Tres

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Ranpo intentaba responder con tranquilidad. Pero, mientras más preguntaba el presidente, más ira contenía.

—¿Dónde?

—En el parque Yamashita.

—¿A qué hora?

—Cuatro de la tarde.

—¿Te vas a encontrar con...?

Ranpo, con ambas manos golpeó el escritorio del Presidente.

—¡Basta! En primer lugar, no soy un niño al que tienes que estar cuidando. En segundo, iré con las exigencias que me des, sin reproches. ¿No te parece suficiente? No dejas de tratarme como un discapacitado al que tienes la obligación de cuidar. ¡Si!, soy un discapacitado, ¿y qué? no por eso tienes que ser tan exigente o sobreprotector conmigo.

Mostró sus dientes. Estaba furioso. El hablar de él mismo como alguien inferior le provoca náuseas y dolor.

Pudo escuchar murmullos de las mujeres que también trabajaban ahí. Murmullos algo insultantes hacia él.

Se giró en dirección a ellas y les gritó.

—¡CÁLLENSE!

—¡RANPO, SUFICIENTE!

El presidente tomó la oreja de Ranpo con fuerza, y la acercó a su boca para que lo escuchara claro y conciso.

—¡TE EXCEDISTE!, ¡ESTÁS CASI EN EL LÍMITE DE MI PACIENCIA!, No... Lo sobrepasaste.

Ranpo agarró la mano fuerte de Fukuzawa, intentando quitarla.

—¡ME LASTIMAS! D-duele...

—Escúchame bien. Tu falta de visión no te da el derecho de hablarme como se te de la gana. Soy el presidente y debes hablarme como tal. Y si yo pienso que esta salida no es lo mejor para tí, no lo será. Por tu falta de respeto y comportamiento te prohíbo salir en todo el mes. Usarás todo el tiempo perdido en que estuviste afuera y te centrarás aún más en los casos que se te exigen.

—¡PERO-!

—A TRABAJAR.

Y lo soltó.

Ranpo retrocedió y contuvo el nudo y las ganas de llorar.

—¿Por qué?... ¿¡Por qué me haces esto!?

—Vete y haz lo que te ordené.

—Ni siquiera puedo resolver casos del mismo nivel a como lo hacía antes de que me sucediera esto, al menos te pido que me dejes salir a resolver uno al mes... Por favor...

Sintió los pasos de alguien corriendo, dirigiéndose hasta donde estaban ellos. No se sorprendió cuando lo interrumpieron.

—¡Es urgente, presidente!

Fukuzawa se fue de allí, dejando a Ranpo solo, con una mezcla de emociones fuertes devorándolo poco a poco.

—¡MALDICIÓN!

Se acercó al escritorio y tiró todo lo que había encima. Luego pateó la silla y cayó al suelo, al borde del llanto.

~°~

Iba a salirse con la suya. Por supuesto que iría a la salida, y el presidente no tenía porqué enterarse.

—¡Por favooor!

Atsushi apenas podía creer que Ranpo le pidiera una cosa como esa.

—Ranpo... ¿No tuviste suficiente con la regañada que te dio el presidente ayer?

Cegado De MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora