Prologo

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Multiverso Mitológico, Universo Griego, Isla de Creta

 la Isla de Creta se erguía majestuosamente, testigo de un acontecimiento de importancia trascendental. Dos entidades divinas, Rhea y Amaltea, se encontraban en su esplendor en medio de un paisaje que parecía sacado de un sueño.

Rhea, una deslumbrante titánide de indescriptible belleza, miraba fijamente las montañas que se erguían en la distancia. A su lado, Amaltea, una cabra divina, observaba con ojos sabios y cuernos espiralados. Ambas deidades compartían una preocupación que abarcaba los confines de su cosmos: la inminente guerra contra Cronos, un titán que había sumido al mundo en un conflicto de proporciones mitológicas.

La razón de su preocupación estaba arraigada en una antigua profecía, un oscuro presagio que provenía de Urano, el padre de Cronos. La profecía advertía que uno de los hijos de Cronos lo derrocaría, lo que llevó al titán a devorar a sus propios descendientes para evitar tal destino. Sin embargo, el sexto hijo, Rhea, había decidido poner fin a esta tragedia y salvar a su último hijo, al que nombró Zeus. Para ello, Rhea urdió un astuto engaño que involucró hacer que Cronos se tragara una piedra en lugar de su vástago.

En el presente, Zeus se hallaba en un lugar remoto, enfrascado en un intenso entrenamiento junto a su amante Metis, buscando controlar su inmenso poder divino. Con el destino de su familia en juego, Zeus tenía un objetivo claro: derrocar a su padre y restaurar el equilibrio en el universo.

Mientras tanto, sus hermanos divinos, Hades y Poseidón, sostenían una charla sobre cómo mejorar sus habilidades para la batalla que se avecinaba. Hestia y Deméter, en cambio, contemplaban qué dominios podrían gobernar para ser de mayor ayuda en la inminente confrontación. Hera, por su parte, observaba con orgullo su entorno, consciente de que necesitaba apoyo para mejorar sus habilidades, aunque su altivez le impedía pedir ayuda abiertamente.

Zeus, en medio de su arduo entrenamiento, se dirigió a Metis con una pregunta candente:

- Oye, Metis, ¿qué me recomiendas para dominar mi inmenso poder divino? Siento que mi fuerza actual es impresionante, pero ¿será suficiente para hacer frente a mi padre y demostrarle su error al devorar a mis hermanos?

Justo en ese instante, una voz misteriosa irrumpió en su conversación:

- Vaya, eres excepcionalmente fuerte, pero pareces un tanto confiado, joven.

Metis, sorprendida, buscó en vano al origen de la voz. Zeus, por otro lado, reconoció el tono de inmediato:

- Espera, conozco esa voz...

La voz, de naturaleza femenina, prosiguió con un toque de humor:

- Ciertamente espero que así sea, Zeus. Después de todo, ayudé a cuidarte durante las primeras dos semanas de tu vida.

Mientras Zeus y Metis asimilaban la sorpresa, la tierra bajo sus pies comenzó a ceder, revelando una figura emergente. Primero se vislumbró el cabello, largo y del color más puro de la tierra, seguido por la figura de una mujer humanoide de una belleza exuberante. Vestida de manera única, su figura estaba parcialmente desnuda, adornada con musgo verde brillante que destacaba en su pecho, brazos, cintura y piernas.

Esta era Gea, la Diosa primordial de la tierra y la vida en el universo. Con una sonrisa maternal y cálida, se dirigió a su nieto:

- Vaya, joven Zeus, has crecido.

Zeus, desconcertado pero también cautivado por la presencia de Gea, hizo un esfuerzo por mantener la compostura, aunque no pudo evitar que sus ojos se desviaran momentáneamente hacia la figura desnuda de la diosa.

El Multiverso ReaccionaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora