Lynda era una duende de mediana edad para aquel entonces. Su capacidad para generar conflicto era tan admirable como reprochable. No le gustó en lo absoluto como la señora Claus la trató el día anterior así que decidió hacer lo que mejor se le daba, revelar secretos. Poco antes de la hora de entrada dejó un papel sobre una mesa con las palabras A Claus lo mataron, los duendes, ya muy tensos caminaron todos con tazas de café y calmantes en los bolsillos, cada día se volvía más pesado trabajar sin un gran jefe debidamente establecido.
Benito tomó posición en su mesa sin dar importancia a su alrededor. Trabajó adormilado varios minutos antes de notar la nota al extremo derecho de su estación de trabajo. Primero pensó en votarlo, luego decidió leerlo por si era algo importante, y sí que lo era.
-Austin -le dijo al del frente.
-¿Qué?
-¿Sabías esto? -le mostró la nota.
-¿Quién te pasó esto?
-Estaba ahí cuando llegué.
-¿Es real?
-No lo sé, tal vez Louis sepa.
Se giró hacia su compañero de atrás con la esperanza de encontrar una respuesta a las palabras en la nota.
-No sabía nada de esto.
Louis se lo pasó a Mauro, Mauro a Joseph, Joseph a Daniel y así en menos de una hora todos en la planta conocían el rumor sobre el posible asesinato del gran jefe, para las 10 de la mañana ya se había convertido en un chisme en todas las plantas de producción. De camino hacia su oficina Lynda vio a dos duendes hacer silencio inmediato tras verla, con una mirada inquisidora ambos tomaron direcciones opuestas, ella sonrió, había logrado su cometido.
-Estaban perdiendo el tiempo, ¿Por qué sonríes? -preguntó su asistente.
-Me vieron y corrieron directo a sus puestos de trabajo, ¿Cuándo has visto que una jefa logre intimidar así? Estoy haciendo bien mi trabajo.
Por supuesto le importaba una mierda intimidar a sus subordinados, ella hacía de maravilla su trabajo y lo sabía, no debía demostrar nada, las métricas la respaldaban. Por otro lado ahora sabía perfecto que en pocos minutos al teléfono de su oficina llegaría una llamada furiosa de Adolf o de Taylor, podía con eso.
Tal cual lo predijo, tan solo tres minutos debió esperar la llamada, era su buen amigo Adolf quien decidió comunicarse con ella.
-Tienes una hora para calmar a esos duendes o recoges tus mierdas y te largas del Polo Norte.
-Perfecto, consíguete alguien que haga mi trabajo como yo.
-Tu trabajo lo puede hacer cualquier simio, tú solo cumples con nuestra cuota de género.
-Te recuerdo la ley de
-¡UNA HORA! O te largas.
Tal vez no había sido tan buena idea esparcir ese rumor después de todo, por suerte era sencillo controlar a esos subnormales.
-Convoca a reunión a todos y diles a los guardias en los balcones que muestren sus ballestas.
A la intemperie se reunieron los dos mil duendes en su cargo, ella paciente esperó hasta que los pudo ver a todos acomodados. Tronó su cuello antes de tomar la palabra, sus empleados esperaban impacientes por sus palabras, de ser real sería la noticia del siglo, ¿Alguien asesinando al señor Claus? Era algo inaudito.
-Tengo entendido que se esparció un rumor sobre la muerte de nuestro querido Nicolás Noel Claus.
Hizo una muy necesaria pausa esperando a que los cuchicheos se detuvieran.
-Primero debo decir que ustedes son una bola de chismosos de mierda, un cabrón encontró un papel y ahora todos creen que alguien sería capaz de hacerle daño a un adorable ancianito de noventa años.
Todos los guardias, por sus propias órdenes se asomaron al balcón con las ballestas a vista de todos en las afueras de las fábricas.
-Si alguien fue capaz de matarlo o no es conocimiento exclusivo de la señora Claus y sus personas de confianza, ninguno de nosotros tiene el derecho de inmiscuirse en el proceso de duelo ni en el de selección ni en ninguno otro relacionado con el Concejo de Señoritas Claus. Quien siga esparciendo chismes sobre el tema será debidamente amonestado y si aun así insisten, bajo mis órdenes serán disparados con la ballesta y todos aquí conocen el significado y poder de la ballesta.
Por supuesto todos conocían el significado de la ballesta, al ser contratados en el Polo Norte es la primera amenaza que reciben los nuevos empleados. Su disparo no es letal, pero los envía de regreso a tu país de origen, despojados de todos los bienes adquiridos durante los años de arduo esfuerzo en la corporación.
-Sin más que decir, regresen a sus trabajos y no me decepcionen.
De regreso en su oficina se encontró con Adolf sentado en su silla, a Rudolf de pie al lado de su hermano y a la señora Claus sentada en el escritorio grande en exceso. No pudo identificar cuál de ellos estaba más enfadado, no entendía qué había hecho mal, siguió sus órdenes, ahora los duendes pararían con su chisme, eso era lo importante.
-El respeto genera más respeto, si tratas a tus colaboradores como a los seres pensantes que son ellos responderán de igual manera, porque generas un fuerte lazo difícil de romper.
-Te pusiste filosófico de nuevo, Adolf -dijo ella a modo de broma.
-Por otro lado, el miedo es una sensación muy frágil que lleva a la rebelión.
-Eso pasa cuando ya no tienen nada que perder y ellos tienen que mantener aquí.
La señora Claus dio un paso hacia Lynda, levantó ambas manos haciendo ademanes de política en medio de un discurso, remojó sus arrugados labios antes de poder hablar.
-Tú también tenías mucho que perder y no pensaste en eso.
-¿Qué dices?
-Nos hiciste quedar como unos hijos de puta y eso es inaceptable.
-Pero lo son.
-Eres parte de las posiciones de poder, solo entre nosotros podemos saberlo.
-Perdón, eso no volverá a suceder.
-Por supuesto que no -hizo un gesto con dos dedos a alguien detrás de Lynda.
Giró su mano y cerró sus ojos ansiando encontrar las palabras adecuadas, años sin despedir a nadie y ahora le tocaba hacerlo que se había gastado ya todas sus oportunidades.
-Llevas años aquí y has sido increíble en tu trabajo, pero cometiste un error imperdonable.
-No me hagas esto, por favor -suplicó Lynda.
-Decidimos dejarte dinero suficiente para que sobrevivas un año hasta que consigas empleo -dijo Rudolph.
-Se los ruego -no conseguiré empleo a mi edad.
-Si te soy honesto, ni siquiera me importa si vives o mueres después de esto -dijo Adolph.
El guardia personal de la oficina del señor Claus cargó un bastón en su ballesta, encañonó a Lynda y esperó la orden. Taylor le indicó que hablara, Lynda no tenía nada qué decir. El proceso luego del disparo es veloz, en dos segundos apareció en su país de origen con la mente aturdida y la desesperanza de un futuro lúgubre para ella a sus más de 50 años.
Adolph por su parte llamó a la exasistente de Lynda a la oficina.
-Eres la nueva jefa aquí, no la cagues.
![](https://img.wattpad.com/cover/241012155-288-k505369.jpg)
ESTÁS LEYENDO
El Consejo de las Señoritas Clos
FantasíaEL Polo Norte se encuentra consternado, Santa Clos está muerto. Se rumorea que fue un asesinato, ahora la señora Clos junto a un reducido grupo de sus ayudantes deberán escoger el reemplazo mientras descubren quién es el culpable de la muerte del je...