Capítulo 7

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Despertar no había sido más que gratificante para ti en mucho tiempo, sentías el cuerpo fundido al de Geto debajo de la sábana mientras escuchabas el dulce sonido de su corazón.

Si bien pensabas en qué sería de tus hermanos, esa parte de ti que merecía descanso te decía «tranquila, ellos están bien. Por ahora descansa, lo mereces» y si que le estabas haciendo caso.

Por un momento tu cuerpo accedía a las peticiones que durante mucho tiempo estabas posponiendo al preocuparte por los demás dejándote a ti de lado.

De manera inconsciente, abrazaste más el cuerpo del azabache que sin notarlo, este estaba despierto pensando severamente que hacer contigo. Se mantenía inmóvil, no quería despertarte, tampoco que te dieras cuenta que el igual lo había hecho porque no quería mirar esos hermosos ojos por los que cayó rendido.

No, tal vez no haya sido eso. O no por completo, era confuso, como si esa parte de él que fue arrancada hace mucho tiempo atrás volvió a crecer está vez más fuerte.

—Geto-san... —susurro ________. No obtuvo respuesta.

Suguru se quedó en su posición, controlando su respiración como si estuviera dormido sin estar pendiente a sus movimientos, podía sentir la mirada femenina taladrarlo. Se sentó a horcajas de su cadera, más arriba donde su pene dormido reposaba amenazando con despertar.

Estaba esforzándose mucho para no moverse, comenzaba a sentirse nervioso, impaciente, hambriento. Quería acortar la distancia que los separaba, festejarla contra él para que sintiera como podía sentirse si se entregaba por completo. Pero su cordura lo mantenía ahí, esa parte que aborrecía que fuera una simple humana común le impedía hacerlo.

—No tengo palabras para decirle esto —murmuro—. Así que, mientras siga dormido yo... Voy a besarlo.

Estabas nerviosa, con dificultad, te colocaste despacio sobre tus manos y rodillas sin bajar de encima del azabache. Rodaste un mechón de su cabello que estorbaba, pasaste el dorso de la mano despacio sobre sus duras facciones tomando tu tiempo en contemplarlo. Era hermoso, era varonil, era peligroso.

Tragaste duro ante el nerviosismo, rosaste las narices tomando en cuenta la cercanía de los labios que también acompañaban ese vals. Suspiraste sobre ellos presionando, por fin, tu boca con la suya de manera suave. No hiciste movimiento alguno para no despertarlo. De no ser porque él te haya sorprendido a ti haciendo el encuentro más largo y demandante.

Geto no podía soportarlo, te estabas tardando demasiado, las caricias, los rosas hasta que por fin diste el paso. Pensaba dejarlo ahí y solo ahí, hacer como si no pasó nada siendo en vano.

No podía ignorarte, ignorar lo que ocasionabas en el, dejar pasar aquel momento sin saber si se repetiría. No aguanto nada de eso, debía hacerte suya de una vez por todas.

Con maestría, presiono tu cadera juntando ambas intimidades por encima de la ropa donde suspiraste en medio del beso que te dejaba sin aire.

Suguru entreabrió los ojos observando el desastre que había hecho contigo, habías cerrado los ojos después que le dejaste el camino libre. Tu cara estaba roja, el cuerpo comenzaba arder tanto que temías tener fiebre, el agarre en la nuca y tú cintura era tan malditamente controlador que te mojaba más de la cuenta.

Geto se había sentado, sin perder el hilo del beso. La mano de la nuca la movió hacia la mandíbula y parte del cuello para dejarte con menos aire. En cada mordisco que daba a los labios gruñía, cuando introducía la lengua hasta el fondo gozaba con verte pelear por la falta de aire. Se alejaba por breves segundos sin mucha diferencia sin soltar la lengua o el labio inferior para no perder el hilo de saliva que los unia. 

Te odio, te amoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora