7. Sarah

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La vida es muy complicada y a veces una absoluta mierda, al menos así me lo pareció desde el día que vi a mi madre y a Fernando, teniendo aquel encuentro cariñoso en la habitación de mi primo; no obstante, después de lo que pasó con papá y de que mi madre no reaccionara de forma alguna, mi perspectiva cambió drásticamente.

La semana que siguió al evento con mi padre, no fue fácil. Me vi lidiando con todas las emociones que me provocó, y con la culpa que sentía por haber hecho lo que hice; pues a final de cuentas, él era el hombre de mamá, y me torturaba pensar que me había convertido en la mujer con quien papá la había engañado.

Hice algunos intentos por hablar con ella. Buscaba el momento en que estuviera sola, para poder acercarme a mamá con la intención de pedirle perdón, tratando de enmendar la estupidez que había hecho. Quería decirle que no le diría a papá lo que pasó entre ella y su sobrino, quería disculparme por haberme acostado con su hombre; pero cada vez que intentaba hablar con ella, algo me detenía.

Sabía muy bien por qué no me atrevía a decirle nada; la razón, iba más allá del hecho de que la confianza entre las dos se había perdido, o de que en los últimos años nuestra comunicación se anuló casi por completo. Lo que en verdad me detenía era que, haber hecho el amor con papá, incluso a pesar de que él pensara que lo hacía con mamá; fue algo tan hermoso y excitante, que no era capaz de sacarme esos recuerdos de la cabeza.

Me obsesioné tanto con lo ocurrido y de una forma tan intensa, que continuamente me imaginaba teniendo sexo con él; fantaseando con que me escuchara gemir mientras nuestras miradas se encontraban, con que él fuera capaz de disfrutar de mi cuerpo y mis caricias, dejándose llevar por el amor que sentía por mí, y por el placer que su propia hija podría darle.

Esas fantasías complicaron aún más las cosas con respecto de mamá, pues ¿Cómo podría decirle que lamentaba lo que había pasado, cuando en realidad eso no era cierto? Y todo resultaba peor, al considerar que esa había sido mi mejor y más hermosa experiencia sexual.

Hablar de ello con mamá, era algo impensable. Seguramente si ella y yo habláramos al respecto, las cosas explotarían en gritos, recriminaciones y todo se iría a la mierda; aunque, por otra parte, ¿Podríamos pasar el resto de nuestras vidas fingiendo que no ocurrió absolutamente nada?

Esas eran las cosas en las que pensaba justamente aquella mañana, un día antes de celebrar las últimas horas del año; mientras me encontraba recostada en mi cama, examinando cada posibilidad y llegando en cada ocasión a una conclusión trágica o decepcionante.

No fui capaz de levantarme de la cama hasta que mis tripas comenzaron a hacer ruidos raros, exigiendo que les diera algo de comer; así que me levanté, me miré en el espejo y me achuché el pelo para no lucir tan despeinada.

Salí de mi habitación y bajé las escaleras de una casa que parecía estar abandonada, pues no se escuchaba el más mínimo ruido. La quietud del lugar era tan intensa, que incluso me recordó a esas escenas en las películas de zombis, donde el tipo despierta sin saber que al mundo ya se lo ha llevado la mierda.

Estando al pie de la escalera, miré extrañada la quietud que tenía el hogar de mis tíos. Me asomé a la sala sin encontrarme con nadie y luego caminé a la cocina. Fui al refrigerador a buscar algo de comida y entonces, me encontré con una nota, sostenida al refri por un imán en forma de flor.

"Queridos todos. Karina, Fer y yo, nos hemos ido a la playa. Regresamos más tarde. Besos. Silvia."

Miré la nota con un poco de fastidio, y la verdad es que también estaba enojada porque me hubieran dejado atrás. Me encantaba andar en la playa, disfrutaba mucho del mar y la arena; era una mierda que no me hubieran invitado.

Karina: reunión familiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora