Frágiles Memorias Parte 1

160 46 32
                                    

En un día de ardiente sol, está a la vista una terrible zona árida, que un día llegó a ser un hermoso valle verde. Cientos de personas se encuentran fuertemente encadenadas del cuello hasta el punto que apenas pueden respirar. Entre ellas se encuentra un niños de apenas unos 19 años, según la edad maedriana, que entre el dolor y el cansancio había perdido la conciencia, pero su voluntad lo impulsó a seguir adelante.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


El joven recupera la conciencia y se detiene para tomar un breve descanso. En ese momento un hombre choca con él.

—¿Por qué te detienes? —le susurra el hombre que se ve muy agotado y asustado.

En ese momento el hombre emite un grito desgarrador y el joven ve como otro hombre lo golpea fuertemente con un látigo en su espalda.

El joven, sintiéndose culpable por lo que le pasa al hombre, no sabe que hacer hasta que escucha una feroz voz —¡Avanza! —al mismo tiempo que siente como también es golpeada su muy lastimada espalda. Puede sentir como se desprende su piel con cada golpe del látigo que corta tan profundo que llega hasta el hueso.

La sangre de ambos se esparce por el piso de tierra creando un pantano rojizo en el que el hombre cae inconsciente por el dolor.

El niño, que apenas puede soportar el sufrimiento, voltea a ver quien lo golpea. El reflejo del sol lo cega por un momento, hasta que sus ojos se adaptan a la luz, y pude ver una brillante armadura dorada que apenas y cubre el cuerpo de aquel musculoso hombre.

El hombre toma al joven por su cabello, el cual se empieza a enredar en los dedos del hombre como si tratara de soltarse por su cuenta, mientras que éste se acerca a la oreja del joven y le grita con una voz llena de ira —¡Dije que avanzará mocoso! —. Luego se acerca a su oído y le susurra para que nadie más escuche —¿o es que quieres que continuemos con lo de anoche, Arion? —, al terminar saca su lengua y la mete dentro oído del Joven.

Este se aleja con asco mientras contiene sus lágrimas llenas de ira. El soldado al fin lo suelta y se aleja unos pasos, para darse la vuelta y golpearlo nuevamente con su látigo, esta vez en sus cansadas y sucias piernas, desgarrándole la piel y dificultando aun más su camino

—¡Mueve esas nalgas maldito mocoso! —le grita el soldado mientras azota contra el suelo su látigo, levantando el polvo y cegando a todos los prisioneros que están a su alrededor.

—¡Si alguno vuelve a retrasar el paso, hoy tampoco habrá comida! —grita el soldado antes de irse.

—Y si se les ocurre ayudar a este inútil, personalmente los haré sufrir a todos —grita el soldado mientras señala al delgado e inconsciente hombre al que acaban de golpear.

Arion sin poder aguantar más, comienza a llorar mientras trata de levantarse. Entre el horrible dolor de su espalda y su pierna; la sed y el hambre; las lastimadas y sangrante planta de sus pies descalzos y el odio que le tiene a ese soldado, Arion comienza a escuchar una voz familiar, el susurro de un joven que repite su nombre una y otra vez.

Las Crónicas de Arion Horrores de la JunglaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora