Capítulo 4: Leal y devoto

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Poco antes de llegar a la Tierra, la tripulación de la Irae había celebrado una pequeña fiesta, sabiendo que no volverían a embarcar juntos cuando terminara su permiso. Así que decidieron reunirse para despedirse. Y todos aprovecharon la ocasión para desear buena suerte a Harias, ninguno de ellos dudaba de su éxito y esperaban volver a verle más tarde. Luego llegaron al muelle espacial y Harias se alegró de observar el procedimiento de atraque desde el puente. Luego se les permitió desembarcar. Ya se habían transmitido los informes de todos y se había autorizado a la tripulación a desembarcar y partir en el acto. Como era su costumbre, Pike fue el último en salir y Harias se quedó con él. Debían ir a reunirse con el almirante que dirigía la Academia y que, a pesar de su estatus especial, seguía siendo el máximo supervisor de su formación, evaluación y eventual integración. Pike le había explicado que sin duda le vigilaría muy de cerca para asegurarse de que no cometían un error al permitirle solicitar el ingreso en la Flota Estelar.

- No te preocupes si te miramos un poco cuando aterricemos -sonrió Pike mientras se preparaban para abandonar el Irae-, eres el primer representante de una especie humanoide alada que conocemos y eso es algo extraordinario para todos.

- Lo comprendo. Sobre todo teniendo en cuenta la fascinación de muchas especies por el vuelo -rió-. No es nada.

- ¿Has conocido alguna otra especie con alas?

- Sí, había otras dos en Gaia. Una con un par de alas, la otra con dos -dijo, pensando en las arpías y los nephilim-. Pero... fueron exterminadas en las guerras -dijo con tristeza-. Se les llamaba monstruos, pero siempre había alguien que llamaba monstruo a todo el mundo. La verdad es que mucha gente envidiaba su capacidad para volar. No eran una especie agresiva, ni mucho menos, sólo buscaban la libertad. Lo único que nunca les habríamos dado.

- No creo que me hubiera gustado mucho vuestro mundo -suspiró-. Sin ánimo de ofender.

- Sin ánimo de ofender, pero no es mi mundo el que habría disgustado, sino los tontos que viven en él. Cuando era niño y mi mundo aún no había sido completamente destruido por la contaminación y la crisis climática, había grandes maravillas en Gaia, cosas magníficas. Paisajes, animales, plantas, fenómenos... Éstas habrían sido las únicas cosas que habría echado de menos de Gaia, pero habían desaparecido mucho antes de que nos conociéramos.

- El universo está lleno de maravillas -sonrió Pike reconfortado-. Puede que no vuelvas a ver las de tu mundo, pero las seguirás viendo.

Abandonaron la Irae en sereno silencio, Pike confió la nave al personal que esperaba fuera, que le saludó respetuosamente y luego miró a Harias con asombro. Y fue este tipo de mirada el que se encontraron al salir, cruzando los muelles hacia un transbordador que les llevaría a la Tierra. A Harias le había costado un poco encontrar un sitio para sentarse con sus alas, ya que era obligatorio atárselas, pero Pike le había conseguido un asiento en la sección de oficiales con espacio suficiente a ambos lados para que cupieran sus alas. Esto era imposible en los asientos convencionales, que estaban tan apretados que habría necesitado al menos tres asientos con sus alas, que tuvo que abrir un poco para sentarse. En otras palabras, había llamado mucho la atención y viajar en la estrecha lanzadera había requerido toda su habilidad para no hacerse daño ni golpearse con nada. A Harias le había fascinado el paisaje que había descubierto al pasar bajo las nubes. Un paisaje que combinaba tecnología moderna y vegetación por doquier.

Con cierta nostalgia vio acercarse el Golden Gate de San Francisco. La ciudad no se parecía en nada a la que había visto en su pasado, pero el puente era reconocible. Era tan hermoso aquí, en perfecto estado cuando él lo había visto en ruinas. Aquí había agua y vegetación, un hermoso cielo azul y aire puro. Era todo muy hermoso y saboreó la vista.

Capitán de la Flota EstelarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora