2. Karina

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¿Cómo podría reaccionar ante el hecho de haber visto a mi sobrino teniendo sexo con su madre? ¿Debía callarme? ¿Qué podría decir? Y más importante aún ¿A quién podría decírselo? Esas eran las preguntas que rondaban en mi pensamiento mientras me servía un vaso de whisky, incógnitas a las que era incapaz de brindar una respuesta, pues lamentablemente no han publicado un manual de cómo se debe reaccionar ante el descubrimiento de que, en tu familia, hay miembros que disfrutan plenamente de una relación incestuosa; pero si debo ser sincera, ese no era el verdadero problema.

Al mirar a Silvia siendo penetrada por su hijo, al ver la forma en que ella gozaba del cuerpo de aquel ser al que dio vida; sentí muchos celos de ella, pues en mi pensamiento se instaló la idea de que no solamente tenía a su marido, quien evidentemente la amaba con locura y la deseaba con cada partícula de su ser, sino que además también tenía a su hijo, quien la hacía gozar de su cuerpo de la forma en que lo había presenciado minutos atrás, llevándola a un nivel de placer tan intenso, que no fue capaz de controlar los gemidos que escaparon de su boca, de resistir el impulso de dejarse llevar por lo que Fer le hacía, por el tremendo placer que evidentemente le provocaba el tener a su hijo dentro de su vientre, haciéndola su mujer. Sentí una gran envidia de Silvia, pero ese pensamiento era realmente muy peligroso, pues desde el preciso momento en que los vi, no logré apartar de mi cabeza la idea de ser poseída por Fernando.

Pasaron algunos minutos en los que le dí varios tragos cortos a mi bebida, sintiendo la forma en que el alcohol me raspaba la garganta y calentaba mi cuerpo. Sarah bajó de las habitaciones, apenas cubierta con un incitante traje de baño de dos piezas que dejaba muy poco a la imaginación. Fue en el momento en que la vi cuando recordé todo lo que había pasado al imaginarla con las piernas abiertas, a la vez que su vagina era besada por mis labios, tras haberla visto cogiendo con aquel hermoso chico.

- ¿Te encuentras bien mamá? - me preguntó, pero el gesto en su rostro no expresaba preocupación sino burla, pues un atisbo de sonrisa se dibujó en sus labios.

- Si hija, solo tenía ganas de un trago - Sarah no respondió, solamente se encogió de hombros y salió de la casa rumbo a la piscina. Aunque su comportamiento no era extraño en ella, no pude evitar el preguntarme ¿Qué de malo había hecho para que mi hija se comportara de esa manera conmigo?

Poco después de que mi hija saliera, escuché la puerta abrirse, mientras apuraba el resto del contenido de mi vaso. Fue en ese momento, tras escuchar las palabras de mi sobrino, que el sobresalto casi me hace tirar en vaso al suelo.

- ¿Está todo bien tía? Vine a ver si se te ofrecía algo.

Giré mi cuerpo para mirar a mi sobrino. Era muy atractivo y lucía aún más sensual con el cuerpo humedecido por el agua de la piscina. Recorrí su cuerpo con descaro, sin importarme lo que pudiera pensar de mí. Supongo que el alcohol había hecho efecto para ese momento y por ello no me importó mirar el bulto que tenía en la entrepierna por algunos segundos. Levanté la mirada y nuevamente nuestros ojos se encontraron. Sonreí un poco.

- Está todo bien hijo, solo quería tomar un trago.

Dejé el vaso en el bar y me levanté, pero cuando lo hice pude sentir el cuerpo de mi sobrino demasiado cerca de mí. Giré mi cuerpo y me encontré con su rostro, tan solo a unos centímetros del mío, no sé cómo logré aguantarme las ganas de besarlo.

Fer me tomó por el brazo y me ayudó a salir de entre los bancos del bar, luego entrelazó mi brazo con el suyo y de esa forma me llevó hasta la piscina, en un gesto que me pareció sumamente tierno, que me motivó a abrazarlo y besar su mejilla, haciendo que sonriera tras hacerlo.

Cuando llegamos a la piscina me metí en la ducha unos minutos, sentir el agua fría fue un trago de vida, un momento revitalizante que disfruté significativamente, y más aún al recordar lo que minutos atrás Silvia y Fer habían hecho justo en ese lugar. Entré en la piscina y me dejé llevar por la sensación del agua moviéndose al rededor de mi cuerpo, en una caricia que disfruté como pocas cosas había gozado en los últimos años, en casa, acompañada por mi desinteresado marido, así como por mi amargada y poco agradecida hija.

Karina: reunión familiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora