Capítulo 9

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10 días, ya era enero del 2017 y desde aquella vez no había visto de nuevo a Suguru. Vivíamos con Gojo-san ahora, casi nunca estaba y cuando lo hacía nos ayudaba en las tareas del hogar.

Era bastante bueno, lo agradecía ya que debido al club al que pertenecía Yushio, este pasaba más tiempo fuera que dentro de casa también y la mayor parte del tiempo me encargaba todo yo sola.

Hoy era una de esas noches de invierno dónde no podía dormir, la nieve caía con lentitud, la luz de la luna filtrada por pequeños espacios entre las nubes espesas le daba un toque azul volviéndola la más linda ante los ojos.

Estaba sentada frente al gran ventanal con una taza de chocolate caliente entre mis manos tratando de calmar a mí cabeza que no note la presencia del albino que recién acababa de llegar hasta ver su reflejo en la ventana.

—Bienvenido, Gojo-san —hable en un murmullo él solo veía la taza en mis manos.

— ¿Es chocolate? —Pregunto.

—Sí, todavía quedó un poco, ¿quiere que le sirva?

—Puedo hacerlo yo no te preocupes.

El albino se fue a la cocina y volvió con lo que quedaba de chocolate en un taza igual que yo. Se sentó frente a mí mirando la nieve caer.

Ninguno decía nada, lo preferíamos extrañamente de esta forma, no queríamos relacionarnos, encariñarse o buscar a tener cosas en común. Solo queríamos existir conviviendo bajo un mismo techo sin que nadie le estorbe a nadie.

— ¿Todavía te duele? —Pregunto rompiendo el silencio después de un rato.

Toque la parte de mí hombro dónde se había formado un fuerte hematoma debido a una profunda mordedura hecha por Geto-san ese día.

—Ya solo queda una mancha, pero no me duele —susurre.

— ¿Te hiciste una prueba?

—Para descartar que el implante funciona correctamente, sí, lo hice y salió lo que esperaba, negativo.

—Fue inteligente lo que hiciste —dijo, con un atisbo de decepción en su voz.

Él quiere algo de mí que hasta yo pienso que podría ser imposible.

—Gracias, quiero tener hijos, pero no así como está mí situación. Ellos tienen el derecho de verme feliz, no con una cara de amargura por no saber qué comer el día de mañana o que no sepan quién es su padre porque no lo había elegido como quería sino que me obligaron.

Gojo-san parecía entender lo que estaba diciendo, sin embargo, eso no quita el hecho de que tenía esa vaga esperanza en que tal vez podría recuperar a su amigo.

—Fue una sabia decisión y no muchos piensan en eso, si estás conforme con eso, ¿por qué no puedes dormir?

Sus palabras taladran mi piel cual dagas lanzadas al momento de impactar contra una madera. Él sabía mí respuesta pero aún así quería oírla salir de mis labios.

—Es una tontería —fue lo que dije mirando la nieve para no decirlo.

El aire se estaba haciendo más frío, debí traerme la manta de mí cama pero no, doña flojera no fue a buscarla porque le dio pereza de ir a su cuarto a la cocina y viceversa.

—Mocosa —susurro el hombre a un lado de mí.

Jalo de mí muñeca dejándome contra su duro pecho mientras me tendía la chaqueta de su uniforme encima, estaba caliente, él lo estaba, así que me acurruque sintiendo como si estuviera en un par de almohadas escuchando el latir de su tranquilo corazón.

Te odio, te amoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora