Sí, sí, a Lynda la despidieron apenas cometió un error garrafal, pero ese era apenas el inicio de un problema por mucho más grande. Los duendes ya llevaban una semana sin su líder natural, el señor Claus, de acuerdo a sus creencias, tenía el poder divino de calmar la naturaleza perversa de esas personitas, conforme los días fueron pasando el remanente de ese poder se fue desvaneciendo cada día más. Había pasado exactamente siete días con cuatro horas del desafortunado deceso y unas dieciocho horas del despedido de su jefa inmediata cuando un nuevo cuchicheo comenzó dentro de las diferentes fábricas, ellos no eran tontos, sabían que el rumor no había comenzado de gratis, si alguien lo había esparcido es porque alguna mierda había escondida, el que Lynda ya no estuviera con ellos era prueba de ello, era su trabajo revelar qué ocurrió en realidad.
-Austin -dijo Benito.
-Dime.
-Debemos descubrir qué le ocurrió a Claus, ya todos andan tornándose salvajes.
-Lynda dijo que no es nuestro asunto.
-A Lynda la despidieron porque nos ocultan algo, algo no nos quieren decir y yo te lo puedo probar.
-¿Cómo?
-A la salida me sigues.
Benito en secreto obligó a Austin a seguirlo, lento caminaron hacia la granja de renos, gracias a sus trajes blancos se les hacía fácil esconderse entre la gran capa de nieve de quienes no estaban enterados del plan. En la entrada había un enorme guardia con ballesta y un arma ligera, Benito echó a andar con paso decidido hacia su obstáculo, sin tener un verdadero plan para entrar, detrás iba su cómplice con aun menos idea de qué hacer para pasar ahí, desde que comenzó la prohibición de visitar renos se había vuelto un dolor de cabeza tratar con los guardias polares.
-Señor, usted no está autorizado para entrar al estabblo.
-Sí lo estoy, despidieron al que alimentaba a los renos, somos su reemplazo.
-El último despido informado fue el de Lynda Roberts.
-Una lástima, por cierto.
-Deben irse de aquí, ahora.
-Verás, no planeo irme de aquí hasta que todos hayamos entrado.
-¿Todos?
Debajo de la nieve surgieron al menos cincuenta duendes de la sección de producción de bicicletas de la fábrica número 3 de Adolf Klein & Bros Company, de nada le sirvió al guardia apuntar a Benito con su ballesta, de todas formas, no podía dispararla sin autorización de un superior, decidió rendirse sin dar pelea alguna, no podría hacerle daño a más de dos o tres de por sí.
Benito, seguido de Austin, entró al establo de los renos buscando pistas del caso de Claus. Al principio solo dieron sigilosos pasos con el fin de no espantar los animales. En total entraron cinco de ellos, otros cinco amarraron y aseguraron al guardia, el resto trataron de esconderse de nuevo en caso de necesitar atacar a alguien.
Cerca del compartimiento donde Cometa se encontraba comiendo helechos sonó algo arrastrándose y quejándose de un intenso dolor, Benito sonrió satisfecho, había encontrado lo que andaba buscando.
-¿Qué es ese sonido? -preguntó uno de los duendes.
-Es lo que andaba buscando -respondió Benito.
-¿Qué?
-No diré cómo, pero uniendo un par de pistas descubrí que aquí se encontraba el forense, es esa cosa que se arrastra al lado de Cometa.
-¿Podrías explicar, por favor?
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El Consejo de las Señoritas Clos
FantasíaEL Polo Norte se encuentra consternado, Santa Clos está muerto. Se rumorea que fue un asesinato, ahora la señora Clos junto a un reducido grupo de sus ayudantes deberán escoger el reemplazo mientras descubren quién es el culpable de la muerte del je...