La Criada Astuta

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El 14 de abril, Jean despertó en su cama como habitualmente. Quedaban tan solo 2 días para llegar a Nueva York y allí empezar de nuevo su vida, pero eso no era lo que le importaba realmente. La conversación que tuvo con Jean en Cherburgo lo dejó un poco transtocado. Jacques sabía que Jean mentía sobre que estaba haciendo Élise. Había sido detective, sabía cuando alguien miente y cuando no y, sobre todo, lo que más le había llamado la atención, además del cambio repentino de humor de Jean tras escuchar su pregunta, era qué guardaba Jean en su bolsillo. Todas estas dudas revoloteaban en su mente. Jacques cogió su revólver, lo observó y dijo:
- Parece, que tendré que resolver un nuevo caso.
Tras esto, Jacques se levantó, se guardó la pistola en su chaqueta de traje y se fué a desayunar. Después Jacques se bajó hasta las zonas de las criadas y preguntó sobre Élise. Todas y cada una de ellas le respondieron:
- No hemos visto a la Srta. Emmanel desde antes de ayer por la mañana.
Cuando Jacques estaba apunto de perder toda su fe en averiguar su paradero, una criada se asomó y le dijo:
- ¿Es usted policía?
A ello Jacques dijo:
- Lo era, ¿sabe usted algo sobre la Srta. Emmanel?
-Verá, esto se lo digo a usted solo porque a mi también me preocupa la Srta. Emmanel . Ayer, el Sr. Emmanel salió de su camarote por la tarde, al verme, me dió unos cuartos a cambio de que tirase las llaves al océano.- afirmó la sirvienta.
- ¿Y lo hizo?- preguntó Jacques sorprendido.
- Me temo que sí, pero para mayor chanza de usted existen dos pares de llaves, por si alguna vez los señores se llevan las llaves consigo y me toca limpiar sus camarotes.
- ¿Podrías darme las llaves? - preguntó Jacques.
- Solo si usted me da los dólares que el Sr. Emmanel me pagó. - dijo la sirvienta.
- ¿Con cuanto te pagó? - preguntó Jacques.
- Me pagó con 100 $ señor.
El ex-detective pusó una mueca de frustración pero después dijo.
- De acuerdo, te pagaré cuando lleguemos a Nueva York. ¿Trato hecho?
- Trato hecho.
Tras esto, la sirvienta le dió la llave del camarote de Jean. Jacques la cogió y subió por la Gran Escalera hasta la habitación A-15.
- ¡Aquí está! - exclamó tras encontrar la habitación.
Al abrirla, Jacques quedó horrorizado ante la escena que se ofreció a sus ojos.
- ¡Por el amor de Dios! - gritó.

La Joya del TitanicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora