espiral.
Hicieron fotos, y comenzaron a hacer conjeturas sobre lo que podría haber causado ese fenómeno: incendio forestal, lluvia de relámpagos o incluso una erupción volcánica subterránea. Ninguna explicación parecía coherente y nadie podía relacionar estos eventos. Al final, los pobladores optaron por suponer que era obra del diablo.
Sin embargo cuando la curiosidad inicial se desvaneció, el patrón, un hombre emprendedor, o mejor dicho, alguien a quién solo le interesaba el dinero puesto que era dueño de las tierras donde había ocurrido, contrató a unos obreros y mandó a "despalizar" todo el área para sembrar coca. La tumba abarcaba al menos unas 15 hectáreas.
Todos los obreros que trabajaron en la siembra fueron muriendo poco a poco, al ser casos muy particulares, como un accidente en moto o homicidio, nadie llegó a relacionarlo con el trabajo en aquella tumba. Pero de los síntomas que se repitieron y de los pocos que se documentaron se habló de una lenta degeneración corporal. Lo compararon con el marchitar de las plantas.
Tres meses después llegó el momento de rasparla, cosa que le dejó al patrón una buena ganancia que le sirvió para tumbar más y volver a sembrar. Parecía que la suerte estaba de su lado.
Pero los raspachos empezaron a experimentar cosas extrañas que comentaban sin importancia, o quienes escuchaban suponían que nada más eran cuentos hasta que lo vivían ellos mismos.
Que se les enredaban las manos entre las ramas tan fuerte que al jalar les arrancaba algo de piel, dedos cortados al pasar la mano como si hubieran empuñado un cuchillo y por las noches dicen que se oía algo como un llanto siniestro entre la montaña.Finalmente, en una noche iluminada por la luna, en la que los espíritus danzaban sobre los campos poblados de hongos blancos, y las criaturas salvajes huían ante el peligro inminente de alguna escopeta, la tierra se sacudió levemente, . Las matas de coca extendieron sus raíces desde el suelo adquiriendo formas humanas. Cuerpos de raíces, despojados de sus hojas durante meses en los que la sabía de sus ramas se había vuelto amarga por el rencor y se disponían a cobrar venganza.
Avanzaron por la montaña, rodeando los árboles que acariciaban tristemente, aunque no poseían rostro se podría decir que se lamentaban al contemplar el maltrato del hombre hacía la naturaleza. Lentamente avanzaron hasta llegar al cambuche donde los obreros dormían.
Uno por uno, los obreros fueron desollados, por las raíces que arrancaban tiras de piel, dejando sus cuerpos en carne viva. Aquellos que se despertaron durante la pesadilla intentaron huir, pero las raíces se movían a gran velocidad, enredándose alrededor de sus tobillos y haciéndolos caer, arrastrándolos hacia las matas vengativas.
El patrón intentó dispararles con su escopeta, pero las raíces regeneraban lo que las balas destruían. Al final, también fue desollado junto con sus obreros.
Cuando la luz del día comenzó a disipar la oscuridad, las matas de coca se retiraron, dejando atrás montones de piel. Los cuerpos desollados eran arrastrados por ellas hacia la tumba para convertirse en el abono que fertilizarían sus nuevos brotes.
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AMONÍACO
HorrorRecopilación de relatos ficticios sobre la coca, relatos rurales, sobre crímenes y criaturas de la noche.